domingo, 20 de septiembre de 2015

septiembre 20, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre 


En París. "Mi esposa y yo siempre hemos sido hipersexuales -les contó Libidiano a sus amigos-. Hicimos el amor antes del matrimonio". Uno de ellos acotó: "Muchas parejas han hecho el amor antes del matrimonio". Preguntó el salaz sujeto: "¿En el atrio de la iglesia donde se iban a casar?". (Nota: tengo entendido que era la catedral, y ya estaban ahí los invitados). Otro hombre lujurioso y fornicario, éste de nombre Afrodisio, fue a París, y de inmediato se dirigió a la Rive Gauche en busca de alguna aventura de carnalidad. Bien pronto lo abordó una cocotte que le informó el monto en euros de su arancel, tarifa u honorarios. Afrodisio no traía cash, de modo que le preguntó: "¿American Express?". Respondió la perendeca: "Monsieur: lo haré tan rápido como pueda". Doña Jodoncia se pesó en una báscula pública y le salió un papelito que decía: "Eres una mujer agradable, simpática y amable". Lo vio don Martiriano, su marido, y comentó: "El peso también está equivocado". Lord Highrump les contó a sus compañeros del London Club sus hechos militares en la campaña del Sudán anglo-egipcio bajo las órdenes de Gordon. "En cierta ocasión -narró- duramos en el desierto tanto tiempo que para sedar el natural apetito de la carne tuvimos que recurrir a los camellos". "Bloody be! -exclamó escandalizado uno de los contertulios-. Espero que al menos en tu caso haya sido una camella". "Desde luego que sí, old chap -protestó lord Highrump-. ¿Qué clase de pervertido crees que soy?". La madama del prostíbulo local se asombró mucho cuando llegó un cliente de edad más que madura y preguntó: "¿A qué horas es la hora feliz, de dos por uno?". (Nota: seguramente ese provecto señor bebía las miríficas aguas de Saltillo, cuyas taumatúrgicas virtudes lo ponían en aptitud de hacer esa pregunta. Alguien nacido en esa hermosa ciudad habría preguntado por la hora felicísima, de tres o cuatro por uno). Rosibel le dijo a su amiga Susiflor: "Mi novio es un perfecto caballero. Jamás intenta propasarse conmigo. No me besa; no me abraza; no me hace caricias prohibidas. ¡Ya no lo aguanto al pendejo!". Manifestó un científico septuagenario: "Ahora sé que los rayos gama pueden disminuir el impulso sexual. Hace 50 años me expuse a ellos, y están empezando a hacerme efecto". En la kermesse de la iglesia el padre Arsilio amonestó a Pepito y Rosilita: "No vayan a coger las manzanas, niños. El Señor los está viendo". Cuando el buen sacerdote se alejó, Pepito le dijo al oído a Rosilita: "Vamos a la parte de atrás de la iglesia a hacer cositas. El Señor no nos verá. Está ocupado cuidando las manzanas". Doña Gargalota, mujer muy rica, pero muy fea, caminaba por el malecón ataviada con un vestido de gran lujo. Un par de marinos que bebían su grog en la taberna del puerto la vieron pasar, y uno de ellos le preguntó al otro: ¿No te parece, mate, que las velas valen mucho más que el barco?". El pequeñito le dijo a su papá: "El carnicero de la esquina es mi hermano". El señor, sorprendido, preguntó: "¿Por qué piensas eso?". Explicó el chiquitín: "Cuando vamos a la carnicería siempre le dice a mi mamá: '¿Cómo estás, mamacita?'". Declaró don Chinguetas: "Mi esposa Macalota y yo formamos una pareja perfecta. A mí me encanta el sexo, y ella hace cualquier cosa con tal de mantenerse lejos de la cocina". Un optimista inventó el avión. Un pesimista inventó el paracaídas. Don Cucurulo cortejaba discretamente a Himenia Camafría, madura señorita soltera. Cierto día la invitó a su casa y le ofreció una copita de vermú. "No -declinó Himenia-, porque se me sube". "¡Señorita! -protestó el señor Cucurulo-. ¡Le aseguro que soy un caballero!". La frase es de Dean Martin: "No estás tan borracho si puedes mantenerte caído en el suelo sin detenerte de la pared". El sacristán del pueblo fue al Hotel Hucho en compañía de una dama de la noche. Cumplió con ella el convenio carnal que ahí los había llevado, y luego salió del cuarto, que por cierto no había pagado todavía. Al pasar frente a la recepción le dijo el encargado: "¿Y el cuarto?". Respondió sin detenerse el sacristán: "Honrar padre y madre". FIN.