sábado, 17 de octubre de 2015

octubre 17, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre 


Aguas grises. Don Senilio, señor de edad madura, decidió casarse con Chicholina, muchacha en flor de edad. Puso especial interés en que la boda fuera el 2 de febrero. Explicaba tímidamente: “Es que esa noche son las levantadas”. (No le entendí). El oficial de tránsito detuvo al influyente jovenzuelo que se había pasado el semáforo en rojo conduciendo su lujoso convertible. El insolente boquirrubio le dijo al oficial: “¿No sabes quién es mi padre?”. Contestó el hombre: “La mera verdad no, joven. Pero si quiere le ayudo a averiguarlo”. Cierta muchacha tenía un espléndido cuerpazo, pero era feísima de rostro. Como antes se decía: Cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento. Por tal motivo sus amigos la apodaban a sus espaldas La camarona: Quitando la cabeza todo lo demás estaba bueno... Un joven norteamericano fue a un baile en una ciudad del Norte mexicano y vio a una chica que le gustó bastante. “Me llamo P.P. Jones -se presentó con ella- pero mis amigos en los Estados Unidos me dicen Pi Pi. Me gustaría bailar contigo la siguiente pieza”. Ella aceptó y el muchacho fue a esperar que la orquesta comenzara a tocar. Cuando empezó la música otro galán se adelantó y le dijo a la chica: “¿Bailamos?”. “No -respondió ella- Me va a sacar Pi Pi”. Replicó el muchacho: “Le prometo no apretarla tanto”. Recuerdo el mapa de la República Mexicana que colgaba en uno de los muros de mi salón de alumno de primaria. En él los lagos y los ríos aparecían en color azul. Ese claro color era adjetivo obligado para designarlos: “Nuestros azules ríos”; “nuestros azules lagos”. ¿Con qué color, pregunto, debe figurarse el agua en los actuales mapas? ¿Negro tóxico? ¿Contaminado gris? No hemos sabido cuidar a la hermana agua que dijo San Francisco. Desechos industriales y domésticos son arrojados al cauce de los ríos y los vuelven albañales, igual que hacen cloacas de los lagos. Un día -infausto día-, en la penumbra del amanecer que despuntaba, vi cientos y cientos de puntitos verdes flotando sobre las aguas de El Sumidero. Pensé que eran hermosas plantas acuáticas que embellecían con sus hojas ese prodigio natural de Chiapas. Me engañaba: Cuando brilló la luz del día pude ver, desolado, que eran millares de botellas plásticas verdes de un conocido detergente. Estaban en las aguas junto con desperdicios y suciedad. Eso es como arrojar basura al rostro de Dios. Así estaba el Río Támesis: Negro de contaminación. Los londinenses lo limpiaron y ahora es corriente limpia y clara. ¿Podremos hacer lo mismo alguna vez con nuestros ríos?... Entró en la oficina del doctor Ken Hosanna una exuberante morenaza de muníficos, prolíficos, magníficos y verídicos encantos naturales situados tanto en su parte delantera como en aquella que para sentarse le servía. Después de media hora salió. Le indicó el médico a su recepcionista: “Son mil pesos, señorita”. La empleada tendió la mano para recibir el pago de la mujer. Desde la puerta le dijo con voz feble el facultativo: “No, señorita. Nosotros se los tenemos que dar a ella”. Aquella aeromoza se había especializado en pilotos de jet. Incluso tenía luces de aterrizaje en el estómago... Pepito estaba jugando con sus amiguitos del barrio. De pronto se detuvo frente a ellos un impresionante automóvil de último modelo. El uniformado chofer abrió la puerta y salió del vehículo una bellísima joven de vestido blanco y zapatos de cristal. Fue hacia Pepito; sonriendo dulcemente le dio un beso y luego le entregó espléndidos regalos: Juguetes, ropa, dulces. En seguida la hermosa mujer subió otra vez al vehículo y con cariñoso ademán se despidió de Pepito. El lujoso automóvil se perdió calle abajo, como carroza real. “¡Wow! -exclamaron boquiabiertos los amigos de Pepito-. ¿Es tu hada madrina?”. “No, -respondió él con naturalidad-. Es mi hermana piru...”... En el atestado elevador la curvilínea muchacha le dijo al oído a su compañera: “Observa disimuladamente y dime si el hombre que tengo atrás, pegado a mí, es guapo”. “Es joven” -respondió la amiga, también en voz baja. “Dime si es guapo- insistió la otra-. Lo de que es joven ya lo sentí”. (Tampoco le entendí). FIN.