miércoles, 6 de abril de 2016

abril 06, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Once millones de documentos. La filtración más amplia de la historia. Más de 170 medios de comunicación para discernir sobre los papeles. Y cientos de notas informativas que se divulgaron justo al mismo tiempo en todo el planeta.


Así, literalmente, un lector recibía de manera simultánea información sobre las compañías en paraísos fiscales vinculadas lo mismo a Vladimir Putin que a Lionel Messi, a Muammar Gaddafi que a Pedro Almodóvar, a Petro Poroshenko que a Iván “Bam-bam” Zamorano.

Algunas notas son de talla internacional, otras de consumo doméstico. Complejos entramados de dinero y compañías, muy difíciles de comprender para quien no sea un avezado financiero, que dejan como denominador común un tufo: algo anda mal aquí.

Los medios de comunicación más importantes que desmenuzaron “Los papeles de Panamá” lo dejaron claro desde el principio: en la mayoría de los casos los documentos no muestran una ilegalidad, pero ponen la mira en la necesidad de regular las compañías offshore para que no sean utilizadas por políticos corruptos, narcos, terroristas y criminales para esconder y lavar su dinero.

¿Qué hacen pues, en la misma lista, el más abusivo de los presidentes y el mejor de los futbolistas, un salvaje dictador y un delicioso director, un mandatario famoso por sus corruptelas y un atleta famoso por sus goles?

Ahí está justo lo que debe seguir tras la revelación masiva de los Panama Papers:

Primero, descubrir qué cantidades están detrás de cada nombre. En muchos de los casos expuestos aparecen personajes conocidos, pero no se aclara de cuánto dinero se está hablando. Eso permitiría discernir de entrada, si el implicado es capaz de tener de manera legal ese dinero, diferenciar entre lo ganado a la buena y lo de procedencia ilícita.

Segundo, determinar cuándo hay delito. Saber en qué expedientes los papeles sí prueban un acto ilegal y en cuáles marcan simplemente inversiones o estrategias fiscales que son legales y de uso común.

Tercero, quizá el más complicado de todos, el procesamiento judicial. Es bastante obvio aclarar que yo confío más en los periodistas que en las dependencias de gobierno. Pienso, porque lo ha demostrado en alguna medida, que la Justicia española puede con el caso de la hermana del ex Rey, pero ¿el gobierno del presidente Macri en Argentina va a investigar las empresas de los Macri? ¿El gobierno de Rusia va a indagar a Putin? ¿El gobierno de Ucrania a Poroshenko? ¿El de México al empresario del escándalo de la casa de Peña Nieto?

Cuarto, la regulación y supervisión a las empresas offshore deberá ser una consecuencia natural de esta megafiltración. Para que las autoridades no las consideren escondites de dinero que pueda venir de asaltos a erarios nacionales o para financiar actividades terroristas. Una cosa es una inversión patrimonial legal y otra una trinchera de maleantes. La regulación y transparencia sobre estas compañías puede ayudar a marcar esta diferencia.

Y entonces nadie podrá aprovechar la confusión de tantos millones de documentos para hacer creer que el tema es sólo de pagar impuestos, y no de quienes saquearon dinero del pueblo, se corrompieron, delinquieron, son narcos y/o son terroristas.