martes, 7 de julio de 2015

julio 07, 2015
Historias de reportero / Carlos Loret de Mola Álvarez

Sembrar la amapola, cultivarla, rayarla para obtener la goma, transformarla en heroína, transportarla y venderla. Es buen negocio, pero lleva tiempo. Sembrar la hoja de coca, procesarla y distribuirla es más complicado, pero redituable. La mariguana requiere más esfuerzo para el traslado; menos jugoso, pero jugoso al fin.

Las metanfetaminas son más fáciles de llevar de un lado a otro. Y como son pastillitas que se venden caras, mejor negocio. El problema para los narcos es importar ilegalmente las sustancias químicas —a veces de otros continentes— e instalar laboratorios para manipularlas.

Pero nada como el robo de combustible: en siete minutos cargan una pipa completa que les reditúa 90 mil dólares. Más rentable que cualquier droga.

Por eso muchos grupos criminales han orientado sus fuerzas a esta fuente segura de financiamiento que implica poco riesgo para sus empleados: por celos políticos entre diputados y senadores, permanece en la congeladora la iniciativa de ley para tipificar el robo de combustibles como delito grave. Hasta hoy, una ridícula fianza permite a quienes cometen este ilícito permanecer menos de dos semanas en prisión.

Según cifras de Pemex, 2015 está siendo año récord en robo de combustible. Se han detectado 2 mil 813 tomas clandestinas en seis meses, frente a 4 mil 618 en todo el año pasado y mil 620 en 2012. Así se ha disparado.

Encima de todo, los cárteles dedicados a robar gasolina han descubierto que dejar las tomas abiertas con borbotones de combustible es popular: los habitantes de las comunidades aledañas —zonas rurales pobres— se acercan con cubetas para llevarse gasolina y obtener un dinerito extra, sin contar que a los campesinos Pemex les paga los daños en sus tierras y los contratistas emplean trabajadores para las obras de reparación. “Cobijo social”, que le llaman.

Pemex no se da abasto. El Ejército lleva años diciendo que hace operativos especiales, pero estos han fracasado. El SAT no detecta a empresarios gasolineros e industriales que se surten de este combustible barato del mercado negro. El Estado no responde.

Al cobijo social y la falta de supervisión, se suma la complicidad:

Recientemente, las autoridades desmantelaron en Tabasco una obra de infraestructura dedicada a esta ordeña: el pozo tenía 20 metros de profundidad y una manguera que le permitía extraer el líquido a mucha distancia del ducto, camuflando con más éxito su actividad ilegal. Algo así, me dicen fuentes de alto nivel que buscan combatir este delito, sólo es posible con la complicidad de trabajadores de Pemex. Sospechan del sindicato que comanda el impresentable senador priísta Carlos Romero Deschamps, símbolo de corrupción e impunidad.

Señalan que son expertos los que explican dónde hacer las perforaciones, cómo realizarlas (particularmente las más sofisticadas) y hasta han detectado que “dan el pitazo” de en qué momento va a haber un mayor flujo de combustible en los ductos, para que las pipas tarden menos tiempo en llenarse y el riesgo de ser descubiertos sea menor.

SACIAMORBOS. Se ve que estas Historias de Reportero dieron en el clavo. El gobernador de Quintana Roo operó personalmente y alineó a las plumas a su servicio para la descalificación. 

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