sábado, 12 de septiembre de 2015

septiembre 12, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Ciudad hospitalaria. Un individuo fue a una tienda de mascotas a comprar un perico. Le dijo el propietario: “Tengo uno extraordinario: Canta ‘México lindo y querido’ con la voz de Jorge Negrete”. “No lo puedo creer” -dudó el visitante. “Observe usted” -replicó el hombre. Se volvió hacia el cotorro y le ordenó: “Canta ‘México lindo y querido’”. De inmediato el loro comenzó: “Voz de la guitarra mía.”. Su entonación era exactamente la del Charro Cantor. El cliente quedó estupefacto y pagó de buen grado el elevado precio que el de la tienda pidió por el pájaro. Esa misma noche lo llevó al bar que frecuentaba. Se plantó en medio del local y anunció: “Con motivo de las fiestas de septiembre mi perico cantará para ustedes la bonita canción ‘México lindo y querido’, con la voz de Jorge Negrete”. “Imposible” -opinaron los parroquianos. “Les apuesto lo que quieran” -dijo el individuo. Todos apostaron, seguros de ganar la apuesta. El tipo se volvió hacia el loro y le ordenó: “Canta ‘México lindo y querido’”. Silencio: El perico quedó más callado que un político al que le piden que explique su enriquecimiento súbito. “¡Canta!” -volvió a mandarle el dueño. El pajarraco siguió mudo. Después de varios intentos fallidos el hombre tuvo que pagar las apuestas que había hecho. Salió de la cantina mohíno, hecho una furia, y le dijo al loro: “¡Perico desgraciado! ¡Me hiciste perder todo mi dinero! ¡Llegando a casa te retorceré el pescuezo!”. Respondió el cotorro: “No seas pen... ¡Imagina las apuestas que podrás hacer cuando en diciembre vuelvas a la cantina y digas que con motivo de las fiestas de la temporada voy a cantar ‘Blanca Navidad’ con la voz de Bing Crosby!”. Comentó la esposa de Astatrasio Garrajarra: “Todos los días a las 5 de la mañana mi marido abre la ventana de su cuarto. Y luego entra”.


Voy a narrar en seguida una historia de cuya verosimilitud algunos dudan, pero que tiene tantos visos de verdad que a mí me parece indiscutible. Sucede que murió la Madre Teresa de Calcuta. Desde luego fue a dar directamente al Cielo con todo y humildísimas sandalias. El Señor la recibió en persona y la llevó al lugar donde residiría. Era un espléndido palacio cuyas riquezas tendían a compensar a la venerable santa por las privaciones que en el mundo terrenal había sufrido. Las paredes de la mansión estaban hechas de oro puro con incrustaciones de esmeraldas y rubíes; de plata eran sus pisos; de diamante los techos. Con maderas preciosas en las puertas, las columnas eran de malaquita y pórfido. De los techos de mármol colgaban candiles constelados de brillantes, y en las ventanas lucían cortinajes de brocados persas y sedas finísimas de Orfil. Todo aquello era de una belleza inenarrable, de una opulencia que no se puede describir. “¡Señor! -exclamó la Madre Teresa, emocionada-. Si así es mi casa ¡cómo será la tuya en el Cielo!”. “Oh, no -contestó Dios-. Yo no vivo aquí. Mi casa está en Saltillo”. Hay quienes ponen en tela de juicio la veracidad de este relato, pero yo lo encuentro plausible y demostrable. Una encuesta nacional acaba de determinar que mi ciudad es la segunda mejor en calidad de vida y habitabilidad. Ignoro cuál sea la primera (N. de la R. Mérida. Ver “Las ciudades más habitables de México”, una encuesta realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica), pero supongo que es precisamente el Cielo, la morada de la eterna bienaventuranza. En caso de que sea una ciudad terrena, desde aquí le envío mi aplauso y reconocimiento. Yo vivo en Saltillo. No lo digo por vanidad, sino porque así es. Aquí vivieron mis padres; aquí viven mis hijos y mis nietos. Conozco sobradamente las bellezas de otras ciudades mexicanas, pero por ninguna cambiaría ésta donde mis ojos se abrieron a la luz y donde la luz se abrió a mis ojos. Saltillo es una hermosísima ciudad, hospitalaria y generosa, habitada por gente amable que recibe con los brazos abiertos a quien llega. Su clima es benigno; su cielo transparente. Se come muy bien y se beben los magníficos vinos que Coahuila da. Si la Madre Teresa quiere mudarse a Saltillo a fin de estar cerca de Dios me comprometo a conseguirle casa. Los alquileres no son altos, la calidad de vida sí. Ya verás, Santa Teresita, qué bien se vive en mi ciudad. FIN.