lunes, 30 de noviembre de 2015

noviembre 30, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Imparable. Pancho Toletes era el mejor pelotero de béisbol de Báchica. De niño jugaba en las calles de tierra de su pueblo con un palo cualquiera a modo de bate y una pelota de hilo que él mismo hacía con el de las medias de popotillo que desechaba su mamá. A falta de guante cachaba las bolas a mano pelona, como se decía, y corría descalzo para no gastar los zapatos que a costa de grandes sacrificios le compraba su padre. Bien pronto Pancho destacó en las ligas pequeñas. Ahí se hizo de fama como bateador. Raro era el partido en que no pegaba por lo menos dos cuadrangulares, también llamados “bambinazos” en memoria de Babe Ruth. Militó luego en la Liga Triple A (AAA), de la cual fue campeón de bateo en tres temporadas seguidas. Cierto día, jugando contra los Palomos de Cucurpe, bateó un jonrón tan largo que -dice la voz popular— la pelota todavía no cae. Finalmente llegó a la Liga del Pacífico, donde se juega un béisbol de la misma calidad que el de las Ligas Mayores. Ahí fue descubierto por un scout de los Dodgers de Los Ángeles, entonces bajo la dirección de Tom Lasorda. El gerente le ofreció un contrato por un año, con el salario mínimo que se pagaba entonces a los jugadores. Pancho aceptó firmar con tal de vestir el uniforme del legendario equipo. Era el tiempo de gloria de Steve Garvey, Don Sutton, Dusty Baker y —desde luego— el gran Fernando Valenzuela. Con esos astros en el roster ¿podía destacar Pancho Toletes? Lasorda lo tenía siempre en la banca, sin usarlo nunca. Ese año los Dodgers llegaron a la Serie Mundial, que se fue a siete juegos. En el séptimo -el partido final y decisivo- los Dodgers iban perdiendo en la parte baja de la novena entrada. Con una carrera en la pizarra, contra dos del equipo rival, había hombre en primera, ya con 2 outs. Lasorda se veía desesperado. Sus mejores bateadores no estaban funcionando, y necesitaba con urgencia un emergente. En el dugout Pancho Toletes fue hacia él y le dijo: “Ponme a batear, Tomasito. Yo te gano el juego”. Tom ni siquiera lo conocía. Llamó al coach de bateo y le preguntó: “Who the fuck is this guy?”. “No sé —contestó el otro—. Creo que es el bat boy”. “Bat boy ni madres —se amoscó el tal Pancho—. Soy slugger. Órale, Tomasito, dame chance. Te juro por ésta que te gano el juego”. Lasorda era hombre de intuiciones, y algo lo hizo apostarlo todo a aquel desconocido. Además, como dicen, un perdido a todas va. Le dijo a Pancho: “Anda, pues; ve a batear. Pero una cosa te voy a pedir: obedece mi seña”. “Claro que sí, Tomasito —prometió Toletes—. Soy casado, y estoy acostumbrado a obedecer. Seguiré al pie de la letra tu señal”. Escogió Pancho un bate, se escupió las manos, luego se las frotó con tierra, y en seguida se encaminó con paso firme hacia el home plate. Ahí se cuadró en espera del lanzamiento del pitcher. Antes, sin embargo, en obediencia de la instrucción que le fue dada, volteó a ver a Lasorda a fin de recibir su seña. El mánager se llevó la mano a la entrepierna y se la tocó con el dedo. Pancho asintió con la cabeza para indicar que había entendido la señal. Vino el tiro del lanzador, un engañoso slider. Pancho dio el batazo. Y ¡oh milagro! la pelota se fue, se fue, se fue. ¡Jonrón! ¡El juego estaba ganado! Hubo delirio en el estadio. Pancho corrió en triunfo las bases y volvió hacia donde sus compañeros lo esperaban para cargarlo en hombros. Le dijo después a Tom Lasorda: “¿Qué te pareció, Tomasito? ¿No te dije que yo te iba a ganar el juego?”. “Y lo ganaste —reconoció atufado Tom—. Pero una cosa debo reclamarte: no obedeciste mi señal”. “Sí que la obedecí” —replicó Pancho. “No —insistió el veterano mánager—. Yo me señalé la entrepierna. Eso quiere decir ‘toque de bola’”. “¡Ah qué la chingada! —exclamó Pancho dándose un gran golpe en la frente—. ¡Yo pensé que quería decir ‘imparable’!”. El adjetivo “imparable” significa, según el diccionario, “que no se puede parar o detener”. Detener es impedir que algo siga adelante. Parar equivale, entre otras cosas, a poner de pie, o sea erguir, levantar. Cuando el presidente Peña dice que México será pronto “un país imparable” ¿eso quiere decir que será un país que ya nadie podrá detener, o un país que ya no se podrá levantar?...(FIN)(Ver también México, la “nación imparable” del presidente)