martes, 18 de agosto de 2015

agosto 18, 2015
 Armando "Catón" Fuentes Aguirre


"Yo soy una bella joven / que habita en la soledad. / Abandoné a mi marido / por seguir mi libertad". La muchacha es alta y es morena. De niña su mamá le decía "la preciosa". Creció en años, y creció también en hermosura. Cuando va al agua o al molino los hombres se le quedan viendo. Ahora está en la casa. Entona con voz queda los versos de la antigua canción que se canta en el Potrero. Los dice mientras riega sus matas: el galán de noche, la pasionaria, el amor de un rato. "Señor: ¿por casualidad / conoce usté a mi marido?". / "Señora, no sé quién es. / Deme una seña y le digo". La muchacha está casada con un hombre que le lleva 30 años. Se casó con él porque su madre murió y su padre se fue de la casa. No tenía ni qué comer. Doña Luisa le aconsejó que se fuera a la ciudad. Ahí, le dijo bajando la voz, le sobraría qué hacer. Pero ella tenía miedo de irse del rancho. Por eso se casó: para tener qué comer. ¿Es feliz o desdichada? No lo sabe. Esa pregunta se la hacen nada más los que han leído, y ella no sabe leer. Sus padres nunca la echaron a la escuela; algo le podía pasar, por bonita. Cuando se quedó sola se le vino el mundo encima. Nadie la socorrió. Cambió por comida los animalitos; luego vendió la parcela y el jacal. Se le acabó el dinero, y entonces se casó. Se cambió ella misma por comida. "Mi marido es alto y rubio. / Mal parecido no es. / En el puño de la mano / tiene un letrero francés". Su esposo no es rubio ni es alto. Es un hombre de tez oscura, achaparrado. Casi no habla. Cuando por las noches la toma lo hace en el mismo silencio con que trabaja en la labor. Siempre que se dirige a ella lo hace para ordenarle algo. "Tráigame agua". "Deme café". Y en la noche: "Quítese todo". Es un hombre. Igual era su padre. "Por las señas que me da / su marido muerto ha sido. / En la batalla de Puebla / quedó en el campo tendido". La muchacha ha conocido a un joven. Se llama Fernando, dicen, y es ingeniero, dicen. Vino a levantar un plano del ejido. Es esbelto y es grande, como los pinos de la sierra. Las mujeres del rancho bajan la vista al verlo, pero lo han visto bien. Inventaron una frase grosera que repiten en voz baja y entre risas cuando se juntan a lavar en la acequia: "Por Fernando me ando meando". A ella esa frase no le gusta. "La viuda se contentaba. / Sacó el vestido café. / Se miraba en el espejo: "¡Qué buena viuda quedé!". A nadie le dice la muchacha que él la mira, y que en la tienda la saludó de mano, y se la apretó. "Señora: si usted quisiera / nos casaríamos los dos. / Con la voluntad mía y suya, / y la voluntad de Dios". Ella no puede dejar de verlo cuando se lo encuentra. Lo ve así, de ladito, pero sabe que él sabe que lo ha visto. Una tarde la alcanzó cuando iba ya a su casa y le preguntó su nombre. Mati. Quién sabe por qué no le dijo que se llamaba Matilde. "Yo me llamo Fernando". Ella recordó la frase de las mujeres, y eso le dio vergüenza. Lo miró a los ojos como para pedirle perdón. Le dijo él: "¿A qué horas puedo verla?". "Señor, yo se lo agradezco, / pero eso no puede ser, / porque yo tengo un amigo / y ya he sido su mujer". Él insiste, hasta que un día, temblando, ella se le da atrás de las tapias. A la primera cita siguió otra, y otras más. Ahora se ven en la casa de ella, cuando el marido sale a la labor. Él le habla antes de tomarla. Le dice cosas bonitas de sus ojos, de sus labios, de sus senos. "Y el hombre sacó la espada / y el pecho le atravesó. 'Traidora, yo soy tu esposo / que de la guerra volvió'". Esa mañana ha llegado Fernando. Se besan. Se acarician. Ella tiene atrevimientos que la asustan, y él se ríe. Luego se van a la cama. La muchacha no se abandona como hace con su esposo. Fernando la posee, y ella lo posee a él con la misma pasión y el mismo goce. En eso se abre la puerta. Es el marido. Tiene el machete en la mano. "Cuando la joven moría / el puño le alcanzó a ver, / y un letrero que decía: / 'El amor debe ser fiel'"... Eso pasó en el Potrero ya hace muchos años. Pero no pasó. Aún se recuerda. Y todavía se canta la canción. "Ya con ésta me despido, / con la rosa de un rosal. / Se murió la palomita. / La mató el águila real"... FIN.