viernes, 5 de junio de 2015

junio 05, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Gallinas mexicanas. Faltaba una hora para que el doctor Ken Hosanna llegara a su casa, y su liviana esposa se hallaba en el domicilio conyugal muy ocupada en escarceos de carnalidad con un vecino. En medio de los eróticos meneos la pecatriz le dijo con alegre entusiasmo a su ilícito amador: "¡Caramba, Pitorraudo! ¡Tú sí que sabes qué hacer mientras llega el médico!". En el hoyo 19 del club de golf uno de los socios se jactaba: "Hace 5 años ingresé en este club, y desde entonces he tenido seis esposas, dos de ellas mías". Remisia, mesera de restorán, llegó a su casa después de una dura jornada de trabajo. Tan pronto entró en la alcoba su marido dio muestras de querer la realización del acto connubial. Le dijo ella: "Ten consideración, Cachondio. Todo el día he estado sin sentarme, y me duelen mucho los pies". Respondió él, tajante: "No lo vamos a hacer de pie". Estoy sumamente preocupado. ¿Qué pasa con las gallinas mexicanas? ¿Acaso están enfermas o cansadas? ¿No se les alimenta bien? ¿Atraviesan por un episodio depresivo, o sufren de agotamiento o estrés? No sé, pero lo cierto es que noto una alarmante falta de huevos en el país. Los había -y muy sobrados- en tiempos de Ruiz Cortines y López Mateos, no se diga en la época de Díaz Ordaz, y aun de Salinas de Gortari. Algunos tildarán a esos presidentes de autoritarios, e incluso de represores, pero en sus respectivos sexenios los líderes sindicales que se apartaban del orden constitucional y atentaban contra las instituciones y el bien comunitario eran sometidos al orden jurídico, y sus ilícitas acciones recibían el castigo determinado por la ley. Ahora las autoridades, aún las de más alto nivel, permiten no sólo que los dirigentes caciquiles de la CNTE echen abajo la reforma estructural más importante que había logrado esta administración, la educativa, sino toleran también la toma de aeropuertos, el cierre de carreteras, la ocupación de casetas de peaje y el ataque a oficinas y funcionarios públicos, y doblan las manos ante esos abusos que claramente pueden ser tipificados como delitos graves. La lenidad y omisiones de los encargados de hacer cumplir la ley llegan al extremo de dejar que se ponga en riesgo el proceso electoral que culminará el próximo domingo. Nadie pide represiones, ni que se vuelva a los tiempos del autoritarismo presidencialista, pero tampoco nadie quiere gobernantes blandengues que se asusten y dobleguen ante las amenazas de los sistemáticos violadores de la ley. De esa indebida tolerancia pueden venir males aún mayores que los que estamos viendo. Una cosa es la justificada irritación social antes las fallas de todo orden que se observan en la vida pública, y otra muy diferente es la violencia irracional ejercida por una banda como la CNTE, que reclama privilegios que ningún mexicano tiene, y que en forma insaciable exige canonjías cuya desorbitada desmesura movería a risa de no ser porque provoca indignación. Lo dicho: ¿Qué pasa con las gallinas mexicanas? Están faltando huevos. Debo decirte, columnista, que en esta ocasión no anduviste culterano en tu modo de expresión, ni sobrado de aticismo. ¿A qué esa alusión plebeya al producto de gallina? El lenguaje que usaste hoy es propio de cantina de la más baja estofa, cuando no de cámara de diputados. Ea, modera tu vocabulario, a fin de que nadie te confunda con carretonero, coime de pulquería o -peor aún- con presidente de instituto electoral. Don Languidio y su esposa doña Pasita disfrutaban unos días de descanso en su cabaña frente al lago. Una tarde ella fue al pueblo cercano a comprar vituallas. Cuando regresó encontró a su casquivano cónyuge en brazos de la robusta campesina encargada del aseo de la cabaña. Se armó la de Dios es Cristo, claro, pero don Languidio le prometió a su mujer que no lo volvería a hacer. Confiada en sus vehementes juramentos doña Pasita lo perdonó. Al día siguiente fueron en la canoa a pasear por el lago. Cuando subieron a la embarcación la agraviada mujer le dio a su marido un trozo de cuerda. Preguntó él, extrañado: "¿Para qué es esto?". Respondió doña Pasita con rencorosa voz: "Si con lo que tienes puedes follar, seguramente podrás también remar con esa cuerda". FIN.