lunes, 21 de septiembre de 2015

septiembre 21, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

"Anoche hice el amor como nunca en mi vida lo había hecho -relató con orgullo don Frustracio, el esposo de doña Frigidia-. Lástima que mi mujer no estaba despierta para darse cuenta". Babalucas, el sacristán del templo, le dijo al padre Arsilio: "Tendremos que hacer más alto el campanario". "¿Por qué?" -se extrañó el buen sacerdote. Contestó el badulaque: "La nueva cuerda de la campana resultó demasiado larga". El marido llegó a su casa y le preguntó a su esposa: "¿Qué hiciste para la cena?". Respondió ella: "Una reservación". La conferencia más breve sobre sexo fue la que dictó aquel profesor que subió al podio, dijo a la concurrencia: "Es para mí un gran placer.", y luego volvió a sentarse. 

Nadie debería escribir epigramas en México después de los que escribió Pancho Liguori. De vez en cuando, sin embargo, a mí se me cae uno, como éste que hice a propósito de la noticia según la cual cierto basquetbolista afroamericano se hizo practicar una cirugía radical, a fin de convertirse en mujer. Dice así ese epigrama: "Al individuo que cito / no quiero encontrarlo yo: / a lo mejor le quedó / todavía el muñoncito". Obviamente esa gracejada mía no tiene la picante levedad que en sus galanos versos ponía aquel genial orizabeño. Nadie que no sea veracruzano puede tener ese genio y ese ingenio. Pero debo haberme portado bien últimamente, porque Diosito bueno me hizo regresar una vez más a Veracruz, la sonrisa de México. Llegué al puerto y lo primero que hice, claro, fue ir al Gran Café de la Parroquia. No pude ya saludar a don Pedro Degollado, señorial y amabilísimo mesero, pues se jubiló después de 62 años de trabajar ahí. Muchos más le deseo de vida, y yo los vea. Pude, sí, darle un abrazo cordial a mi amigo Felipe Fernández, a quien estimo de todo corazón y admiro por la constancia y fidelidad con que atiende junto con sus hermanos ese entrañable sitio, lugar preferido por los auténticos jarochos y para mí sitio obligado de peregrinación. Luego viajé a Orizaba, y conocí el teleférico que con fondos exclusivamente municipales construyó en su trienio un excelente alcalde, Hugo Chaín Maluly. ¡Qué obra magnífica es ésa! Se ha convertido en el principal atractivo turístico de la bella ciudad. Subir en el teleférico y ver a Orizaba desde la altura del Cerro del Borrego es experiencia inolvidable, lo mismo que mirar ahí la pródiga vegetación del trópico y visitar los restos del fortísimo fuerte que erigió el francés para resistir los embates de los republicanos. Visité luego su clarísimo ojo de agua; crucé su río por el puente colgante -no sufro la acrofobia o temor a las alturas de aquel amigo mío que decía que se mareaba hasta cuando estaba arriba de su señora-, y caminé por el umbroso parque dedicado a otro ilustre hijo de Orizaba: Francisco Gabilondo Soler, el muy amado Cri Cri. Gran comilón que soy, disfruté las galas de gula de la rica cocina orizabeña: las picaditas y pambacitos; el chileatole; los tamales cernidos y rancheros; la salsa de longaniza; el pan de burro. Gocé, sobre todo, la cálida hospitalidad de su gente, que por ser veracruzana es generosa. No tengo suficiente gracia para dar gracias a la vida -uno de los muchos nombres del buen Dios- por el regalo de este viaje. Prometo portarme bien, por lo menos el tiempo suficiente para merecer el premio de regresar a Orizaba, a Veracruz. La maestra de educación sexual les dijo a sus alumnas: "Mi clase es importante, chicas. Las que pongan atención quedarán aprobadas. Las que no, quedarán embarazadas". Un individuo en evidente estado de ebriedad le pidió con tartajosa voz a un transeúnte: "Con todo respeto, caballero: ¿podría usted decirme dónde estoy?". Respondió el hombre: "En la esquina de Hidalgo y Morelos". "Ahórrese los detalles -se impacientó el beodo-. ¿En qué ciudad?". Alexander Graham Bell trabajó día y noche durante años para hacer que funcionara su extraordinario invento, el teléfono. Cuando finalmente lo tuvo terminado descolgó la bocina y llamó. Le contestó una voz: "De momento no estoy disponible. Por favor deje su mensaje". Estas dos lindas muchachas, Ara y Bela, eran gemelas exactamente iguales. Una noche Ara llegó feliz de la cita con su novio y le dijo a su hermana: "¡Una buena noticia, Bela! ¡Ya no somos gemelas idénticas!". FIN.