viernes, 25 de marzo de 2016

marzo 25, 2016
VATICANO, 25 de marzo.- Que no haya venganza, sino solo misericordia, el único sentimiento que puede salvar al mundo. «Que el odio y la ferocidad de los atentados terroristas de esta semana en Bruselas nos ayuden a comprender la fuerza divina que encierran esas últimas palabras de Cristo: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’». El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, lo dijo en la homilía durante la Celebración de la Pasión del Señor, presidida hoy por la tarde por Papa Francisco en la Basílica de San Pedro.

Aunque el odio de los hombres pueda llegar muy lejos, «el amor de Dios ha sido, es y será siempre más fuerte. Se dirige a nosotros, en las presentes circunstancias, la exhortación del apóstol Pablo: ‘No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien’», indicó Cantalamessa. «Es hora de que nos demos cuenta de que lo contrario de la misericordia no es la justicia, sino la venganza —continuó en su predicación, que siguió la lectura de la Pasión según Juan. Jesús no opuso su misericordia a la justicia, sino a la ley del talión: ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Al perdonar los pecados, Dios no renuncia a la justicia, renuncia a la venganza; no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Jesús en la Cruz no pidió al Padre que vengara su causa».

El Pontífice se postró en el suelo ante la Cruz como signo de adoración. (AP)

«Existe el peligro de que uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste», observó. «La justicia de Dios —aclaró— es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer justos». «Lutero —continuó— tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido y es esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma, la cual el próximo año cumple el quinto centenario. “Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que se me abrieran de par en par las puertas del paraíso”».

Al respecto, Cantalamessa citó también al Papa emérito, Benedicto XVI, quien «en su libro sobre Jesús de Nazaret, Benedicto XVI escribió: “La injusticia, el mal como realidad no puede simplemente ser ignorado, dejado de lado. Tiene que ser descargado, vencido. Esta es la verdadera misericordia. Y que ahora, visto que los hombres no son capaces, lo haga el mismo Dios – esta es la bondad incondicional de Dios”».

«¡Tenemos —exclamó— que desmitificar la venganza! Se ha convertido en un mito invadente que contagia todo y a todos, empezando por los niños. Gran parte de las historias que llevan a las pantallas y de los juegos electrónicos son historias de venganza, hechas pasar por la victoria del héroe bueno. La mitad, si no es que más, del sufrimiento que existe en el mundo (cuando no se trata de males naturales) proviene del deseo de venganza, tanto en las relaciones entre las personas como en las relaciones entre los Estados y pueblos».

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La misericordia salva también a los matrimonios, explicó Cantalamessa: «Sucede en el matrimonio algo semejante a lo que ha sucedido en las relaciones entre Dios y la humanidad, que la Biblia describe, justamente, con la imagen de unas nupcias», explicó el fraile capuchino. «También en el matrimonio —subrayó— al principio no estaba la misericordia, sino el amor. Uno no se casa por misericordia, sino por amor. Pero después de años, o meses, de vida juntos, surgen los limites recíprocos, los problemas de salud, de finanzas, de los hijos; interviene la rutina que apaga cualquier alegría». Y, continuó, lo que puede salvar un matrimonio de caer en un callejón sin salida es justamente la misericordia, «entendida en el sentido fértil de la Biblia, es decir no solo como perdón recíproco, sino como un ‘revestirse de sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de magnanimidad’. La misericordia hace que al eros se sume el ágape, al amor de búsqueda de placer, el de la donación y de compasión. Dios se apiada del hombre: ¿no deberían esposo y esposa apiadarse el uno del otro? ¿Y no deberíamos nosotros, que vivimos en comunidad, apiadarnos los unos con los otros, en lugar de juzgarnos?».

Entonces, solo la misericordia puede salvar al mundo, aseguró el predicador: «Se ha dicho que el mundo ‘será salvado por la belleza’ (Dostoyevski, ‘El idiota’); pero la belleza también puede llevar a la ruina. Hay una sola cosa que puede salvar de verdad al mundo, ¡la misericordia! La misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre sí. Puede salvar, en particular, lo más precioso y más frágil que existe, en este momento, en el mundo, el matrimonio y la familia».

Al entrar a la Basílica, el papa se postró ante el altar de la Confesión en signo de penitencia. (Domenico Agasso Jr. / La Stampa / aciprensa)