miércoles, 10 de febrero de 2016

febrero 10, 2016

“Arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15)

MÉRIDA, Yucatán, 10 de enero.- Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con afecto al inicio del santo tiempo de la Cuaresma. Y ¿qué es la Cuaresma? Es el camino espiritual que la Iglesia recorre hacia la Pascua, es decir, la preparación para llegar purificados de pecado a la celebración Pascual.

Esta práctica se inspira en los cuarenta días que nuestro Señor Jesucristo pasó en el desierto preparándose para iniciar su ministerio en la vida pública, ayunando y orando a su Padre celestial.

Habrán ustedes notado que año con año, aquí como en otras ciudades de Latinoamérica, se llevan a cabo los festejos de carnaval en los días previos al Miércoles de Ceniza, con el que inicia la Cuaresma. Eso no es una casualidad. Lo que pasa es que los primeros evangelizadores advertían a los moradores de estas tierras que durante la Cuaresma no podrían tener ningún festejo, ni siquiera celebraciones de quince años o de bodas; pues deberían pasar esos cuarenta días sin música, ninguna clase de excesos, sino en ayuno, silencio, oración, meditación y reflexión. Por supuesto que vivir con semejante austeridad durante todo ese tiempo no era cosa fácil. De ahí aquel dicho que reza: "eres largo como la Cuaresma"; porque por todos lados se hacía sentir este ambiente de rigor espiritual. Entonces la gente comenzó a hacer grandes fiestas previas al Miércoles de Ceniza que pronto recibieron el nombre de "carnaval".

¡Qué lejos estamos de aquellos tiempos y de aquellas costumbres de una sociedad de cristiandad! Ahora pareciera que todo el año es carnaval. Ahora aun en Viernes Santo, mientras algunas multitudes celebran un sentido viacrucis, otras multitudes viven días de toda clase de excesos en lo que ahora llaman "vacaciones de primavera" o "spring break". Ahora son relativamente pocos los católicos que recuerdan cuáles son los días de ayuno y de abstinencia; y ordinariamente tienen dudas para recordar en qué consisten ambas prácticas. Ahora es muy común escuchar predicadores que invitan a no darle importancia a estas expresiones ascéticas, y tan sólo abstenerse del pecado, “que al fin y al cabo es lo que importa”.

Sin pretender querer volver a los tiempos en los que nuestros bisabuelos vivieron la Cuaresma con sumo rigor, yo quisiera invitarles a tomar en serio estos días, y a buscar sacarles el máximo provecho para nuestra vida cristiana, y que podamos así llegar transformados a la Pascua.

Sobre el Miércoles de Ceniza, lo primero que hay que recordar es que no es obligatorio acudir a este ritual. Aunque en México es el día del año en que más gente acude a la Iglesia, a recibir la ceniza. Y entre las multitudes que acuden a la ceniza asisten gentes que sólo ese día van a la Iglesia; y algunos cristianos de otras iglesias y hasta algunos no creyentes. ¿A qué se debe este fenómeno que no se ve en otros países? Seguramente la respuesta se encuentra en las culturas prehispánicas que tenían una visión particular sobre la muerte. Quizá por eso muchos, cuando reciben la ceniza, prefieren que el ministro les diga la frase: "Acuérdate que eres polvo, y en polvo te has de convertir" (Gn 3, 19), en lugar de la otra que dice: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Mc 1, 15).

Lo que importa del Miércoles de Ceniza es iniciar la Cuaresma con el pie derecho, humillándonos ante el Señor (es el porqué de la ceniza), reconociéndonos pecadores; y confesándonos ese día si fuera posible, o cualquier otro día de la Cuaresma, cumpliendo así con el llamado de la Iglesia de confesarnos por lo menos una vez al año. El Miércoles de Ceniza es pues, un fuerte llamado a la conversión.

La Iglesia nos llama a todos los creyentes a ayunar sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Pero ayunar en cualquier tiempo siempre es espiritualmente recomendable, en cuanto que puede ayudarnos a fortalecer el espíritu en la lucha contra el pecado. No existe una medida única o cantidad de comida para ayunar. Se trata tan sólo de recordar que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4). Se trata de que el ayuno nos haga recordar a los pobres que tienen hambre. El director espiritual, el médico y la sana prudencia nos ayudarán a saber qué tanto podemos ayunar, de acuerdo a nuestra edad, condición física y salud. Lo que ahorramos al dejar de comer debería ser dedicado a dar de comer a los pobres.

La Iglesia nos llama a la abstinencia de carne el Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma, incluyendo el Viernes Santo. En esta práctica debe verse un sacrificio y un símbolo. Sacrificio para todos los que gustan de comer carne y tienen dinero para comprarla. Símbolo para quienes comen pescado, por el acróstico que los primeros cristianos descubrieron en la palabra "pez", que en griego se dice: "Ichthus", y al descifrarlo como acróstico significa: “Iesoús Christós Theoú Uiós Sóter”; y traducido es: "Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador". Hermoso simbolismo; pero banquetear con la comida del mar no suele ser ningún sacrificio.

Otras prácticas cuaresmales muy valiosas, en la Cuaresma y en todo tiempo, y además útiles para buscar y vivir la conversión, son la oración y la limosna. Ojalá que todos en esta Cuaresma aumenetmos nuestra oración y nuestra solidaridad con los necesitados. Ojalá que todos los que puedan no se pierdan la oportunidad de unos buenos ejercicios espirituales durante este santo tiempo. Recordemos además el gran valor del silencio para la vida espiritual. Hoy en día nos cuesta mucho descubrir el gran valor del silencio, que tanto ayuda a la comunicación interpersonal; para comunicarnos con nosotros mismos y, ciertamente, que es indispensable para escuchar la voz de Dios.

En el primer viernes de esta Cuaresma 2016, Dios mediante, llegará a nuestra Patria el Papa Francisco. ¡Disfrutemos su visita! pero aprovechemos sus mensajes, que pueden significar para nosotros excelentes rutas para la conversión y para una digna celebración de la Pascua.

"Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Mc 1, 15).

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán