lunes, 7 de septiembre de 2015

septiembre 07, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Logros de las mujeres. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, declaró: “Leí que fumar puede matar a un hombre, e inmediatamente dejé de fumar. Leí que beber en exceso puede matar a un hombre, e inmediatamente dejé de beber. Leí que comer mucha carne roja puede matar a un hombre, e inmediatamente dejé de comer carne roja. Leí que demasiado sexo puede matar a un hombre, e inmediatamente dejé de leer”. El airado genitor le dijo hecho una furia al galancete: “¿Cómo es que está usted en la cama con mi hija?”. Contestó el boquirrubio: “Es fantástico, señor; fantástico”... Don Chinguetas detuvo el auto en la carretera y levantó la capota. Una serpiente de cascabel saltó y le mordió la mano. Comentó su mujer, doña Macalota: “¿Lo ves? Te dije que el motor venía cascabeleando”... Yo soy adorador de la mujer. La amo en todas sus manifestaciones: La mujer virtuosa y la mujer liviana; la mujer de canasta y con rebozo de bolita y la mujer fatal (todas las mujeres son fatales, en el sentido de que en ellas reside el destino del hombre). Venero lo mismo a la mujer santa que a la pu..., dueña de una santidad desconocida. Al Señor, hijo de la Señora, le digo humildemente: “Ya que me estás vedado Tú me amparo en Ella”. Sé bien que el Padre Nuestro es la oración más alta, pero me siento más cerca del Ave María. Esta confusa y desmañada introducción me sirve para decir que siempre celebro con júbilo cualquier logro de la mujer, sobre todo en un país como el nuestro, en que las mujeres han sido -y siguen siendo- víctimas de injusticia y de violencia en su casa y fuera de ella. Esto que digo no es demagogia cursi ni adulación barata. Mis muchos años y mis muchos yerros me han enseñado que igual que hay hombres malos hay también mujeres perversas. Andan por ahí muchas Dalilas y Jezabeles fregando al hombre que tuvo la desgracia de caer no en sus brazos, sino en sus manos. Pero son la excepción, una ingratísima excepción. La regla es la mujer-amor, si me es permitido poner juntos esos dos términos sinónimos. Hago mías las palabras del poeta de Jerez: “Dios, que me ve que sin mujer no atino / en lo pequeño ni en lo grande, diome / de ángel guardián un ángel femenino”. Pero veo que ando por los cerros de Úbeda, y ni siquiera he empezado a decir lo que quiero decir.
Silvia Elena Giorguli, presidenta de El Colegio de México.

Envío un aplauso -tributado con ambas manos, para mayor efecto- a los integrantes de la Junta de Gobierno de El Colegio de México, por haber designado a la maestra Silvia Elena Giorguli presidenta de esa ilustre institución, respetable y respetada, que tantos y tan buenos frutos ha dado a la cultura nacional. Por primera vez en su historia una mujer dirige el Colmex. Entre mil noticias malas ésa es una muy buena. Las mujeres van ocupando, siquiera sea paulatinamente, cargos que antes pertenecían en exclusiva propiedad a los varones. Otro caso es el de la Facultad de Derecho de la UNAM, que también por vez primera en los cuatro siglos de su fecunda existencia eligió una directora en la persona de la talentosísima doctora María Leoba Castañeda Rivas.

María Leoba Castañeda Rivas, directora de la Facultad de Derecho de la UNAM..



 Le pido al dueño de las vidas que me permita conservar la mía hasta ver a una mujer en la Presidencia de mi País. Estoy seguro de que por mal que lo haga lo hará mejor que cualquiera de los presidentes que hemos tenido desde la alternancia. Y ya no digo más. Va el prometido aplauso a El Colegio de México y a su nueva presidenta: ¡Clap clap clap clap clap clap clap!... Aquel señor recibió un aumento de sueldo en la oficina, y de inmediato llamó a su esposa por el celular para darle una sorpresa. Tan pronto ella contestó le dijo sin más ni más: “¿Qué te parece, Facilisa, si nos vamos este fin de semana a Acapulco? Bailaremos en los mejores antros; disfrutaremos los mejores restaurantes, y haremos el amor como locos en nuestra habitación del más lujoso hotel del puerto. ¿Vamos?”. “¡Claro que sí! -respondió ella entusiasmada-. ¿Quién habla?”. Manifestó un político: “Yo vivo en casa de cristal”. “¿De veras? -se interesó alguien-. ¿Y dónde follas? ¿En el sótano?”. Una chica bautizó a su hijo con el nombre Manuel Eduardo Alfonso Antonio Juan Rodolfo Pedro Bernardino Luis. Cualquiera de ellos podía ser el papá... FIN.