viernes, 29 de enero de 2016

enero 29, 2016
Pedro Echeverría V.

1. Si aceptamos que este mundo y las naciones que lo integran están divididos en clases sociales antagónicas y con diferentes intereses, tenemos que aceptar que los sindicatos desde el siglo XIX son organismos de defensa de la clase explotada y oprimida contra la clase que lo domina. Los sindicatos surgen junto al trabajo asalariado y sus antecedentes  los encontramos en México  en el artesanado y sus organizaciones de “apoyo mutuo” y de “cooperativas. Los sindicatos han sido “blancos” entregados a los empresarios, “gobiernistas” controlados por políticos, así como “independientes” cuando logran tener conciencia de la defensa de sus propios intereses de clase; nunca han dejado de vender su trabajo en la sociedad capitalista.


2. Los partidos, aunque deberían ser de clase, desde hace más de un siglo al transformarse en electorales y sólo esperar votos, decidieron ser de clases: trabajadores, sectores medios, burguesía y grandes multimillonarios. En México se han registrado por el asunto electoral, influenciados por el dinero que les reparte el Estado, decenas o cientos de partidos nacionales o locales. Sin embargo en los años 50, 60 y 70 hubo más de 100 partiditos que jamás se registraron ni votaron y cuya característica fue ser marxista, leninista, trotskista, maoísta, guevarista o espartaquista. Estos últimos casi han desaparecido porque la burguesía en 1977 metió a todos en su “reforma política” o los aisló del movimiento social.

3. Los partidos pudieron ser instrumentos de las rebeliones y revoluciones pero la clase dominante fue mil veces más hábil para comprar, reprimir y controlar. Los teóricos del sindicalismo y el anarquismo escribieron que los mismos sindicatos superarían su papel de sólo vender su fuerza de trabajo para convertirse en revolucionarios y anticapitalistas mediante las huelgas generales, los boicots productivos, tomas de fábricas y “acción directa”. Los procesos electorales y toda la legalidad burguesa le han dado nuevos brillos al capitalismo y al parecer prolongarán por muchas décadas más su dominio. La democracia formal burguesa le abolió todo el filo que pudieron representar los partidos y los sindicatos. (29/I/16)