sábado, 25 de julio de 2015

julio 25, 2015
NUEVA YORK, 25 de julio.- Lafayette es la tercera ciudad más feliz de EE UU, según un estudio de Harvard. El por qué un hombre amargado, violento y deprimido eligió esta ciudad de Louisiana para liarse a tiros en un cine es uno de los grandes misterios que dejó tras de sí el miércoles John Houser, un hombre de 59 años que se pegó un tiro cuando se vio acorralado. «Estamos tratando de encontrar el motivo», dijo el jefe de policía Michael Edmonson. «Algo que explique por qué entró en ese cine, por qué disparó 13 veces, por qué volvió a entrar, por qué dejó el coche en la puerta con las llaves sobre la rueda, por qué estaba viviendo en un motel, por qué tenía pelucas y gafas en la habitación...».


La película no había hecho más que empezar. Houser se había sentado solo en un asiento cuando todavía estaban la luces encendidas, esperó a que pasaran los trailers y abrió fuego, sin decir palabra. Las primeras víctimas estaban sentadas justo delante de él. Mayci Beaux tenía 21 años y acababa de llegar a la ciudad para empezar dentro de dos semanas un curso de radiología en el hospital al que su cuerpo llegó frío. Jillian Johnson tenía 33, había montado una boutique con su marido y tocaba el ukelele con una banda local. Además de ellas, nueve personas resultaron heridas, incluyendo a Ali Martin, una maestra que salvó vidas al tirar de la alarma de incendios. En las salas contiguas de este multicine con 16 pantallas la gente que ya había oído los gritos salió corriendo.

Tany Clark no esperó hasta ese momento. La mujer de 36 años compraba palomitas cuando vio pasar a una mujer gritando que alguien estaba pegando tiros. Robert Martinez, de 17 años, pensó que era una broma, pero Tanya vio que le corría la sangre por la pierna y no se lo pensó. Agarró a su hija de 5 años y salió corriendo, dejando sobre el mostrados la cartera y teléfono. Más de 300 personas, muchos de ellos niños y adolescentes, salieron en estampida de los cines 'The Grand', entre ellos el asesino, que se encontró en la puerta a la Policía y volvió a entrar al cine, donde se pegó un tiro.

Todo parece indicar que eso no era su plan inicial. Houser tenía material para disfrazarse y hasta había cambiado la matrícula del coche, por lo que parece que planeaba la huida. Se sabe también que sufría de una personalidad bipolar. Su familia le había ingresado en un hospital psiquiátrico y su esposa llegó a pedir en 2008 una orden de alejamiento, para la que informó al juez de que su comportamiento era tan «volátil» y «errático» que le había escondido las armas.

Las permisivas leyes de Alabama, donde vivía hasta el mes pasado, le habían negado la licencia para llevar consigo un arma escondida por tener antecedentes pirómanos y de violencia doméstica. Wes Brues, un productor de la CNN que fue su vecino en Columbus (Georgia), dice que era un hombre muy involucrado en política que se presentó a varias elecciones de cargos públicos pero no las ganó. En internet dejó su huella en foros neonazis interesado en teorías conspiratorias contra el Gobierno así como grupos antisemitas y xenófobos. El año pasado le embargaron la casa y desde entonces no tenía domicilio pero se sabe que las últimas tres semanas estaba viviendo en un hostal de Lafayette, donde la única conexión que se le conoce con la ciudad es un tío que murió hacer 35 años.

«Si se hubiera suicidado en esa habitación su nombre no estaría en los periódicos y hoy no estaríamos hablando de él», dijo en la CNN el ex director adjunto del FBI Tom Fuentes, para explicar la masacre sin sentido. En la televisión de esa habitación que pagaba en efectivo con el dinero que le pidió a su madre probablemente veía a James Holmes, un joven con problemas mentales que hace justo tres años mató a 12 personas e hirió a 70 en un cine de Aurora (Colorado). El jurado le ha declarado culpable y en los próximos días tiene que decidir si le condena a cadena perpetua o pena de muerte. Pero a diferencia de Holmes, Houser no tenía un rifle semiautomático con el que matar a lo grande, sino una pistola del calibre 40 que tuvo que recargar al menos 13 veces. La última bala fue para él. (Mercedes Gallego / larioja.com/ The Guardian)