Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero
Las posiciones encontradas de Rusia y Estados Unidos hacen parecer
insuperable ese vacío que permite que Siria siga siendo, como desde hace
cuatro años y medio, un infierno cuyas llamas llegan ya a Europa en la
forma de la crisis de refugiados.
En ese infierno, las
bombas del gobierno, de los rebeldes y del Estado Islámico caen sobre
las poblaciones como cosa cotidiana. Casi 300 mil personas han muerto en
esta guerra civil y cerca de 4 millones han sido desplazadas por la
violencia interminable. De ahí proviene buena parte del flujo imparable
de quienes buscan refugio, primero en los países vecinos en Medio
Oriente y luego en Europa.
En la sede de Naciones
Unidas, en Nueva York, dos de los líderes más poderosos del mundo
intercambian puyas por sus posturas frente al sangriento y al parecer
interminable conflicto en Siria.
Barack Obama, como lo
ha hecho desde hace cuatro años y medio, reitera que el primer paso para
una solución es que el tirano Bashar al Asad deje el poder y le
recrimina a Valdimir Putin el apoyo político, económico y militar que le
brinda.
El presidente ruso le contesta al estadounidense con el argumento de que Asad es un bastión en la defensa del mundo contra el terrorismo del Estado Islámico y propone una alianza internacional para combatirlo, organizada desde la ONU.
Obama dice que la lógica rusa es que el mundo debe apoyar a tiranos como Bashar (que comenzó el conflicto al responder con fuego asesino a las protestas pacíficas en 2011 y que ordena bombardeos contra civiles inocentes) porque la alternativa sería peor aún.
Putin se basa en que la dictadura de la familia Asad aportó estabilidad y desde ahí insiste en su coalición internacional contra el terrorismo; propone incluso que se forje mediante una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, les regresa el balón al mencionar a los cinco países que, en su opinión, tienen la llave para la paz en Siria: Rusia, Estados Unidos, Arabia Saudita, Irán y Turquía.
Mientras la diplomacia y el juego de vencidas de los más poderosos continúa, en Siria se multiplican las imágenes de niños muertos por bombardeos, familias destrozadas, hombres y mujeres mutilados, jóvenes y ancianos desolados, sin refugio contra la violencia implacable.
En noviembre de 2012 entré a territorio sirio, a la misma Damasco, a cubrir una guerra civil que llevaba 20 meses y acumulaba muertos aceleradamente. En estas Historias de Reporteros publiqué entonces: “A nadie la importa Siria”.
Eso no parece haber cambiado pese a que la masacre continúa y toca airadamente las puertas de la civilizada Europa.
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