miércoles, 12 de agosto de 2015

agosto 12, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Mal vistos. Sor Bette le dijo a su compañera: "Hermana: debe resultarle algo incómodo eso de llamarse Virgen". "Sí -respondió la monjita-. Sobre todo porque me apellido Loera"... Dos loquitos estaban sentados en la playa a la orilla del mar. Uno de ellos probó el agua. "¡Qué mal sabe! -exclamó con disgusto-. ¡Está salada!". El otro sacó una azucarera y se la dio. El loquito echó en el mar dos cucharaditas de azúcar. Probó otra vez el agua y dijo nuevamente: "Sigue salada". El otro se molestó: "¡Menéyale, pendejo!"... La conferenciante era una violenta feminista. Dijo en tono de reto: "Les hago esta pregunta a los varones: Si no fuera por la mujer ¿dónde estaría el hombre?". Del fondo del salón vino la respuesta: "En el Paraíso, bebiendo leche y miel y rascándose los güevos"... Capronio le pidió a un amigo: "Préstame mil pesos". "Claro que sí -respondió el otro con presteza-. Para eso son los amigos. Aquí tienes". Capronio se quedó pensando y dijo luego: "Mejor préstame nada más 500. No tengo intenciones de pagarte, y me prestaste de tan buena gana que sería injusto hacerte perder tanto dinero"... Dos señores que hacía mucho tiempo no se veían se toparon en la calle. Preguntó uno: "¿Qué ha sido de tu hija Muslina, esa muchacha tan bonita?". Respondió orgulloso el otro: "Trabaja de artista, y mañana debuta". "Caramba -comentó el primero-. Cambia rápido"... Un indocumentado mexicano tenía ya tres años ausente de su casa. Cuando volvió a su pueblo se encontró con una novedad: Su esposa era madre de un bebé de un año de nacido. "Es tuyo -le dijo con cachaza la mujer. "¿Cómo puede ser mío -estalló el lacerado-, si llevo ya tres años sin venir?". "Sí -concedió ella-. Pero me escribías unas cartas muy ardientes". (Vieja descarada; ni que el hombre tuviera la pluma tan larga)... Dulcilí, muchacha ingenua, le contó a su mamá: "Anoche los muchachos de la oficina me invitaron a jugar un juego que se llama strip poker. Cada vez que perdía yo tenía que quitarme una prenda de vestir. Acabé completamente desnuda". "¡Mano Poderosa! -se espantó la mamá, que aún juraba a la antigua-. ¿Cómo pudiste participar en semejante juego?". "No te preocupes, mami -la tranquilizó la cándida chica-. Los muchachos fueron muy buenos, y al final del juego me devolvieron la ropa"... Es necesario que la clase política mexicana haga un examen de conciencia y propósito firmísimo de enmienda, si tal cosa es posible. Ciertamente en todos los países los políticos son muy mal vistos: Se les considera hipócritas, charlatanes, deshonestos, mentirosos y convenencieros. En México, sin embargo, parece ser que ocupan el peldaño más bajo en la escala de la consideración social. En el mejor de los casos se les ve como un mal necesario. Su falta de honradez y de capacidad han llevado al país a la ruina, tanto que muchos mexicanos están poniendo ya los ojos para que sea presidente en alguien como López Obrador, un político que dice ser distinto a los demás políticos, pero que en el fondo es igual a ellos. Todos los políticos están poseídos por la ambición de poder, y es raro el que en su actividad aplica criterios de ética o valor. Para tener mejores políticos debemos ser nosotros mejores ciudadanos. A continuación sigue el único chiste que se conoce de cuando Pepito era inocente. Resulta que se quedó dormido en el asiento de atrás del coche de su hermano. Sin darse cuenta de que el chiquillo estaba ahí el muchacho fue por su novia y la llevó por la carretera a un paraje apartado. Se despertó Pepito y oyó que su hermano le decía a la muchacha: "¿Entonces qué? ¿Sí o no?". Respondió ella, terminante: "No". Dijo el muchacho con enojo: "Entonces te bajas". Y tras hacerla salir del automóvil el majadero regresó a su casa. Al día siguiente Pepito tomó su triciclo y pedaleando llegó a la casa de Rosilita, su pequeña vecina. La invitó a subir en el triciclo y fue a la vuelta de la esquina. Ahí se detuvo y le preguntó: "¿Entonces qué? ¿Sí o no?". La niña no tenía la menor idea de lo que su amiguito le preguntaba, y respondió con una sonrisa: "Sí". Pepito se quedó turulato, sin saber qué hacer. Se bajó del triciclo y le dijo a Rosilita: "Bueno, supongo que entonces yo me bajo del triciclo y tú vas en él"... FIN.