viernes, 13 de mayo de 2016

mayo 13, 2016
BRASILIA / SAO PAULO, 13 de mayo.- El Salón Este del Palacio de Planalto lucía ayer lleno cuando, pasadas las cinco de la tarde, Michel Temer, que acompañó a Dilma Rousseff como vicepresidente en la fórmula que ganó las elecciones de 2011 y de 2015, tomó el poder como presidente interino de Brasil, cargo que ejercerá el tiempo que el Senado tarde en enjuiciar a la hoy mandataria suspendida.

Fue un día intenso, ya grabado en la historia política de este país, y que comenzó a las 6:33 de la mañana, cuando el Senado, tras una sesión de casi 21 horas, votó por 55 votos a favor y 22 en contra, iniciar el juicio político contra Rousseff, por haber recurrido a ardides contables en el informe de las cuentas públicas en el periodo 2014-2015.

La celebración fue sobria: apenas el impeachment triunfó y se oyeron aplausos, el presidente de la Cámara Alta pulsó un timbre para acallarlos.

A las 11:13 de la mañana, Rousseff, de 68 años, dio su último discurso como presidenta en funciones, en el mismo Salón Este, ूanqueada por decenas de ministros salientes, algunos de los cuales lloraban.

“He cometido errores, pero no he cometido ningún crimen”, dijo.

Michel Temer firmó la notificación del Senado en la que asume de manera interina la Presidencia de Brasil después de que la Cámara Alta decidiera abrir un juicio político con fines de destitución contra la mandataria Dilma Rousseff.

Detrás de ella, en silencio, estaba su mentor, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien enfrenta, a su vez, cargos por corrupción.

Los partidarios de Rousseff, enfurecidos, consideran que el impeachment es un golpe de estado y amenazaron con realizar protestas a gran escala y huelgas. Los enemigos de la mandataria insisten en que violó la ley y que los profundos problemas políticos, sociales y económicos del país sólo pueden solucionarse si la presidenta sale del poder.

Si durante el juicio, cuyo calendario está por defi￿nirse, dos tercios de los 81 senadores (54) votan a favor de deponerla, Dilma perderá el mandato definitivamente y el Partido de los Trabajadores (PT) abandonará el poder en Brasil por primera vez en 13 años.

Después de que Rousseff fue notifi￿cada de su suspensión, Temer, de 75 años, asumió de forma interina la presidencia. En caso de ser declarada culpable, él terminará el mandato en 2018. “Mi primera palabra para el pueblo brasileño es: ‘confianza’”, dijo Temer en su discurso de asunción, en una sala desbordada de senadores, gobernadores, militares y aliados del nuevo gobierno. Temer continuó: “Confi￿anza en los valores, en el carácter de nuestra gente, en la vitalidad de nuestra democracia, en la recuperación del gobierno nacional”.

En la mañana, el mismo sitio que con Temer parecía un salón de fi￿estas, había lucido como una sala fúnebre. Rousseff habló entonces frente a un centenar de periodistas, rodeada de su gabinete y sus partidarios, que la recibieron gritando: “¡Dilma, guerrera, la patria brasilera!”.

“Yo fui electa presidenta por 54 millones de ciudadanos brasileños: lo que está en juego en el proceso de impeachment no es apenas mi condición de presidenta, sino el respeto a las urnas, al voto soberano del pueblo brasileño y a la Constitución”, comenzó. Su discurso duró 15 minutos: la mitad del que daría Temer. Pero tuvo, probablemente, el doble de carga emotiva. Rousseff contó que soportó el dolor de la tortura durante la dictadura, y lamentó tener que volver a sufrirlo: “La mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano es castigarlo por un crimen que no cometió”.

Cuando terminó su discurso, se retiró por un pasillo y volvió a emerger afuera del Palacio, frente a unos tres mil seguidores que gritaban en contra de Temer, con carteles, banderas y sombrillas, bajo el sol fortísimo del mediodía de Brasilia.

Gabinete para calmar a los mercados

La era Temer comenzó oficialmente este jueves, tras 21 horas de sesión en el Senado y un duro discurso de Dilma Rousseff, a partir de ahora presidenta apartada del poder, en el que repitió que su destitución es un golpe de Estado orquestado, entre otros, por el que era su vicepresidente. Una difícil bienvenida para Michel Temer, de 75 años, que ha nombrado un Gobierno con la vista puesta en los mercados. Los inversores saludan la llegada de Henrique Meirelles a Hacienda.

El presidente interino de Brasil durante los próximos seis meses (como máximo), mientras el Senado decide sobre el juicio político a Rousseff, tiene una misión complicada por delante: disipar el pesimismo y la polarización que reina en el país, lidiar con los efectos del caso Petrobras, que mancha a políticos de todos los partidos, incluido el suyo, y reanimar la economía, cuyo PIB amenaza con caer un 3,8% este año, lo mismo que en 2015.

Para hacer frente a este reto, al frente del Ministerio de Hacienda ha situado a a Henrique Meirelles, expresidente del banco central en los Gobiernos del expresidente Lula da Silva (2003-2010), querido por los mercados y al que se recuerda por reducir los tipos de interés, conseguir controlar la inflación y contribuir al crecimiento del PIB.

Temer, en su primer discurso oficial como comandante del país rodeado de sus 22 ministros, un elenco que lleva fraguándose semanas dando por descontada la salida de Rousseff, prometió reformas para impulsar la economía y crear "un clima de confianza" y pidió la unidad de Brasil, hoy partido en dos tras la profunda crisis política. A pesar de las reformas económicas, que contemplarán un mayor espacio para el sector privado y un profundo ajuste fiscal, Temer prometió mantener y mejorar los programas sociales, el gran legado de los gobiernos del Partido de los Trabajadores de Rousseff.

El nuevo presidente también garantizó que protegerá las investigaciones sobre el caso de corrupción en Petrobras, por el que dos de sus ministros ya están siendo investigados y en el que proprio Temer y otro de sus elegidos han sido mencionados varias veces como beneficiarios. "La moral pública será permanentemente buscada con mecanismos de control", anunció.

Nombramientos polémicos

Temer ha enfrentado las primeras polémicas al estrenar mandato. Primero, la ausencia total de mujeres y negros en su equipo, especialmente chocante después de que, en la última etapa de su mandato, Rousseff hiciera frecuentes llamamientos de solidaridad a las brasileñas y subrayase su orgullo por haberse convertido en la primera presidenta de Brasil. Por otra parte, la presencia de algunos nombres controvertidos: el nuevo ministro de Justicia es Alexandre de Moraes, el actual secretario de Seguridad del Estado de São Paulo. Durante su gestión, la policía fue responsable de uno de cada cuatro asesinatos en la ciudad de São Paulo, y Moraes, además, ha defendido la represión violenta de protestas por parte de la policía.

El responsable de Agricultura, por otra parte, es el millonario Blairo Maggi, uno de los mayores productores de soja de Brasil, responsable de impulsar un proyecto de ley que minimiza las licencias ambientales necesarias para acometer obras.

Michel Temer ha dado su palabra de que no se presentará a los comicios de 2018, lo que le quita el peso de gobernar buscando respaldos electorales. Se centrará en reformas económicas y políticas y tratará de sacar provecho de su fama de conciliador y de su larga carrera política."Cuanto antes seamos capaces de controlar las cuentas públicas, antes podremos volver al crecimiento", dijo en su toma de posesión.

Tras ser elegido diputado en los años 90 y conseguir la reelección varias veces, en 2001 asumió la presidencia del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación ideológicamente ambigua, que nunca ha ganado las elecciones presidenciales pero que siempre se las ha arreglado para estar cerca del poder. Sin embargo, esta es la segunda vez que el partido llega a la presidencia por vía indirecta. En 1985, José Sarney asumió el puesto cuando murió Tancredo Neves.

Ahora, Temer se encontrará con un Partido de los Trabajadores levantado en armas, que se niega a reconocerlo como presidente legítimo. Los sindicatos y los movimientos sociales de izquierda le acusan de querer recortar, en nombre de la austeridad, programas sociales bandera de las gestiones Lula y Rousseff. Temer, en su papel de pacificador, ha pedido varias veces en su discurso la "unidad" y el diálogo" para "pacificar la nación. "Es urgente que hagamos un gobierno de salvación nacional. Partidos, políticos, entidades organizadas y el pueblo brasileño han de colaborar para sacar al país de esta grave crisis y el diálogo es el primer paso para retomar el crecimiento", dijo Temer, contra el que ya hay convocadas protestas frente a distintas sedes del PMDB en todo el país. (Javier Sinay para El Universal / Carla Jiménez y Raquel Seco para El País)