viernes, 12 de junio de 2015

junio 12, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Las redes y el poder. En una casa de mala nota un parroquiano contrató los servicios de una de las musas de la noche que ahí prestaban sus servicios. En el transcurso del acto ella le dijo: "Noto que estás haciendo esto con preocupación. ¿Por qué?". Respondió el tipo: "Tú también estarías preocupada si tuvieras lo que yo tengo". Preguntó la maturranga: "¿Qué tienes?". Contestó el individuo: "5 pesos". Un cocodrilo entró en una cantina. Al verlo el cantinero se espantó. Le dijo el saurio: "No se preocupe. Ya cumplí los 21 años". En su nidito de amor la recién casada le dijo a su flamante maridito: "¡Al fin somos uno, mi amor!". "Sí -admitió él-. Pero de cualquier modo haz desayuno para dos". Corneliano y su mujer invitaron a varias parejas a tomar unas copas en su departamento. A la mitad del sarao él advirtió que su esposa y uno de los invitados se habían separado de la concurrencia. Los buscó sin hallarlos. Fue a su recámara. Ahí estaban los ausentes entregados al H. Ayuntamiento. Regresó Corneliano a la sala y les dijo a los demás muy divertido: "Pitorrango no sabe tomar. ¡Se puso tan borracho que cree que soy yo!". Con todos sus defectos y sus lacras las llamadas redes sociales han dado a los ciudadanos un poder que antes no tenían. La información que a través de ellas reciben, la posibilidad de expresar su opinión sobre los acontecimientos, hacen que la gente común disponga ahora de una herramienta que le permite influir en el rumbo de los acontecimientos. En buena parte fueron las redes sociales las que marcaron la campaña de los candidatos independientes y llevaron a algunos de ellos al triunfo por encima de la propaganda de los partidos y de los medios de comunicación convencionales. El IPhone, el IPad, el IPod y todos los "I" I-bidos y por I-ber dan poder a la ciudadanía frente al que detentan los partidos y otros factores de poder. Los políticos y los empresarios de la comunicación deben tomar en cuenta ese nuevo poder, y adaptarse al cambio de los tiempos. Facilda Lasestas, la mujer de tacón dorada más conocida en el pueblo, fue llevada a juicio acusada de ejercer la prostitución en la vía pública. El fiscal le dijo con severidad: "Diga usted qué hizo la noche del pasado sábado. Y recuerde que juró decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad". Respondió ella: "Abogado: Si digo la verdad comprometeré al juez, al secretario del tribunal y a cinco de los señores del jurado". El jefe de personal le informó al solicitante: "El sueldo es de 3 mil pesos al mes". Exclamó el individuo: "¡Eso es una injusticia!". "Está bien -concedió el otro-. Le pagaremos 2 mil 500, para que la injusticia sea menor". En el curso del acto del amor el galán le pidió a su dulcinea que hicieran algo que se apartaba de los cánones convencionales. Le preguntó ella con enojo: "¿Qué te hace pensar que me gustaría hacer eso?". Después de una pausa inquirió preocupada: "¿No habrás leído mi diario?". El papá de Pepito trató de darle una lección de vida. Le dijo con solemnidad: "Estamos en este mundo para servir a nuestro prójimo". Preguntó el chiquillo: "¿Y pa' qué chingaos está aquí nuestro prójimo?". Comentó una señora con tono de molestia: "Mi marido no sabe jugar póquer". Le preguntó una amiga: "¿Y por qué te molestas?". Respondió la señora: "Porque juega póquer". El optometrista puso a Babalucas ante el cartel con letras que sirve para medir la vista. Le pidió: "Lea el primer renglón". Preguntó el badulaque: "¿En qué idioma está?". Astatrasio Garrajarra, el beodo mayor de la comarca, le dijo a su esposa: "No te quejarás de que anoche haya hecho yo ruido cuando regresé a la casa". "Tú no -reconoció la mujer-. Pero los dos hombres que te venían cargando sí lo hicieron". Una muchacha contó su experiencia en el campo nudista. "A las mujeres se nos permitía llevar algo en la cabeza: Un sombrerito, una gorra, un moño.". Preguntó alguien: "¿Y los hombres?". "No -respondió ella-. Ellos llevaban todos la misma cosa". Madanita, muchacha bastante robusta, contrajo matrimonio. Estaba tan grande y gorda que el novio tuvo que consumar el matrimonio con ayuda de una amigo que le iba diciendo: "Un poco más arriba. Quebrándose, quebrándose.". FIN.