sábado, 13 de junio de 2015

junio 13, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


En Colima. ¡Feliz de mí! ¡Soy un caminante!... ¡Ay de mí! ¡Soy un caminante!... ¿A qué esas dos contradictorias expresiones, tan opuestas entre sí? Sucede que mi oficio de juglar viajero tiene luces y sombras, como sucede con  todo, como con todos sucede. Viajar continuamente en giras de conferencias, o para presentar mis libros, me hace ausentarme de mi hogar, donde vivo en compañía de una bella dama cuyo nombre es la felicidad. De siete días que tiene la semana cuatro o cinco estoy fuera, si no de mí, sí de lo mío. Algo anda mal, me digo, cuando llegas al hotel y te preguntan: "¿Cómo te fue?", y llegas a tu casa y te preguntan: "¿Y de dónde nos visita el señor?". A mi edad ya debería yo estar en una mecedora, con una cobijita en las rodillas y en las manos un libro de oraciones a fin de prepararme para mi llegada a la estación final. Pero como dicen los yanquis con laconismo lapidario: "If you retire you expire". Si te retiras, expiras. Además mi hermosa chamba no me permite retirarme, antes bien me hace acercarme más a mi mundo y a mi prójimo. Conservo un asombro infantil antes las cosas -aún me maravilla ver cómo el jet sube y alcanza la estatura de las nubes-; los viajes, lejos de cansarme, me vivifican y rejuvenecen, y el hecho de sentir en vivo y a todo calor el afecto de mis cuatro lectores me alimenta el corazón y el alma. Por otra parte Diosito bueno me ha dado el don de la salud, y un estómago capaz de digerir hasta alambres de púas con tal de que estén bien aderezados. Merced a mis andanzas por aquí, allá y acullá puedo ver, oír, gustar, palpar y oler todos los sitios de este país hermoso, conocer su gente, deslumbrarme con sus arquitecturas- la del Señor y la hecha por los hombres-, escuchar la variadísima música de México, probar sus guisos increíbles, admirar sus artes y sus artesanías, escuchar sus tradiciones y su historia, percibir el genio y el ingenio de los moradores de sus distintas regiones y -cosa muy importante- recoger sus dichos y traviesos dicharachos. De Colima traje uno ya hace tiempo. Dice así: "¡Aquí es Colima, y aunque no haya cocos!". La contundente expresión se usa para expresar la idea de que se debe hacer alguna cosa sin esperar más para hacerla. Creo haber explicado ya el origen de esa frase. En tiempos anteriores a los del automóvil una joven pareja se casó en Guadalajara. Inmediatamente después de la boda los novios emprendieron el viaje hacia Colima, pues ahí establecerían su residencia. Iban en un cochecito tirado por caballos. La lentitud del viaje desesperaba al novio, que ardía en urentes deseos de consumar ya la tan ansiada unión. A cada paso quería aprovechar la soledad del campo para gozar los deliquios del connubio. Ella, pudorosa, le pedía que esperara hasta llegar a Colima. Preguntaba él con impaciencia: "¿Y cómo sabré que estamos ya en Colima?". Respondía ella: "Cuando veas cocos". Después de repetidas instancias, y de otras tantas negativas ("Hasta que estemos en Colima; hasta que veas cocos"), llegó la hora del yantar. Buscaron un paraje soledoso, a la riba de un arroyuelo de aguas cantarinas, y ahí disfrutaron su primera comida de recién casados. Él se bebió, completa, la botella de robusto tinto que llevaba para la ocasión. Ceres y Baco, decían los clásicos latinos, traen a Venus. Eso equivale a decir que la comida y la bebida excitan el deseo carnal. Así, el muchacho no pudo ya contener sus ímpetus de másculo, y se precipitó sobre su mujercita armado de todas sus armas. Ella, asustada, repitió: "¡Hasta que lleguemos a Colima!". Fue entonces cuando el urgido novio acuñó la inmortal frase. Exclamó con voz imperativa: "¡Aquí es Colima, y aunque no haya cocos!". Y ¡ñácatelas!, si me es permitida esa expresión de vulgo. En Colima se registró la elección más disputada entre todas las que se llevaron a cabo el domingo que pasó. Todo indica que el candidato del PRI obtuvo el triunfo, siquiera sea por unos centenares de votos. Toca a la autoridad electoral dictaminar sobre el resultado final. Conocido éste todas las partes deberán acatar su determinación, sin tratar de ganar en la mesa lo que no se ganó en las urnas. Eso sí: se debe decidir cuanto antes, de modo de no dar ocasión a que el conflicto se exacerbe. ¡Aquí es Colima, y aunque no haya cocos!... FIN.