miércoles, 10 de junio de 2015

junio 10, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Gran responsabilidad. Susiflor, joven y linda secretaria, se enamoró perdidamente de su jefe. Un día le confesó su amor. La tomó él por los hombros y le preguntó con voz solemne: "Susiflor: ¿te gustaría tener encuentros furtivos con un hombre casado; verlo una vez a la semana en algún oscuro bar de las orillas, cuidando de que nadie te vaya a ver con él, y luego dejarte llevar a un motel de mala fama, y ahí hacer el amor apresuradamente?". Ella, llorosa, respondió que no. "Bueno -dijo decepcionado el jefe-. Era sólo una sugerencia". Cierto tipo hizo fortuna vendiendo una fragancia que hacía que la mujer oliera a manzana. Otro hizo una fortuna considerablemente mayor vendiendo una fragancia que hacía que las manzanas olieran a mujer... El sexo es un reloj de arena en el cual la parte de abajo se llena al tiempo que la de arriba se vacía. Un muchacho perteneciente a la generación del gadget contrajo matrimonio. La noche de las bodas revisó prolijamente el mons veneris de su adorable mujercita y luego, desconcertado, le preguntó: "¿Dónde está el botón del encendido?". 

Foto de AP publicada por el NYT de Jaime Rodríguez Calderón festejando su triunfo el domingo. Junto a él, Fernando Elizondo Barragán.

Seguramente ninguno de los que conocieron a Jaime Rodríguez, "El Bronco", en su infancia de niño campesino en el poblado montañés de Galeana, Nuevo León, imaginó que un día ese muchachillo rebelde y levantisco escribiría una página importante en la historia política de México. En efecto: es el primer candidato a gobernador que gana la elección como ciudadano independiente, sin el apoyo de ningún partido. Ese es un acontecimiento cuya importancia no puede soslayarse, pues el voto de castigo que ahí se presentó puede reproducirse en la próxima elección presidencial. Rodríguez debe estar orgulloso de su triunfo, pero debe sentir también una tremenda responsabilidad: quien escribe una página en la historia está obligado a no mancharla después de haberla escrito. Ahora lo que ha de hacer el Bronco es desbroncarse, si cabe la expresión. Sus actitudes y maneras de hablar lo hicieron ser un excelente candidato, pero si las conserva lo pueden llevar a ser un mal gobernador. En medio de su contundente victoria no debe olvidar que muchos de los que le dieron su voto no votaron propiamente por él, sino contra un sistema que tiene ya harta a la gente, y para repudiar a una administración en la cual la corrupción y el tráfico de influencias alcanzaron niveles de escándalo. Le toca al Bronco demostrar ahora que vale por sí mismo; cumplir los ofrecimientos que hizo a la ciudadanía, y encabezar un gobierno honesto y eficiente. Para eso contará con un valioso colaborador: Fernando Elizondo Barragán, quien goza del reconocimiento y aprecio de su comunidad. Elizondo, por su parte, debe ser eso: un colaborador leal de quien lo hizo compartir su triunfo, y no una eminencia gris o poder tras el trono, y menos todavía un gobernador adjunto. Estoy lejos de coincidir con quienes consideran que al elegir al Bronco los nuevoleoneses dieron un salto al vacío, y que auguran males de toda especie para Nuevo León. Pienso que el candidato electo puede hacer un buen gobierno, y de ese modo justificar las expectativas que en él pusieron sus conciudadanos y abrir el camino a nuevas candidaturas independientes que disminuyan el irritante poder de los partidos. Las primeras declaraciones de Rodríguez me parecieron muy afortunadas, especialmente aquélla en que rechazó aspirar a la presidencia de la República, y la otra en que dio las gracias al presidente Peña Nieto por haber impulsado la posibilidad de que los ciudadanos se presenten en una elección sin tener que ser postulados por algún partido. Esas manifestaciones dan muestra de tino político y espíritu de conciliación. Después de Coahuila, mi suelo natal, Nuevo León es el estado que más quiero. En él tengo afectos incontables, y de él he recibido innumerables distinciones y beneficios. Una vez más los nuevoleoneses nos dieron a todos los mexicanos un magnífico ejemplo de civismo y participación. Si yo fuera tan bronco como el Bronco le diría lo que seguramente le está diciendo ya su raza: "¡Ora sí, cabrón! ¡A jalar por Nuevo León!". Como no lo soy, le digo con respeto: "Ahora sí, señor gobernador: a trabajar por el bien de Nuevo León y de los nuevoleoneses. FIN.