sábado, 16 de abril de 2016

abril 16, 2016
LESBOS, Grecia, 16 de abril.- Llegó a bordo de un autobús blanco, en compañía del Patriarca Bartolomeo y del arzobispo de Atenas: Papa Francisco visitó el campo para refugiados de Mòria en Lesbos, uno de los cinco puntos europeos en las islas griegas en donde viven amontonados 2500 personas. Francisco saludó personalmente a 150 chicos que estaban formados en una valla. Muchos de ellos han perdido a sus padres y están solos en el mundo. En los rostros quemados por el sol se podía apreciar el dolor. Son los protagonistas de la que Papa Francisco ha llamado «la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial». (Enlace a álbum del viaje a Lesbos en Facebook)

Francisco, en compañía de sus «hermanos» Bartolomeo y Hieronymus, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla y el arzobispo ortodoxo de Atenas, acarició los rostros de los más pequeños y saludó a algunas madres de familia. Cargó a un bebé de la misma manera que había hecho Bartolomeo. El Papa se inclinó en algunas ocasiones para tocar las manos de los niños que trataban de saludarlo.



El campo de refugiados está lleno de sol, hace calor. Francisco, Bartolomeo y Hieronymus llegan a una tienda blanca en donde los esperan 250 refugiados. El Papa los saluda uno por uno, pasando lentamente entre ellos. Un joven paquistaní cae de rodillas y estalla en un llanto incontrolable, pidiendo la bendición. «Padre, bendígame», repetía. Bergoglio, conmovido, apoyó sus manos en su cabeza y rezó. El hombre seguía llorando.

Durante los breves discursos de saludo, el arzobispo de Atenas dijo al Papa: «Consideramos crucial su presencia en el territorio de la Iglesia de Grecia, crucial porque llamamos juntos la atención del mundo entero, cristiano y no cristiano, sobre la actual tragedia de la crisis de los refugiados».

«No necesitamos decir muchas palabras –añadió el arzobispo ortodoxo de Atenas. Solo los que han cruzado sus miradas con las de los pequeños niños que hemos encontrado en los campos para refugiados podrán inmediatamente reconocer, en su totalidad, la ‘bancarrota’ de la humanidad y de la solidaridad que Europa ha demostrado en estos últimos años a estas personas y no solo a ellas».

También el Patriarca Bartolomeo tomó la palabra para dirigirse a los refugiados: «Hemos viajado hasta aquí para ver en sus ojos, escuchar sus voces y tener sus manos entre las nuestras. Hemos viajado hasta aquí para decirles que nos preocupamos por ustedes. Hemosviajado hasta aquí porque el mundo no los ha olvidado».

«Hemos llorado al ver que el Mediterráneo se ha convertido en una tumba para sus seres queridos. Hemos llorado viendo la simpatía y la sensibilidad del pueblo de Lesbos y de las demás islas. Pero también hemos llorado cuando hemos visto la dureza de los corazones de nuestros hermanos y de nuestras hermanas (sus hermanos y sus hermanas), cuando cerraron las fronteras y les dieron la espalda»: El mundo, concluyó, «será juzgado por la manera en la que los ha tratado a ustedes. Y todos seremos responsables por la manera en la que respondemos a las crisis y al conflicto en sus regiones de origen».

Por su parte, Francisco en su breve discurso indicó: «He querido estar hoy con ustedes. Quiero decirles que no están solos. En estas semanas y meses, han sufrido mucho en su búsqueda de una vida mejor. Muchos de ustedes se han visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de sus hijos, por sus pequeños. Han hecho grandes sacrificios por sus familias. Conocen el sufrimiento de dejar todo lo que aman y, quizás lo más difícil, no saber qué les deparará el futuro. Son muchos los que como ustedes aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente».

«Dios creó la humanidad –explicó el Papa- para ser una familia; cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados. Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo han comprobado con ustedes mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a sus necesidades a pesar de sus propias dificultades».

«Este es el mensaje --dijo-- que les quiero dejar hoy: ¡No pierdan la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor». Después, los tres líderes religiosos firmaron juntos una declaración conjunta, en la que hay un fuerte llamado a la comunidad internacional. Después se dirigieron a almorzar con ocho refugiados del campo. (Andrea Tornielli / La Stampa)