miércoles, 25 de noviembre de 2015

noviembre 25, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Buena señal. El médico del club examinó a los nuevos socios, a fin de determinar si padecían alguna enfermedad venérea. Revisaba a cada uno y le decía: "Lo encuentro bien. Lo encuentro bien.". Le llegó el turno a Meñico Maldotado, y dijo el facultativo: "No la encuentro". La esposa de Babalucas le preguntó espantada: "¿Qué haces con ese niño? ¡No es el nuestro!". Respondió el badulaque: "¿No me dijiste que lo cambiara?". Aseguró Capronio: "Soy un trabajador responsable. En mi trabajo dos secretarias salieron embarazadas, y yo fui el responsable". Terminó el primer round de la pelea y Kid Grogo regresó a duras pena a su esquina. Iba sangrando profusamente por oídos, nariz y boca; traía ambos ojos semicerrados; llevaba una ceja partida, y los pómulos hinchados. Se desplomó pesadamente en su banquillo y con voz feble le preguntó a su mánager: "¿Cómo va la pelea?". Respondió el manejador: "Si lo matas en el segundo round, empatas". Doña Fecundina dio a luz su décimo hijo. El señor Pitorraudo, su marido, fue a visitarla en el hospital. Entró en la habitación y le dio un cariñoso beso en la frente. Le dijo con enojo la señora: "¿Ya vas a empezar otra vez?". 

"Patrasearse". El vocablo es de la más pura cepa tabasqueña; lo registra el señor Santamaría en su indispensable "Diccionario de mejicanismos". La palabra significa echarse para atrás, recular, retroceder; o sea rajarse, dicho sea con ese odioso vulgarismo machista. Andrés Manuel López Obrador se patraseó luego de anunciar que enviaría camionetas con electricistas a reconectar ilegalmente el servicio que la Comisión Federal de Electricidad ha dejado de proporcionar a los deudores morosos en diversas comunidades de Tabasco. Por un momento resurgió la imagen del López Obrador anárquico, violador de la ley; el de la toma de pozos petroleros, el del cierre de Reforma. Seguramente alguien con buen sentido le aconsejó que no repitiera esas ilegalidades, y cambió a última hora su estrategia. Lo que era caldo de cultivo de conflictos se volvió a fin de cuentas agua de borrajas. Buena señal es ésa, por más que con su anuncio original el dirigente de Morena haya evidenciado que, a la manera de la cabra, el Peje también tira siempre al monte. El genio y la figura de populista los trae AMLO a flor de piel: basta rascar un poco para que aparezca el caudillo autoritario que pone su voluntad por encima de la ley. Ese talante debería preocuparnos y servirnos de advertencia en la próxima elección presidencial. Sin embargo, los errores, corruptelas y vacilaciones de quienes ahora ejercen el poder le están allanando a López Obrador el camino hacia la Presidencia. No se ve ninguna figura con brillo o liderazgo suficientes para enfrentar al tabasqueño, que cada día toma ventaja mayor en las encuestas. Tan deteriorado está el país que muchos piensan que sólo un golpe brusco de timón puede sacarlo del camino en que lo han puesto los titulares de los tres últimos sexenios. Cualquier politólogo o sociólogo diría que las circunstancias objetivas y subjetivas favorecen hoy por hoy las aspiraciones de López Obrador. Yo, que no soy ni sociólogo ni politólogo, me limito solamente a decir: "Gulp". El joven sacerdote recién ordenado fue enviado a un pequeño pueblo. Poco después hubo de ir a la ciudad, y ahí escuchó un sermón del obispo de la diócesis, hombre de buenas ocurrencias. Dijo el dignatario en su homilía: "Hermanas y hermanos: quiero confesarles que las horas más felices de mi vida las pasé en brazos de la esposa de otro hombre". Se hizo un profundo silencio en la feligresía. Con gran sonrisa remató el dignatario: "Hablo de mi mamá". Los asistentes rieron alegremente aquella ingeniosa salida del prelado. Tanto le gustó al novel párroco la gracejada de Su Excelencia que decidió repetirla en su parroquia. Dijo en la misa del domingo: "Hermanas y hermanos: quiero confesarles que las horas más felices de mi vida las pasé en brazos de la esposa de otro hombre". Los feligreses se quedaron estupefactos al oír aquello. Mayor fue su estupefacción cuando el curita remató triunfalmente: "¡Hablo de la mamá del señor obispo!". FIN.