martes, 15 de marzo de 2016

marzo 15, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Unos días antes de que “El Chapo” Guzmán fuera capturado, en Los Pinos supieron que Sean Penn publicaría en la revista Rolling Stone un artículo sobre su reunión con el narco más buscado del mundo.

El impacto de la pieza era brutal: mientras el presidente Enrique Peña Nieto se hospedaba en un lujoso hotel de Nueva York debido a su participación en la Asamblea General de la ONU, a unas habitaciones de distancia el actor chateaba con el capo a quien no encontraba el régimen mexicano.

Lo anticiparon en Los Pinos por las solicitudes de información que hizo la famosa revista para consolidar el escrito:

Tienes una semana para agarrar a “El Chapo”, le habría dicho el primer mandatario a su secretario de Gobernación, cuando supieron que estaba por publicarse la escandalosa noticia que derivaría de nuevo en un ridículo de talla internacional.

(Foto Kate del Castillo / The New Yorker)

Me lo revelan fuentes de primer nivel.

Para entonces, el gobierno ya tenía monitoreada a la actriz Kate del Castillo. Sus reuniones y chateos con el líder del cártel de Sinaloa y sus abogados generaron una línea de investigación. Sus opiniones contra el gobierno federal generaron… irritación. Más cuando dedujeron (según la actriz, erróneamente) que ella participó en la planeación de la pieza de Rolling Stone.

Cuando cayó El Chapo, antes de que la revista fuera distribuida, el tablero cambió.

El gobierno federal decidió difundir en su anuncio oficial sobre la captura del capo que la actriz había sido clave para el éxito la operación. Los detalles de la indagatoria, publicados en estas “Historias de Reportero”, marcaban que si bien Kate permitió ubicar al Chapo en octubre de 2015 (entonces se lanzó una ofensiva de la que Gumzán Loera logró evadirse en la sierra de Sinaloa), poco o nada tuvo que ver en la Operación Cisne Negro que significó su aprehensión en enero de 2016 en Los Mochis. La llave fue mucho menos glamourosa: un individuo, “El Plomero”, encargado de adaptar las casas de seguridad para el mandón del cártel.

En el anuncio oficial hubo, pues, un poco de verdad y un poco de ficción. Lo cierto es que la historia Chapo-Kate embrujó al público, y le costó en imagen (tal vez en ingresos) a la actriz.

Fuentes oficiales aceptan que en México no hay delito que fincarle a Kate del Castillo: no es imputable por su relación personal, su colaboración para hacer una película ni sus pláticas sobre un tequila. Siguen indagando la posible existencia de un contrato que significara algo más. Hasta ahora no lo tienen y no pueden más que citarla a declarar como testigo. Están esperanzados en que sus pares de Estados Unidos sí le presenten cargos pues sus leyes son más duras contra quienes se asocian o no revelan el paradero de quienes amenazan su seguridad nacional.

Para el gobierno, Kate fue mucho más allá que una voz opositora. Para Kate, el gobierno también se está excediendo. Quizá por eso Eric del Castillo, actor y fugaz político por el PAN, declaró la semana pasada que buscaría una tregua: “me gustaría hablar con el secretario de Gobernación para decirle que le baje, también le diré a mi hija que le baje”.