jueves, 14 de enero de 2016

enero 14, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero


A las once de la noche de este lunes 11 de enero, termino el primer grupo de exámenes psicológicos y criminológicos a Joaquín Guzmán Loera en el penal del Altiplano.

Según fuentes de la Comisión Nacional de Seguridad, los especialistas que se encargaron de evaluar al narcotraficante más famoso del mundo lo describieron como triste, derrotado y especialmente preocupado ante la posibilidad de ser extraditado a los Estados Unidos.

Según la Procuraduría General de la República hasta ahora lo han solicitado en extradición dos cortes estadounidenses: la de El Paso, Texas, y la de San Diego, California.

“No me quiero ir”, dijo contundentemente a los sicólogos. Argumentó que va a extrañar mucho a su familia, especialmente a sus hijos. Las evaluaciones, que duraron varias horas, fueron realizadas por personal del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social (OADPRS) perteneciente a la Comisión Nacional de Seguridad.

Los perfiles que hicieron sobre El Chapo las autoridades federales mexicanas cuando lo estaban persiguiendo, marcaban que tenía varias debilidades: la televisión, la comida china, pero sobre todo los dulces, las mujeres y sus dos hijas más pequeñas, unas gemelitas que rondan los cinco años de edad.

Los órganos de inteligencia de las Secretarías de Gobernación y de Marina Armada de México concluyeron también que desde hace varios años ha ido entrenando a su hijo Iván Archivaldo Guzmán Salazar para ser heredero del cártel, educación en la que ha recibido también apoyo de su compadre Ismael “El Mayo” Zambada.

En el Centro Federal de Readaptación Social número 1, con sede en Almoloya de Juárez, Estado de México, se han redoblado las medidas de seguridad, especialmente en todo lo que tiene que ver con este escurridizo delincuente.

Una muestra, resaltan fuentes oficiales, es que su abogado no cubrió los requisitos para visitar a su cliente hasta el lunes en la noche, cuando El Chapo fue internado en ese penal tres días antes.

Otro botón mucho más llamativo es que entre el viernes en la noche y ayer a las diez de la mañana, Guzmán Loera había sido cambiado siete veces de celda sin un patrón definido de horarios ni permanencias.

No sólo él. Los penales federales han estado bastante moviditos por el “efecto Chapo”: entre septiembre y diciembre de 2015, de acuerdo con cifras oficiales, 5 mil 500 internos han sido cambiados de penal y 18 mil ocupan una celda distinta dentro de la misma cárcel. Esto quiere decir que 23 mil de los 24 mil presos cambiaron de celda o penal. Prácticamente todos. En ese mismo lapso se reporta que se realizaron 550 operativos y 650 funcionarios fueron relevados. Todo en números cerrados.

SACIAMORBOS

El Chapo casi no ha tomado agua, come la mitad de sus raciones y se queja de dolores por la caminata de un kilómetro y medio agachado en el drenaje pluvial de Los Mochis, tratando de huir de los marinos mexicanos. Le han dado medicina para el dolor.