domingo, 21 de febrero de 2016

febrero 21, 2016
Proceso dedica su edición de esta semana al trasfondo del silencio papal:

El Papa Francisco se ajustó a los acuerdos previos, rehuyó los temas que más hieren en México y pagó un precio: la crítica y aun el repudio de una parte de la sociedad. A cambio, cobró por su silencio su propio precio: vio al Estado laico doblegarse y volverse clerical. Evitó referirse a dos gravísimos temas nacionales: los desaparecidos de Ayotzinapa y las víctimas de la pederastia sacerdotal. Como nunca antes, la clase política mexicana, empezando por Enrique Peña Nieto en su carácter de jefe de un Estado laico, dejó ver sin tapujos qué poco le importan los preceptos constitucionales más caros de la nación…


CIUDAD DE MÉXICO, 21 de febrero.- El gobierno de Enrique Peña Nieto fue el gran beneficiario de la pasada visita a México del Papa Francisco, pues logró que el pontífice no se reuniera con grupos de familiares de desaparecidos, entre ellos los padres de los 43 normalistas, y que omitiera ese espinoso tema de todos sus discursos, en los cuales no mencionó las palabras “desaparecidos” ni mucho menos “Ayotzinapa”.

Limitado por acuerdos previos entre la Secretaría de Estado del Vaticano y la Cancillería mexicana, Jorge Bergoglio tuvo que asumir durante su visita su condición de jefe de Estado, lo cual le impidió involucrarse en los candentes asuntos internos de México; por ello no recibió en audiencia a las víctimas de la violencia, quienes le hicieron esa petición desde meses antes de su viaje.

También le pidieron audiencia las víctimas de sacerdotes pederastas mexicanos; no las recibió, pese a que el tema es un asunto interno de la Iglesia y ajeno a cuestiones diplomáticas.

El sacerdote Alejandro Solalinde –quien siempre ha gestionado para que las víctimas sean escuchadas por Bergoglio–, comenta decepcionado: “El Papa no quiso reunirse con las víctimas porque asumió su identidad de Jefe de Estado, de representante de le entidad política que es el Estado Vaticano. Y su estancia en México se manejó como la visita pastoral de un jefe de Estado, lo cual es una ambigüedad terrible que fue aprovechada por el gobierno mexicano”. (Rodrigo Vera / Proceso)

Los sacerdotes pederastas, los feminicidios y las desapariciones forzadas son algunos de los mayores ultrajes que asuelan México, pero para el jefe del Estado Vaticano en su reciente visita fue como si no existieran. No dijo una palabra al respecto, pronunció discursos en los que señalaba al aire y no se reunió con familiares de las víctimas. Las familias vapuleadas por la violencia se sienten revictimizadas por aquel de quien esperaban consuelo y acción al servicio de la justicia: “Nos dimos cuenta lo que es la religión y el gobierno: Están para engañar”…

CIUDAD DE MÉXICO, 21 de febrero.- Pocos días después de que el Papa Francisco dejara México, miembros de organizaciones sociales que buscan visibilizar la crisis de derechos humanos en México admiten sentirse decepcionados porque el Papa se negó a mantener una reunión con las víctimas de la delincuencia y del Estado. Y van más allá: se dicen convencidos de que hubo “un arreglo” entre el Vaticano y el gobierno de Enrique Peña Nieto para que no ocurriera este acercamiento.

En entrevistas por separado, representantes de la Red Nacional de Organismos Civiles Todos los Derechos para Todas y Todos (Red TDT), Amnistía Internacional, Católicas por el Derecho a Decidir (CCD), Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan y de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, lamentan que el jerarca católico no haya querido escuchar a las víctimas, en un país lacerado por la violencia, la corrupción y la impunidad.

Esas agrupaciones, como muchas otras, enviaron mensajes al pontífice para informarle de la crisis de derechos humanos que padece el país, y en algunos casos, para solicitarle encuentros privados, como fue el caso de los papás de los 43 estudiantes levantados en Iguala, quienes ya habían buscado a Francisco desde su primera visita al continente americano, el año pasado.

Para María de la Luz Estrada, de CCD, Jorge Bergoglio “perdió una oportunidad histórica”, para demostrar que es un jefe religioso y de Estado que se encuentra del lado del pueblo:

“Al Papa le faltó algo a lo que convocó a los sacerdotes en Michoacán: atreverse a no resignarse. Le faltó romper con la agenda tan formal, que no dejó mirar el rostro de las víctimas.” (Gloria Leticia Díaz / Proceso)

(Fragmentos de los reportajes que se publican en la edición 2051 de Proceso, ya en circulación)