viernes, 13 de noviembre de 2015

noviembre 13, 2015
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de noviembre.- Con el título Habla Murillo, Excélsior ha estado publicando una muy interesante entrevista a Jesús Murillo Karam, ex procurador general de la República y ex titular de la SEDATU, en la Bitácora del director, Pascal Beltrán del Río, con los títulos Habla Murillo I, Habla Murillo II y Habla Murillo III:

Habla Murillo (I)

11 de noviembre.- El 2 de octubre de 1968, un joven hidalguense de 20 años de edad salió corriendo de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, cuando sonaron los primeros disparos.

Pasó velozmente entre tanquetas del Ejército y se escondió dentro de uno de los botes de basura en forma de hongo que existían en la unidad habitacional, a un costado del Edificio Campeche.

Jesús Murillo Karam emergió de ahí varias horas más tarde y anduvo a salto de mata hasta que sus padres le transmitieron la promesa de un funcionario estatal de que a él no lo andaban buscando y que podía volver a Pachuca.
Enlace a El feroz reghreso de Jesús Murillo Karam.

Cuarenta y seis años después, en octubre de 2014, el exlíder del Comité de Lucha de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, convertido en procurador General de la República, resbaló por la pendiente del basurero de Cocula, Guerrero, a donde había llegado luego de que su subalterno Tomás Zerón le informó que había encontrado “algo”.

Poco después –relata él mismo–, arribaron a ese mismo sitio los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense. Y viendo que el lugar estaba plagado de lo que parecían fragmentos óseos, se dieron a la tarea de delimitar el terreno.

“Era evidente que allí había habido un gran incendio”, me dice el también exlegislador, exgobernador y exsecretario de Estado, mostrándome una fotografía tomada ese día, en la que se le ve caminando por el sitio, flanqueado por dos soldados, ataviado con un chaleco y con el pantalón beige manchado de las asentaderas.

“Quise bajar parado, pero no pude”, cuenta, alzando los hombros.

Ha pasado más de un año desde que Murillo franqueó la cerca de ese infierno apagado; 257 días desde que dejó de ser procurador y casi dos meses y medio desde que salió del gabinete.

Ese último lapso ha permanecido callado, mientras se apilan sobre su historia señalamientos de errores y arbitrariedades que supuestamente cometió mientras dirigía la investigación sobre los hechos de Iguala.

Admite uno de ellos y me lo dice apenas nos sentamos a desayunar: “Nunca debí usar la expresión ‘verdad histórica’. Quise decir ‘historia de los hechos’, refiriéndome a la cronología de los acontecimientos. O quizá debí hablar de la ‘teoría del caso’. Pero eso fue lo que dije, así me salió”.

Por supuesto, Murillo ha sido juzgado política y mediáticamente por mucho más que ese concepto. Sus críticos más benévolos dicen que se apresuró al señalar el basurero de Cocula como lugar de desenlace del secuestro de los normalistas de Ayotzinapa. Los más feroces aseguran que lo inventó todo para encubrir la historia real.

Pero el hidalguense está “absolutamente tranquilo” con los resultados de la investigación.

De entrada niega, y lo prueba con la transcripción de sus declaraciones ante los medios, que él jamás dijo dos cosas que le achacan.

“Nunca afirmé que la investigación quedaba cerrada. Y nunca mencioné una cifra de personas asesinadas e incineradas en el basurero”.

—¿Entonces?

—Pues es que no sabemos cuántos ni quiénes fueron a los que mataron ahí y luego calcinaron. Sabemos de dos, porque los resultados de las pruebas de ADN realizadas en Innsbruck nos lo han confirmado, pero las declaraciones de los presuntos autores materiales del crimen no dan nombres y son imprecisos en números. Sólo coinciden en que eran “muchos”.

—Pero todos eran estudiantes, ¿o no?

—No necesariamente. Pudieron haber sido estudiantes o pudieron haber sido miembros de la banda de "Los Rojos" o alguien más. Lo que sabemos es que ahí, en el basurero, mataron a un grupo de personas y luego ahí mismo quemaron sus cuerpos. Hay quien habla de 17, pero el número no lo sabemos.

—A ti te achacan haber dicho que a los 43 desaparecidos los mataron y quemaron ahí…

—Eso es falso y pueden revisar mis declaraciones. Nunca lo dije.

—¿Para ti sigue habiendo desaparecidos?

—Lo dije entonces y lo reitero ahora: mientras no haya cuerpos identificados, son desaparecidos. Y en tanto haya desaparecidos, el caso tiene que seguir abierto. Nunca dije otra cosa. Mi obligación era consignar a los presuntos responsables y para eso tenía que aportar evidencias. Eso hice y nada más.

Habla Murillo (II)

12 de noviembre.- Fue uno de los padres de los normalistas quien guió a la PGR a Cocula, Guerrero, en busca de los estudiantes desaparecidos en Iguala.

La primera vez que el entonces procurador Jesús Murillo Karam se apersonó en Guerrero para fungir como auxiliar de la investigación que todavía encabezaba la Fiscalía estatal, uno de los padres solicitó que se indagara si los estudiantes pudiesen estar retenidos en una capilla del municipio de Cocula.

“Yo tenía antecedentes de Cocula como un lugar de alta incidencia delictiva. Por eso pedí que se dejara a que gente de la PGR y de la Policía Federal fuese la que siguiera esa pista”.

Lo que encontraron los agentes federales en Cocula les llamó la atención: patrullas de la policía municipal recién pintadas.

“Cuando indagamos –relata el exprocurador–, nos enteramos que les habían cambiado los números. Entonces mandé llamar al presidente municipal (César Miguel Peñaloza) y al director de Seguridad Pública (Salvador Bravo Bárcenas). Éste resultó ser taquero.

“El que realmente mandaba ahí era el subjefe de la Policía (Gustavo Valencia Campos), un personaje que había puesto "El Gil" (Gildardo López Astudillo, detenido en septiembre pasado, a quien se señala como jefe de los autores materiales de la desaparición de los 43 normalistas). Al taquero hasta miedo le daba ir a la comandancia”.

La pista de las patrullas repintadas hizo que la investigación se concentrara en Cocula.

Otras ya habían resultado falsas, como la versión del ataque contra el autolavado "Los Peques de Iguala" y el descubrimiento de las fosas en la comunidad de Pueblo Viejo.

“Esa pista era prometedora. Fuimos a fondo y pronto uno de los policías de Cocula nos dijo que, hasta donde él sabía, se habían llevado a los jóvenes a un basurero”.

—A ese basurero…

—No, a otro. Nos dio otro nombre, que correspondía a una comunidad de otro municipio. Luego fuimos a uno más, en Cocula, y tampoco había nada. Hasta que un día me llamó Tomás (Zerón) y me dijo: “Vente para acá, porque creo que encontré algo”. Me subí al helicóptero y sobrevolé el sitio, pero no había dónde bajar. Así que volví a Cocula y me fui por la brecha”.

Murillo dice que cuando llegó al lugar se dio cuenta de que ahí había habido un gran incendio.

Esa información cobró relevancia por un mensaje recibido en el celular de Sidronio Casarrubias Salgado, el líder de los Guerreros Unidos, detenido unos días antes. “Nunca los van a encontrar, los hicimos polvo y los tiramos al agua”, decía el texto que, de acuerdo con la investigación, fue enviado por "El Gil" a su jefe.

Murillo dice que inmediatamente convocó al lugar a los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), cuyos servicios fueron solicitados por él mismo, igual que los de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

“Ellos fueron –dice Murillo– los primeros en darse cuenta de que ahí había fragmentos de hueso. Eran tan pequeños que podían haber sido cualquier cosa”.

Posteriormente, nuevos testimonios de los inculpados, particularmente de uno de ellos que vivía en la comunidad de Puente del Río San Juan, condujo a los investigadores a dicho afluente.

“Nuevamente llamamos a los argentinos, pero nos dijeron que ellos preferían seguir revisando el basurero. Por eso no estuvieron cuando localizamos las bolsas que se usaron para tirar los restos al río”.

Sin embargo, continúa el exprocurador, los miembros del EAAF fueron quienes eligieron los 16 fragmentos de hueso a los que se les practicarían pruebas de ADN (todos, por cierto, tomados de los que aparecieron en el río). Y ellos también sugirieron que los restos fuesen enviados a Innsbruck.

“Cuando les dijimos que en Estados Unidos se podían hacer esas pruebas, se opusieron rotundamente”, narra Murillo.

—El EAAF dice que se rompió la cadena de custodia de las evidencias y que se plantaron casquillos de bala en el basurero…

—El que ellos no hayan acompañado las muestras no significa que se haya roto la cadena de custodia. Siempre hubo agentes del Ministerio Público presentes, que son quienes tienen esa facultad. Y sobre los casquillos, lo único que hay que decir es que en un basurero aparecen muchas cosas. Esos casquillos jamás se tomaron como evidencia.

Habla Murillo (III)

13 de noviembre.- “A mí nadie me ha ofrecido irme de embajador a Portugal”, dice, tajante, Jesús Murillo Karam. “¿Por qué voy a comentar algo que no es?”

El exprocurador general de la República asegura que no quiere la misión diplomática en Lisboa, considerada, desde años, como un sitio al que se envía a personas incómodas o amenazadas.

“Ya lo hice saber a quienes deben saberlo. No me interesa ser embajador”, afirma.

Le pregunto por qué no ha respondido a tantas cosas que se han dicho de él en los dos meses y medio que lleva fuera del gobierno. Como esa.

“No he querido convertirme en centro de la discusión. Yo ya salí de la PGR. Me complace haber dejado una Procuraduría con alta capacidad de investigación. No necesito decir más”.

Aun así, el hidalguense desmiente la versión de que haya discutido con alguien la expresión “verdad histórica” antes de decirla en una conferencia de prensa el 7 de noviembre del año pasado.

“Me equivoqué en usar esa expresión, pero es falso que alguien me haya advertido que no debía hacerlo”, sostiene Murillo. “Eso nunca ocurrió”.

Aquel joven que se ocultó en un bote de basura en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, cuando huía de la represión contra los asistentes al mitin de la Plaza de la Tres Culturas, hoy es señalado por haber inventado la versión de que a los normalistas de Ayotzinapa los asesinaron y los calcinaron en el basurero de Cocula.

“Lo que dice el expediente no es mi opinión”, aclara. “Es lo que se reveló en las declaraciones de los presuntos autores materiales. Yo tomo las declaraciones, pero no las induzco”.

—Algunos de los detenidos aseguran haber sido torturados para decir lo que dijeron.

—Hay forma de probar eso. Si no se ha hecho, por algo será. No es extraordinario que un detenido se diga inocente o torturado. Es de lo más común.

Lo que sí es extraordinario, en opinión del exprocurador, es un caso de homicidio en el que haya tantos testimonios de los que pueda echar mano el Ministerio Público.

“Los presuntos autores materiales se contradicen en algunas cosas, pero coinciden en lo fundamental: participaron en el traslado, asesinato e incineración de personas. Si yo hubiera inventado las declaraciones, las hago igualitas”.

Pese a que hoy es blanco de los informes de las organizaciones internacionales que él mismo convocó, Murillo dice no arrepentirse de haber solicitado apoyo en la investigación.

“El informe del Grupo de Expertos coincide en lo sustancial con las conclusiones de la investigación que realizamos. Ellos no tienen duda, igual que no la tengo yo, de que detrás de los hechos estuvo el crimen organizado”.

Sobre la principal discrepancia entre los hallazgos del Grupo de Expertos y los de la PGR —el peritaje sobre el basurero de Cocula—, Murillo se limita a mostrar dos fotografías.

Se trata de dos imágenes del basurero tomadas desde el mismo ángulo. La primera corresponde al día en que él estuvo ahí por primera vez, y se ve un terreno ennegrecido. La segunda es del momento en que estuvo ahí el experto peruano José Luis Torero, y en ella se observa el lugar cubierto de vegetación. La inferencia es que el segundo peritaje se hizo en condiciones que no correspondían a las que encontró en su momento la PGR.

Para quienes dudan que un cadáver pueda desintegrarse por el fuego hasta volverse materia inútil para las pruebas genéticas, Murillo aporta una historia: ocho cazadores guanajuatenses desaparecieron en Zacatecas a finales de 2010 cuando se dirigían a la sierra. Fueron detenidos, torturados y asesinados por policías municipales de El Plateado. Meses después se localizaron restos humanos calcinados. ¿Dónde? En un basurero, en Calera. Sólo los restos de uno de los desaparecidos han podido ser identificados por análisis de ADN.

—¿Estás tranquilo, Jesús?

—Absolutamente tranquilo. Consignamos a un buen número de personas. No creo que haya alguien de buena fe que quisiera que esas personas anduvieran hoy libres.

—Te acusan de querer dar un carpetazo.

—Es falso.

Como prueba de que no miente, me muestra la transcripción de sus palabras al final de la conferencia del 7 de noviembre del año pasado.

“Esto fue lo que dije entonces: ‘Reitero que la investigación queda abierta hasta agotar todas las posibilidades que permitan identificar los restos humanos encontrados en la barranca y en las bolsas localizadas en el río San Juan.

“‘Mientras tanto, se seguirán considerando como desaparecidos los estudiantes de Ayotzinapa para efectos de la investigación’”.