domingo, 31 de enero de 2016

enero 31, 2016
Pedro Echeverría V.

1. Cuando estábamos hasta la madre con los gobiernos del PRI que llevaban más de 70 años ejerciendo un dictadura de partido, apareció un loquito (empresario Vicente Fox) del PAN que, a pesar de su enorme ignorancia de la situación del país, pudo aprovechar el hartazgo y fue declarado presidente el año 2000; gobernando igual o peor que el PRI a las mitad de su sexenio PAN y PRI cogobernaron. En 2006 PAN, empresarios e imperio se unieron fuerte para impedir que López Obrador –a quien acusaron de comunista, chavista, providencial y peligroso- hicieron hasta lo imposible para destruirlo. Al asumir el cargo el panista Felipe Calderón, ante el miedo terrorífico a las masivas protestas, convocó al ejército a ocupar las calles de varios estados con el pretexto de combatir a decenas de miles de narcotraficantes. Murieron más de 100 mil.

2. El PRI le dio “chance” al PAN de gobernar 12 años desde la Presidencia, pero nunca perdió su poder político en por lo menos la mitad de los estados, en los poderes Legislativo y Judicial. En 2012 el PAN estaba semienterrado y López Obrador volvió a surgir para competir contra Televisa, los empresarios, el imperio, que impulsaba al entonces desconocido Enrique Peña Nieto. Otra vez López Obrador –iluso en la vía electoral- no entendió que los votos se compran con cualquier mendrugo. Peña ascendió al gobierno y después de un año de querer imponer sus privatizaciones, desde fines de 2014 no encuentra la manera para detener su desplome: a) se desplomó el precio del petróleo de 106 a 20 dólares; b) se desplomó el peso de 13 a 19 por dólar, c) los asesinatos contra estudiantes, campesinos, se han incrementado, d) el desempleo es cada vez mayor.

3. Siendo el PRI y el PAN los partidos de la clase dominante –así como son los partidos demócrata y republicano de los EEUU- resulta casi imposible que sus dueños quieran “aventurar” otra alternativa. López Obrador va por la tercera después de construir su partido “Morena” y sigue manteniendo su discurso de vía electoral, vía pacífica, del “amor”. Sigue viviendo ilusionado en que “los votos cuentan” cuando desde 1929 las elecciones sólo han servido para legitimar, legalizar, confirmar, cualquier proceso acordado antes. AMLO piensa que si las guerrillas y el movimiento social para transformar radicalmente el país han fracasado, cree su pensamiento es el único verdadero sin observar o estudiar lo electoral con Allende en Chile, Maduro en Venezuela, Correa, Ortega, gobiernos europeos socialdemócratas y demás.