domingo, 6 de marzo de 2016

marzo 06, 2016
Joe Scarborough / The Washington Post

El supersábado terminó siendo una matanza para Marco Rubio. La elección del establishment para ganar la nominación del Partido Republicano ya no parece capaz ni siquiera de terminar en el segundo lugar. Si el senador de Florida quiere salvar su carrera política, es el momento de que su quijotesca cruzada por la Casa Blanca llegue a su fin.

Después de Iowa, el senador Rubio prometió a sus seguidores que ganaría la nominación con su estrategia de 3-2-1. Pero un mes más tarde, terminó anoche 3-3-3-4. Como dijo Paul Begala sobre Rubio, "A todo el mundo le gusta, menos a los electores."
    
En Kansas, Rubio perdió ante Ted Cruz por un 32%. En Kentucky, estuvo un 20 por ciento por abajo de Donald Trump y un 30 por ciento en Louisiana. Y en Maine, el "Futuro del Partido Republicano" fue derrotado por casi 40 puntos.


Los votantes republicanos rechazaron los esfuerzos de Rubio para devolver a Donald Trump insulto por insulto. El senador de Florida sugirió primero que el multimillonario de Manhattan había mojado sus pantalones durante un debate presidencial. Luego -canalizando el humor de baño tipo Austin Powers- Marco Rubio sugirió que el principal candidato del Grand Old Party estaba mal dotado sexualmente. Fue demasiado para los votantes conservadores, su electorado natural. El senador Ted Cruz terminó siendo el beneficiario de la conducta juvenil del senador Rubio, al anotarse dos victorias impresionantes en Kansas y Maine.

La campaña de Rubio, por el contrario, quedó humillada de nuevo, arrinconada en apostar el futuro político de su candidato en un primer puesto en la Florida. Ese resultado se hace más difícil por el colapso de anoche. Si hay alguien alrededor de Rubio que entiende que esta campaña ha terminado, deberían decirle que se vaya a casa, anuncie su candidatura a la reelección como senador, sacar la tarjeta de votación de la guantera y empezar a reconstruir su reputación política de inmediato.

El senador aún tiene tiempo para salvar una carrera política dañada por su campaña electoral mediocre. Pero eso no será el caso si Rubio permanecea alrededor de esta carrera el tiempo suficiente para ser avergonzado por Donald Trump en su estado natal, Florida. Si eso llegara a ser el caso, el senador una vez prometedor se vería obligado a vivir su vida profesional como lobista del Beltway o, peor aún, convertirse en anfitrión de un noticiero por cable.