domingo, 17 de enero de 2016

enero 17, 2016
CIUDAD DEL VATICANO, 17 de enero.- «Hay que formar a un nuevo ‘humanismo del trabajo’, porque vivimos en un tiempo en el que se explota a los trabajadores, y en el que el trabajo no está al servicio de la persona, existe el trabajo esclavo». Es necesario que «el hombre, y no las ganancias, sea el centro». Lo dijo Papa Francisco a los miembros del Movimiento Cristiano de Trabajadores (MCL en italiano), que fueron recibidos en una audiencia en el Aula Pablo VI del Vaticano. Muchos llegaron a Roma, y miles no pudieron entrar a la gran sala de las audiencias, por lo que siguieron el encuentro desde fuera y gracias a las mega pantallas de la Plaza San Pedro. Había muchísimas familias y niños.

En su saludo al Papa, el presidente del MCL, Carlo Costal, definió la audiencia «una manera para retomar oxígeno» y recordó el compromiso del movimiento «al servicio de la gente que trabaja, de las personas descuidadas por la sociedad, de las pobrezas reales». Costalli garantizó la constante búsqueda de «soluciones reales» para quienes no tienen trabajo y incluyó su intervención recordando que él, como el Pontífice, también cumple años el 17 de diciembre.

El Santo Padre bendice la foto de un bebé en un smartphone. (AP)

Francisco habló de la «vocación al trabajo». El trabajo es una vocación, «porque nace de una llamada que Dios dirigió desde el principio al hombre, para que ‘cultivara y custodiara’ la casa común». Papa Bergoglio sugirió al MCL tres palabras: la primera es educar. «Hay que formar —dijo— a un nuevo ‘humanismo del trabajo’, en el que el hombre, y no las ganancias, sea el centro; en el que la economía sirva al hombre y no se sirva del hombre». Educar, añadió, «ayuda a no ceder a los engaños de quienes quieren hacer creer que el trabajo, el empeño cotidiano, el don de sí mismos y el estudio no tienen valor».

«Es urgente educar a recorrer la vía, luminosa y difícil, de la honestidad, huyendo de los atajos de los favoritismos y los enchufes. Siempre existen estas tentaciones, pequeñas o grandes, pero se trata siempre de ‘compraventas morales’, indignas del hombre: deben ser rechazadas, acostumbrando el corazón a permanecer libre. De lo contrario, generan una mentalidad falsa y nociva que debe ser combatida: la de la ilegalidad, que lleva a la corrupción de la persona y de la sociedad. La ilegalidad es como un pulpo gigante que no se ve: está oculta, sumergida, pero con sus tentáculos aferra y envenena, contaminando y haciendo mucho daño» Hay que ayudar a las jóvenes generaciones «a descubrir la belleza del trabajo verdaderamente humano».

La segunda palabra es «compartir». El trabajo «debería unir a las personas, no alejarlas, volviéndolas cerradas y distantes. Al ocupar tantas horas del día, nos ofrece también la ocasión para compartir lo cotidiano, para interesarnos por que está al lado nuestro, para recibir como un don y como una responsabilidad la presencia de los demás». Francisco citó los «proyectos de Servicio Civil», que «les permiten acercarse a personas y contextos nuevos, haciendo suyos sus problemas y sus esperanzas. Es importante que los demás no sean solo destinatarios de alguna atención, sino de verdaderos proyectos. Todos hacen proyectos para sí mismos, pero proyectar para los demás permite dar un paso adelante: pone a la inteligencia al servicio del amor, haciendo que la persona sea más íntegra y que la vida sea más feliz, porque tiene capacidad de donar».

La última palabra es «testimonio». El Papa citó la frase de San Pablo: «¡Quien no quiera trabajar, que tampoco coma!», y comentó: «También en esa época había quienes hacen trabajar a los demás para comer ellos». Hablando sobre los desempleados como «nuevos excluidos de nuestro tiempo», citó las estadísticas del desempleo juvenil: «¿Qué hace un joven que no trabaja?», cae, «en las dependencias, en las enfermedades psicológicas, en los suicidios, y no siempre se publican las estadísticas de los suicidios juveniles. Este es el drama de los nuevos excluidos de nuestro tiempo, que son privados de su dignidad». «La justicia humana —dijo Francisco— exige el acceso al trabajo para todos. También la misericordia divina nos interpela: frente a las personas en dificultades y a situaciones fatigosas (estoy pensando en los jóvenes para los que casarse o tener hijos es un problema, porque no tienen un empleo suficientemente estable o la casa) no sirve hacer prédicas; hay que transmitir esperanza, confortar con la presencia, sostener con la ayuda concreta».

El Papa concluyó pidiendo perdón por haber llegado media hora tarde, debido al tiempo que duraron las audiencias anteriores, y animó a los miembros del MCL a «ofrecer testimonio a partir del estilo de vida personal y asociativo: testimonio de gratuidad, de solidaridad, de espíritu de servicio». (Andrea Tornielli / Vatican Insider)