jueves, 26 de mayo de 2016

mayo 26, 2016
TOKIO / MADRID, 26 de mayo.- Tras visitar Vietnam y poner fin al embargo de armas que pesaba sobre el país asiático desde hacía más de treinta años, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, se encuentra en Japón. Una vez terminada la cumbre del G7, el jefe de Gobierno norteamericano está dispuesto a hacer, este viernes, su histórica visita a Hiroshima (donde en este momento ya son las once de la mañana). Se convierte así en el primer mandatario estadounidense en activo que va a la ciudad japonesa, arrasada por el ataque nuclear de las tropas norteamericanas el 6 de agosto de 1945.

Con la Cúpula de la Bomba Atómica como telón de fondo, los transeúntes pasan entre la Policía antidisturbios cerca del Museo Memorial de la Paz, el jueves. El presidente estadounidense, Barack Obama, visitará Hiroshima el viernes 27 de mayo después de la clausura de la Cumbre del Grupo de Siete, convirtiéndose en el primer presidente estadounidense en funciones en pisar la ciudad tristemente famosa.(Shuji Kajiyama / AP)

Antes de ir a la localidad nipona, acudirá a la ciudad de Ise para visitar el parque natural de Ise-Shima, dedicado a la diosa del sol Amaterasu Omikami, ancestro mitológico de los emperadores de Japón. Se trata de un enclave que ha sido centro de peregrinación durante siglos y que encierra varios templos sagrados.

Es la forma que tiene el primer ministro japonés, Shinzo Abe, de mostrar a Obama, al resto de miembros del G7 y, por ende, al mundo la cultura de su país, así como su religión: el sintoísmo. Una creeencia nacida en Japón que se basa en la adoración de los kami o espíritus de la naturaleza.

Muchos son los que han alzado su voz y han criticado la postura de Abe, acusándolo de ser demasiado conservador al querer ligar la religión a la política y al hacer resucitar los valores tradicionales.

La esperada llegada a Hiroshima

Sea como fuere, el jefe de Gobierno nipón no desiste en su empeño y tiene previsto cerrar la histórica gira de Obama con su visita al Parque de la Paz, en Hiroshima. Allí, a última hora de la tarde, tendrá lugar la ceremonia, a puerta cerrada, en que el presidente de EE.UU realiazará una ofrenda de flores y dará un discurso para recordar a las víctimas de la primera bomba nuclear, una de las mayores atrocidades de la Historia.

Estos emblemáticos jardines están presididos por la Cúpula Genbaku o Cúpula de la Bomba Atómica, un edificio proyectado por el arquitecto checo Jan Letzel e inaugurado en 1915. Su estructura de ladrillo y hormigón y su cúpula estructura acero resistieron la explosión de la bomba atómica que acabó con la vida de más de 140.000 personas. Fue el edificio más cercano al lugar de la explosión que logró mantenerse en pie, algo que le ha valido su reconocimiento como Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1996.

Obama no pedirá perdón pero pretende, con esta visita, reconciliar a dos antiguos enemigos de la Segunda Guerra Mundial y evitar la proliferación de armas nucleares, capaces de devastar ciudades enteras. Una carrera armamentística en la que, sin embargo, el propio Estados Unidos y Rusia figuran a la cabeza. En palabras del propio presidente, la visita a Hiroshima «servirá para honrar a quienes perdimos en la guerra y para reafirmar nuestra visión compartida de un mundo sin armas nucleares».

Una ciudad expectante

La cumbre del G7 en Japón; centrada, sobre todo, en la crisis económica mundial y las disputas marítimas en Asia; y la visita de Obama a Hiroshima han despertado el interés de la opinión pública y de la población japonesas.

Keiko Ogura, una superviviente de 79 años, observa la enorme presencia policial -se han desplegado más de 4.600 agentes- y la marea de periodistas y cámaras de televisión que inundan la ciudad. «Estamos muy contentos con esta visita. Por fin, después de tanto tiempo un presidente de EE.UU ha aceptado venir», comenta la mujer a la agencia EFE. Esta «hibakusha» («superviviente de la bomba atómica») tenía ocho años cuando la desgracia asoló su ciudad y, en cambio, ahora apunta que «lo importante es que (Obama) se dé cuenta del daño que pueden hacer las armas nucleares y de que hay que acabar con ellas».

Sin embargo, entre las calles cortadas al tráfico de la ciudad, hay quien muestra indiferencia ante la visita del presidente norteamericano. Es el caso de Sadao Hirano, un «hibakusha» que tenía doce años cuando estalló la bomba. A él no le importa que la ceremonia se haga a puerta cerrada y que, como el resto de ciudadanos, no tenga la oportunidad de asistir. «Mañana acompañaré a mi mujer al hospital. Para mí no es personal». (The Washington Post / María Jesús Guzmán / ABC España)