sábado, 8 de agosto de 2015

agosto 08, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Club insigne. “Mi mamá se acuesta con hombres”. Eso declaró la pequeña Rosilita cuando la profesora les pidió a las niñas que dijeran si sus mamás hacían algo para ganar dinero. Una de las alumnas había contado que su mami era doctora, otra que la suya era abogada; pero la respuesta de Rosilita dejó asombrada a la maestra. Le ordenó: “Ve a la dirección y repítele al director lo que me acabas de decir”. Salió la chiquilla y regresó a poco. Le preguntó la profesora: “¿Le dijiste al director lo que hace tu mamá?”. Respondió la niña: “Sí”. Volvió a preguntar la maestra: “Y ¿qué te dijo él?”. Contestó Rosilita: “Me dijo que todas las actividades son importantes para la economía; me dio una manzana y me pidió el número telefónico de mi casa”. El último miércoles de julio estuve en el Club “El Pájaro”, de Monterrey. Tengo a honor haber sido designado –en 1999– socio honorífico de esa insigne agrupación cuyo nombre original era “El pájaro dormido”, pues está formada exclusivamente por varones de avanzada edad: quien tiene, digamos, 60 años, es parte del sector juvenil de la organización. En cierta ocasión un borrachito nos miró salir de la antigua casona de la calle Padre Mier donde el club tiene su sede, y exclamó en tono desdeñoso: “¡Chingada madre! ¡Puro ganao de desecho!”. En el club del Pájaro se disfrutan los goces de la amistad cordial, del buen beber y del mejor yantar, y se escuchan el poema y la canción. Jamás olvidaré a aquel gran caballero y gran amigo que fue don Rafael Domínguez cantando “Estoy pensando en ti”, y al doctor Carlos A. González, también socio del club, interpretando su inmortal canción “Ojos cafés”. A veces, hay que decirlo, se escucha alguna voz muy poco espiritual. Una noche un lacrimógeno recitador nos estaba infligiendo cosas de mucho llanto como “El brindis del bohemio”, “El seminarista de los ojos negros” y otros atentados semejantes, cuando venida del fondo de la sala se oyó una petición: “¡Échate una de cogederas!”. Socio honorífico del club fue también el queridísimo Lalo González, El Piporro, con quien varias veces canté a dúo la Rosita Alvírez, el himno de mi ciudad, Saltillo. Uno de los fundadores del club, y uno de sus más entrañables personajes, fue Ernesto “El Chaparro” Tijerina, quien reunía en sí todas las cualidades del ingenio y la bondad. Sus frases se conservan ahí como tesoros de sabiduría: “El dinero no compra la felicidad, sobre todo si es poco”; “Un pendejo callado es oro molido”. El Club “El pájaro” cumplió 40 años, y al mismo tiempo festejó a quienes en julio celebramos nuestro santo. De todos los cumpleañeros yo era el mayor. Lo digo con orgullo, aunque hay tres cosas que nunca deben contabilizarse: los años, los amores y las copas. Me pidieron que tomara la palabra, y dije que veo en cada uno de los socios el espíritu generoso y batallador de Nuevo León y Monterrey, ciudad con la que tengo tantos y tan grandes motivos de agradecimiento. Renuevo aquí esa gratitud, y doy gracias a los buenos amigos del club por recibirme siempre con afecto; a su actual presidente, el ingeniero Guadalupe Ramírez, por sus gentilezas y atenciones, y a don Gerardo M. López, otro pilar del club, por su amistad. Ellos me ofrecieron enviarme una copia de las fotografías en que aparecen los queridos personajes que arriba mencioné, y de la que nos tomaron con motivo del aniversario. Serán para mí esas fotos regalo inapreciable. ¿Qué dijo la lombricita que cayó en un plato de espagueti? “¡Orgía!”. Ya conocemos a Afrodisio Pitongo. Es un hombre entregado a la sensualidad, la voluptuosidad, la libidinosidad, la salacidad, la rijosidad y la carnalidad. Su esposa se enteró de que su lascivo esposo la engañaba. Le exigió: “Dime con cuántas mujeres estás durmiendo”. “Nada más contigo, vieja –le aseguró el cachondo tipo–. Con todas las demás me mantengo despierto”. Comentó la regordeta chica: “No es que yo sea gorda. Simplemente soy fácil de ver”. Dulcilí, muchacha ingenua, regresó de su luna de miel y le dijo a su mamá que su flamante maridito había llegado virgen al matrimonio. Preguntó la señora: “¿Cómo lo supiste?”. Respondió la candorosa chica: “Su cosa venía todavía en su envoltura plástica”. FIN.