jueves, 31 de diciembre de 2015

diciembre 31, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Una alberca con tiburones es el piso del comedor principal del nuevo palacio de gobierno del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogán.

Ahí recibe a dignatarios e invitados especiales. Para llegar a sus asientos asignados, caminan sobre los gruesos cristales que permiten ver la atemorizante fauna marina.

Erdogan abandona una ceremonia de aniversario de la República celebrada en el nuevo palacio presidencial, en Ankara, en noviembre de 2014. (Reuters)
La lujosa instalación oficial costó 350 millones de dólares y fue inaugurada en octubre de 2014 causando controversias financieras, ecológicas, religiosas y políticas. Ninguna le importó al premier, que ya ocupa la propiedad de mil habitaciones y 200 hectáreas a las afueras de Ankara, la capital. Se le conoce como El palacio blanco (¡plop!).

La última semana de noviembre, el ejército de Turquía derribó un avión caza ruso que combatía en Siria, argumentando que sobrevolaba su espacio aéreo y no respondió a los avisos de redirigirse. Un enfurecido presidente de Rusia, Vladimir Putin (sus excentricidades y obsesión por el poder son mucho más conocidas que las del turco), respondió que nunca hubo tal invasión ni jamás se recibieron advertencias.

Desde entonces, las dos naciones viven en tensión y se cobran la afrenta con bloqueos económicos, enfriamiento diplomático y muchas declaraciones amenazantes.

Qué mal les va a los pueblos cuando en sus líderes políticos la testosterona se impone a laneurona. Hay mucho de esto en España, en la disputa por la independencia de Cataluña. En México tenemos ejemplos de políticos que actúan como en cantina. Pasa en buena parte del mundo.

Pero lo de Erdogán y Putin ha obstaculizado los esfuerzos de combate al grupo terrorista Estado Islámico y amenaza con crear un conflicto bélico… dentro del conflicto bélico.

“El problema es que uno se cree sultán y el otro se cree zar”, escuché decir el otro día a alguien que tiene roce internacional y ha departido con figuras de esta talla. Me encantó la frase por precisa… y peligrosa.

El “sultán” de Turquía tiene bajo su mando al segundo ejército más importante de la OTAN.


El “zar” ruso comanda una de las fuerzas militares más potentes del planeta. Cualquiera pensaría que Turquía no tiene cómo ganarle a Rusia una escalada violenta, pero quién sabe si eso es lo que piensa el presidente Erdogán.

Aunque hasta ahora ambas naciones han dejado claro que no llevarán el asunto a una guerra, la personalidad de sus líderes genera incertidumbre.

En el camino, para la opinión pública ha sido valioso conocer las acusaciones que ahora sí se atreven a lanzarse estos dos “aliados” contra el Estado Islámico: Turquía dice que Rusia en realidad quiere fortalecer al presidente sirio Asad y sus bombardeos atacan a opositores al régimen, que son también adversarios de los terroristas. Rusia responde que Turquía financia al Estado Islámico, pues en el mercado negro le compra el petróleo barato que el grupo radical extrae en los territorios que ocupa.

SACIAMORBOS. Escuchado en Nueva York: en sus tres años de mandato, el presidente Peña ha dormido más noches en Turquía que en Washington. ¿Por?