martes, 10 de noviembre de 2015

noviembre 10, 2015
BERLÍN, 10 de noviembre.- El Bundeskanzler Helmut Schmidt murió en su casa, en Hamburgo, a los 96 años.

Su salud había empeorado dramáticamente en los últimos días y los médicos que lo atendían no contemplaban esperanzas de mejora. "Ni puede ni quiere más", afirmó su cardiólogo, el profesor Karl-Heinz Kuck.

Schmidt se encontraba prácticamente inconsciente desde el sábado, con algunas momentos de claridad y fiebre alta, entorno a los 39 grados, debido a una infección sin aclarar. El veterano político socialdemócrata estaba siendo atendido en su domicilio, rodeado en todo momento por sus más íntimos.

Su hija Susana viajó el fin de semana desde Londres, donde reside, a Hamburgo para estar junto a su padre. Todos temían y se preparaban para lo peor, según declaraciones de amigos próximos a la familia.Tampoco el médico que trató durante años al ex canciller, profesor Heiner Greten, creía que podrá recuperarse.

"Su cuerpo no responde, no tiene fuerzas. Tenemos que prepararnos para todo en cualquier momento", advirtió el facultativo.

Alemania perdió hoy a una de sus más brillantes mentes políticas, el excanciller Helmut Schmidt, un socialdemócrata pragmático que dirigió los destinos del país en los turbulentos años 1970 de la guerrilla izquierdista y un defensor acérrimo de la unidad de Europa. (Deutsche Welle)

Helmut Schmidt fue operado de una trombosis venosa profunda en la pierna el pasado mes de septiembre en la clínica Asklepios de Hamburgo y según explicó el centro, el paciente recibió el alta dos semanas después a petición propia. Desde entonces recibía atención en su domicilio 24 horas.

Según la clínica, las esperanzas de estabilización tras la operación no se cumplieron en el tiempo previsto, lo que tampoco es anormal pues "a una edad tan avanzada, cualquier intervención puede ser un gran problema".

Schmidt sucedió al también socialdemócrata Willy Brandt en la Cancillería, cargo que ocupó de 1974 a 1982. Aunque retirado de la política activa, el ex canciller nunca se desvinculó de lo que había sido y era la pasión de su vida, una adicción similar a la que tiene con el tabaco aunque según los médicos tan mal estaba últimamente que ni fumaba.

En el hospital llevó parches de nicotina pero al regresar a casa tras obtener el alta el ex canciller se desprendió de ellos para echar mano de sus cigarrillos. "Schmidt fuma desde hace 80 años. No pasa nada si vuelve a hacerlo. Lo importante es que se mueva", declaró entonces su cardiólogo.

Schmidt dio paso en la cancillería al cristianodemócrata Helmut Kohl, cuya salud también es motivo de preocupación. Kohl, que ya ha sido dado por muerto en una ocasión, va en silla de ruedas y hace meses que no aparece en público, ni si quiera con motivo de los homenajes que aún se sigue haciendo al hombre que posibilitó la unificación de Alemania.

Su vida

El canciller de la República Federal de Alemania se enfrentó a la crisis del petróleo de los años setenta y a los episodios más duros del terrorismo de ultraizquierda de la RAF (banda Baader-Meinhof).

Schmidt dejó su impronta en la política europea con la introducción del germen del euro y destaca, junto con Willy Brandt, como la gran figura de la socialdemocracia y la política alemana de los años setenta. Su influencia como referente moral del país ha continuado desde entonces. “Un gran canciller necesita un gran tema. En el caso de Konrad Adenauer fue la ligazón a Occidente tras la catástrofe del nazismo; para Willy Brandt fue su Ostpolitik (apertura al este); y para Kohl, la reunificación. Pese a su gran importancia, la figura de Schmidt ha sufrido por carecer de ese logro sobresaliente”, sostiene su biógrafo Hans Joachim Noack.

Tras ocupar las carteras de Defensa, Economía y Finanzas, ocupó la jefatura del Gobierno de 1974 a 1982. Su mandato no acabó con una derrota en las urnas, sino víctima de un cambio de coalición. Los liberales del FDP, hasta entonces sus socios de Gobierno, retiraron su apoyo al socialdemócrata para aupar al poder al democristiano Helmut Kohl, que lideraría el país los siguientes 16 años. Tras lo que él consideró una traición y afectado por las divisiones en su partido, renunció a encabezar una nueva candidatura en las siguientes elecciones.

Pragmático y representante de la real politik, anglófilo y al mismo tiempo gran defensor de la amistad germano-rusa, fumador empedernido (solo abandonó su sempiterno cigarrillo en los últimos días de su vida), agudo polemista y uno de los políticos más queridos por los alemanes hasta su muerte, Schmidt llegó al poder con el doble reto de reemplazar al visionario Brandt, recién dimitido por un escándalo de espionaje, y de enfrentarse a una recesión internacional de la que Alemania, con una política keynesiana de aumento del gasto, salió mejor parada que muchos de sus socios occidentales.

El hombre que llegó a ser teniente en el Ejército nazi durante la II Guerra Mundial se enfrentó con sangre fría a los terroristas de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), también conocida por los nombres de sus fundadores, Baader-Meinhof. Uno de los momentos más tensos de su mandato llegó con el denominado “otoño alemán”, los días de 1977 en los que la banda secuestró y asesinó, entre otros, al banquero Jürgen Ponto y al presidente de la patronal, Hans Martin Schleyer.

El canciller no cedió a las pretensiones del grupo, que exigía la liberación de sus compañeros encarcelados y cuyo fin último era la implantación del comunismo en la Europa más industrializada. “Desde que fue secuestrado, ya contábamos con la muerte de Schleyer”, diría más tarde. “Cuando echo la vista atrás, creo que hicimos lo correcto. Pero también sé que fui corresponsable de las muertes; y que tendré que llevar esa carga”, escribió en 2008 en su libro En excedencia.

Pero quizás la decisión más importante de su mandato llegó con el llamado doble acuerdo de la OTAN. En contra de los movimientos pacifistas y de gran parte de su partido, Schmidt impulsó el estacionamiento de misiles de alcance medio si fracasaban las negociaciones de desarme entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pasó así de ser considerado el “canciller de la paz” al “canciller de los misiles”; y sintió cada vez más la falta de apoyos entre sus compañeros del SPD, partido que nunca lideró. “Fue una decisión muy dura. Pero el tiempo ha mostrado que así aceleró la desintegración de la URSS”, asegura Noack.

Pese a su afiliación socialdemócrata, Schmidt congenió mejor con líderes conservadores como el francés Valéry Giscard d’Estaing o el estadounidense Gerald Ford, que con los teóricamente más cercanos François Mitterand o Jimmy Carter. Con su gran amigo Giscard d’Estaing —fue al primero fuera del círculo familiar al que el alemán le habló de sus raíces judías, ocultas hasta 1988— ideó la institucionalización de las cumbres europeas y creó el Sistema Monetario Europeo.

Tras abandonar el poder, codirigió desde Hamburgo el semanario Die Zeit. Casado durante casi 70 años con Hannelore Glaser, más conocida como Loki, que falleció en 2010, el antiguo canciller generó este año un pequeño revuelo al revelar una relación extramatrimonial. El canciller de los años dorados de la socialdemocracia alemana nunca abandonó el debate político. Últimamente había elevado la voz para insistir en la necesidad de mejorar las relaciones con la Rusia de Putin y alertó del riesgo de que el conflicto en Ucrania derivara en una nueva guerra.

Icono de la entereza del Estado

Su negativa a ceder a las demandas de los terroristas, pese a la posibilidad de víctimas mortales, y el fuerte sentido de la responsabilidad de Estado que demostró en aquellos días se convertirían en el principal legado de su mandato. Su gestión pragmática pero íntegra del "Otoño alemán" le convirtió en icono de la entereza en su país, en incorruptible instancia moral, un papel que siguió ejerciendo décadas después de abandonar la Cancillería. Para el recuerdo, la seria dignidad con la que presidió el entierro de Schleyer, junto a la viuda del empresario asesinado.

Schmidt nació en Hamburgo, en el noroeste de Alemania, el 23 de diciembre de 1918, apenas un mes después del fin de la I Guerra Mundial. Hijo de profesores, uno de ellos con ascendientes judíos mantenidos en secreto, Schmidt llegó a ser líder de grupo en las Juventudes Hitlerianas, pero en 1936 fue relevado por sus posturas contrarias al nacionalsocialismo.

Ya durante la II Guerra Mundial se casó con su amor de juventud, Hannelore "Loki" Glaser (con quien tendría dos hijos poco después, aunque uno falleció al año de meningitis), y luego fue enviado al frente. Al término de la contienda ingresó en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), lideró por dos años la Liga Alemana de Estudiantes Socialistas y prosiguió con sus estudios universitarios, para graduarse en 1949 en Economía y Ciencias Políticas.

Schmidt entró en el Bundestag por primera vez entre 1953 y 1958. En la cámara baja alemana, entonces en Bonn, se hizo un nombre por su capacidad retórica y su franqueza. En aquellos años hizo campaña en contra de las armas nucleares y su posible empleo por parte de la Bundeswehr, pese a encontrarse inmerso en la lógica de la Guerra Fría. El SPD lo ascendió primero a un cargo ejecutivo dentro del grupo parlamentario y luego a la dirección federal.

En 1967, tras unos años centrado en la política local de su Hamburgo natal, volvió al Bundestag para liderar el grupo parlamentario socialdemócrata. De ahí pasó sucesivamente a encabezar los Ministerios de Defensa (69-72), Economía (1972) y Hacienda (72-74) bajo su correligionario Willy Brandt.

Canciller, escritor, europeísta

La dimisión de Brandt en 1974 a raíz del escándalo Günther Guillaume, el consejero personal del canciller que resultó ser un espía de la República Democrática Alemana (RDA), llevó a Schmidt a la jefatura del Gobierno. Dos años después ganó las elecciones y formó gobierno con el Partido Liberal (FDP). En el marco de la crisis del petróleo, la legislatura se preveía principalmente enfocada a la recuperación económica, pero el turbulento "Otoño alemán" fue lo que dio forma a su mandato. Schmidt fue reelegido en 1980, pero sus socios liberales le traicionaron a mitad de legislatura para apoyar al nuevo líder de los conservadores, Helmut Kohl.

El socialdemócrata abandonó entonces la primera línea de la política activa, pero nunca el compromiso que le llevó a la militancia. En las siguientes décadas trabajó como editor en el diario 'Die Zeit', arropó iniciativas, dictó conferencias, concedió entrevistas y escribió más de treinta libros, como Mi Europa y Hombres y poderes. En todo este despliegue dejó a las claras -además del hecho de ser un fumador empedernido- su pasión por Europa y su decidida apuesta por el euro mucho antes de que fuese una realidad tangible, así como su intuición política, al abordar extensamente el surgimiento de China y el cambio de paradigma que supusieron la caída del Muro de Berlín y la globalización. (Carmen Valero, El Mundo / Luis Doncel, El País / El Confidencial)