miércoles, 5 de agosto de 2015

agosto 05, 2015
HIROSHIMA, Japón, 5 de agosto.- Shozo Muneto escuchaba atentamente desde la ventana en casa de sus padres el zumbido del bombardero B29 que se recortaba sobre un resplandeciente cielo azul. Poco antes había cesado la alarma: el miedo a un ataque aéreo era injustificado, decían. Sin embargo, de pronto una violenta explosión derrumbó la vivienda de este joven de 18 años, dejándolo enterrado bajo los escombros.

Eran las 8:15 horas locales. A mil 300 metros de allí, el bombardero estadunidense Enola Gay que Muneto había contemplado sin presentir lo que se venía lanzaba la bomba atómica Little Boy sobre Hiroshima.

"Cuando me desperté, confundido, veía nubes negras", recuerda este hombre de ahora 88 años. Entre los escombros, los supervivientes deambulaban "como fantasmas", con la piel hecha jirones. Bañado en sangre, Muneto llevó a su madre hasta un saturado hospital donde "por todas partes se escuchaban gritos". El calor del verano condensaba aún más el hedor de los cadáveres en las habitaciones del centro médico.

Jóvenes rezan por los muertos de Hiroshima. (Reuters)

Como consecuencia de la radiación, Muneto sufrió leucemia, pero logró sobrevivir. Aún, en uno de sus brazos hay restos de metralla y, cuando realiza un esfuerzo, en su piel aparecen unas manchas azuladas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, estudió teología, migró a Estados Unidos y se hizo pastor. Desde entonces no se cansa de contar a generación tras generación el horror que vivió, para que jamás vuelva a repetirse. Sentado en una pequeña iglesia cristiana de su ciudad natal, su voz suena débil y triste.

Y es que 70 años después del lanzamiento de la primera bomba atómica, y por primera vez en todas estas décadas, Muneto y otros supervivientes de Hiroshima y Nagasaki temen que la política del conservador Shinzo Abe les lleve de nuevo a la contienda.

"Es como antes de la guerra", describe el octogenario japonés el clima desde la llegada al poder de Abe, a finales de 2012. Pese a las multitudinarias protestas, la Cámara Baja acaba de aprobar una reforma de seguridad con la que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Japón volverá a enviar soldados a misiones de batalla en el extranjero.

"El gobierno quiere hacer que se olvide la historia", lamenta la activista antinuclear Haruko Moritaki. En conversación en Hiroshima, critica el patriotismo que fomenta el gobierno de Abe en las escuelas, lavando el pasado bélico de Japón y presionando a los medios.

Muneto lo tiene claro: Por un lado, como superviviente de la bomba atómica, es una víctima. "Pero el trasfondo que llevó a que se lanzaran las bombas sobre Japón fue su militarismo y colonialismo", añade. Japón mató a 20 millones de personas en Asia. "No sólo somos víctimas, también somos verdugos".

Sin embargo, añade Hirotami Yamada, Abe no reconoce que Japón emprendió una guerra de invasión. Yamada sobrevivió a la segunda bomba atómica que los estadunidenses lanzaron tres días después de la de Hiroshima sobre Nagasaki y preside la asociación de víctimas de esta ciudad. También él ve con preocupación cómo Abe reinterpreta la pacifista Constitución de la posguerra para que su país pueda volver a ir a la guerra al lado de su actual aliado Estados Unidos.

"Me da miedo", afirma Hiroshi Shimizu en Hiroshima. También él lidera una asociación de hibakusha, como se denomina a los supervivientes de las bombas atómicas. Abe está llevando a cabo una intensa campaña para presentar a China como amenaza y cimentar así su doctrina de seguridad, sostiene Shimizu, que tenía tres años cuando sobrevivió a la bomba. "Los medios nipones no son críticos, y los jóvenes crecen con ello", advierte. Incluso entre las propias víctimas de aquella tragedia hay quienes defienden la política de Abe.

El alcalde de Hiroshima y miembro del partido de Abe, Kazumi Matsui, anunció recientemente que no planea mencionar la polémica reforma de seguridad en su declaración sobre el 70 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica. Y eso, pese a que según sus detractores, supone un distanciamiento del pacifismo de la posguerra. "Debemos esforzarnos aún más en transmitir nuestras vivencias a los jóvenes", sostiene Muneto.

Víctimas como él contemplan hoy perplejas cómo junto al río, muy cerca del monumento conmemorativo de la bomba, se construye una nueva ostrería. "A este río saltaron muchas personas que se quemaban o no soportaban el calor. Murieron muchísimas", recuerda Moritaki. Para él, es inconcebible que precisamente aquí se vaya a brindar con champán en un futuro. "¿Por qué ahora, 70 años después?, se pregunta la activista. "Se ha creado un clima de querer olvidar la historia negativa".

Cuatro libros acerca de Hiroshima

La mañana del 6 de agosto de 1945, el bombardero estadounidense Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima una bomba atómica. El atentado no solo puso fin a la Segunda Guerra Mundial, también marcó un antes y después en el armamentismo mundial. Se calcula que el saldo del ataque fueron 166 mil muertos en Hiroshima y 80 mil en Nagasaki. El mundo no volvió a ser el mismo desde entonces. A setenta años de distancia, proponemos cuatro lecturas que nos harán reflexionar sobre los trágicos sucesos.

Kenzaburo Oé. Cuadernos de Hiroshima. Anagrama.
En agosto de 1963, el autor se dirigió a Hiroshima para hacer un reportaje sobre la novena conferencia mundial contra las armas nucleares. Oé, Premio Nobel de Literatura, se interesó de inmediato por los testimonios de los olvidados del 6 de agosto de 1945: ancianos condenados a la soledad, mujeres desfiguradas y, sobre todo, los médicos que luchaban contra los efectos tóxicos de la radiación. El escritor vio en su heroísmo cotidiano, en su rechazo a sucumbir a la tentación del suicidio, la imagen misma de la dignidad. ¿Cómo otorgar sentido a una vida destruida? ¿Qué nos ha quedado de la catástrofe nuclear? ¿Quién podrá acabar con aquella parte de Hiroshima que todos llevamos dentro? Oé no da respuesta a ninguna de estas preguntas. Él sólo se interroga, y nos interroga.

Masuji Ibose. Lluvia negra. Libros del Asteroide.

Basada en documentos históricos sobre la devastación causada por la bomba atómica y en entrevistas y diarios de víctimas de la masacre, Lluvia negra es la novela japonesa que mejor se ha enfrentado a las consecuencias de la explosión atómica en Hiroshima. El libro se centra en la historia de una joven, Yasuko, que se vio sorprendida por la lluvia radioactiva que cayó en los alrededores de Hiroshima. Las posibles consecuencias de su contacto con la radiación han dado lugar a un sinfín de habladurías entre los pretendientes de la joven: ¿estará enferma?, ¿podrá tener hijos? Su familia rememora aquellos días aciagos tratando de conjurar el peligro que la acecha.

Gordon Thomas. Enola Gay. Ediciones B.

El 16 de agosto de 1945, a las ocho y quince minutos de la mañana, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia en Hiroshima (Japón), lo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial. A través de este documentado relato, Gordon Thomas y Max Morgan-Witts nos muestran cómo fue concebida y desarrollada la mortífera arma y cuáles fueron los motivos para lanzarla sobre Japón y no sobre Alemania, tal como en un principio se había pensado.

John Hersey. Hiroshima. Debolsillo.
Con el bombardeo en Hiroshima y Nagazaki, se inició era donde las armas de destrucción masiva forzaron un nuevo orden mundial y se descubrían formas inéditas de sufrimiento humano. En 1946, Hersey, entonces corresponsal de guerra para la revista Time, narró al mundo, en un estilo ajeno a todo sensacionalismo, la historia de seis supervivientes antes, inmediatamente después y en los meses siguientes a la catástrofe. Cuarenta años más tarde, el autor regresó a Japón para averiguar qué había sido de cada uno de ellos y añadió un conmovedor capítulo final. Publicado primero en la revista New Yorker en forma de artículo, pronto se convirtió en un texto de referencia para el periodismo de investigación y en un clásico de la literatura de guerra. (La Jornada / DPA / aristeguinoticias.com)