sábado, 21 de noviembre de 2015

noviembre 21, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Ciudad de poetas. Naufragó el barco de Robinson, y el marino fue a dar a una isla desierta. Ahí encontró una chivita y un perro. Cada vez que el solitario náufrago quería acercarse a la chivita el perro le gruñía amenazadoramente. Al paso del tiempo otro barco encalló cerca de la isla, y Robinson rescató a una hermosa mujer. Ella le dijo, agradecida: “¡Pídeme lo que quieras!”. Contestó Robinson: “Detenme a ese desgraciado perro”... Se hablaba de dietas. Capronio comentó: “Mi esposa se quita un kilo cada día”. Una señora preguntó muy interesada: “¿Cómo le hace?”. Respondió el vil sujeto: “Se desmaquilla”... Un individuo fue llevado a juicio por estar casado con seis esposas. Le explicó al juez: “Es que quería encontrar una buena”... El pequeño le preguntó a su padre: “Papi: el vecino del 14 ¿es mi hermano?”. “Claro que no -respondió el señor, extrañado-. ¿Por qué supones eso?”. Replicó el niño: “Porque cuando tú no estás llega el vecino, y mi mamá le dice: ‘¡Méngache con su mamacita!’”... La Cenicienta, casada ya con el príncipe, le pidió un día: “¿Podrías devolverme mi otra zapatilla de cristal? Esta noche el príncipe del reino vecino ofrece un baile”... La esposa de Astatrasio Garrajarra le reclamó enojada: “Anoche llegaste borracho otra vez”. Inquirió él: “¿Cómo lo sabes?”. Explicó la señora: “Agarraste a besos al reloj de pedestal, y a mí me querías dar cuerda”... Pimp y Nela eran novios. Una noche él le preguntó: “¿Te entregarías a mí por amor?”. “Sí -respondió ella-. Por amor a 2 mil pesos”...

El gobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdés, entrega el Premio Internacional de Poesía Manuel Acuña al escritor chileno Leonardo Sanhueza.

Mis cuatro lectores sabrán ya que soy gente de Saltillo de toda la vida (Espero serlo también de toda la muerte). Mis raíces en la ciudad donde nací son tan profundas que si alguien pretendiera sacarme de mi tierra sacaría al mismo tiempo la Catedral, la Alameda, los recios edificios del glorioso Ateneo Fuente y de la benemérita Escuela Normal, y las ingentes moles del Cerro del Pueblo y la sierra de Zapalinamé. Los saltillenses gustamos de conservar las tradiciones que dan genio y figura a nuestro solar nativo. Una de esas tradiciones es la cajeta. La otra es la poesía. Decía un antiguo dicho: “En Saltillo el que no es poeta hace cajeta”. La cajeta es lo que en otras partes del país se llama ate, un dulcísimo dulce elaborado con la pulpa de dos frutos traídos por nuestros antepasados tlaxcaltecas: el membrillo y el perón. Entiendo -sin que me conste todavía- que es el postre que se sirve en los banquetes celestiales. En cuanto a los poetas, mi ciudad los ha dado siempre en abundancia, de todo estilo y condición, desde los bardos que escribían sus poemas teniendo en la mano una regla de medir, para que los versos les salieran todos parejitos, hasta los creadores de audacísimas imágenes, como aquélla de José León Saldívar: “Las estrellas, salivas luminosas que mojaron los labios de Dios cuando dijo la metáfora del universo”. Nuestro mayor poeta es Manuel Acuña, claro, a cuyo nombre ha de añadirse siempre el adjetivo “infortunado”. Fue víctima de un hado adverso que lo persiguió hasta su trágica muerte, e incluso más allá: en la ceremonia conmemorativa del centenario de su nacimiento, a Manuel Bernal, “El declamador de América”, contratado especialmente para que dijera el famosísimo Nocturno, que todo el público presente sabía de memoria, se le olvidó el poema y salió del escenario dejando inconclusa la declamación. Todo esto viene a cuento -o a poesía- porque la noche del pasado jueves asistí a una bella ceremonia en la cual el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdés, entregó el Premio Internacional de Poesía Manuel Acuña al escritor chileno Leonardo Sanhueza, quien por cierto tiene un extraordinario parecido físico con el poeta que da nombre a esa presea, de prestigio ya en todo el mundo de habla hispana. En esta ocasión se recibieron cerca de 2 mil trabajos provenientes de 40 países. (Al parecer hay también poetas en otras partes a más de Saltillo). Tengo a orgullo vivir en una ciudad que premia la belleza. El mundo en que vivimos está urgido de poesía. En ese contexto tiene gran valor una presea como la que creó Rubén Moreira, ex alumno mío, hombre de libros desde su juventud, que en su gobierno ha dado aliento a la creación y difusión de la cultura… FIN.