lunes, 22 de junio de 2015

junio 22, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Mantenerse en el camino. La maestra les contó a los niños la historia de Moisés; de cómo la hija del faraón lo encontró flotando en una canastita en el Nilo y lo llevó a su palacio. Hacía algunos meses la profesora, soltera ella, había quedado embarazada, y a su debido tiempo dio a luz a su bebé. Cuando de nuevo se presentó en la escuela Pepito le advirtió con tono admonitorio: “No nos vaya usted a salir con que también se lo encontró en el Nilo”. Una secretaria le dijo a su compañera: “Qué bien se viste el señor Pitorro, ¿verdad?”. “Sí –contestó la otra–. ¡Y tan aprisa!”. Las socias del Club de Damas visitaron la estación de bomberos. Una de ellas vio en el piso un agujero y la barra de metal por donde los bomberos se deslizaban. Le preguntó al jefe: “¿Qué es eso?”. Respondió él: “Es un dispositivo para que los hombres puedan salir rápidamente en caso de alarma”. “¡Qué práctico! –se admiró la señora–. ¡Voy a poner uno en mi clóset!”. Don Algón le pidió al encargado de la agencia de colocaciones que le enviara una secretaria. Se extrañó el de la agencia: “La semana pasada le mandamos una. ¿No le salió buena?”. “Me salió buenísima –contestó don Algón–. Pero sigo necesitando una secretaria”. Astatrasio Garrajarra, ebrio consuetudinario, llegó a su casa en horas de la madrugada. Su abnegada esposa le dijo gemebunda: “¡Me tenías muy preocupada! ¡No dormí en toda la noche!”. Respondió con displicencia el temulento: “¿Y a poco crees que yo sí dormí?”. Pese a todos los pesares los mexicanos seguimos confiando en las instituciones. Lo demostramos en la pasada elección: acudimos a votar en buen número, y el insistente llamado de quienes nos pedían que anuláramos nuestro voto no tuvo mayor eco. Aunque hubo en las redes sociales una campaña intensa para incitar a esa anulación, los votos nulos fueron menos que en pasadas elecciones en las cuales no se hizo esa campaña. Tampoco prosperaron las amenazas de aquellos que –como los líderes de la nefasta CNTE– pretendieron poner trabas a la jornada electoral. Las cosas, pues, funcionaron bien. El Instituto Nacional Electoral, con todos sus defectos, cumplió bien su función, igual que la cumplieron los cientos de miles de mexicanos que fueron convocados para llevar a cabo en las casillas la jornada de elección. Nos mantenemos en el camino democrático. En él debemos seguir, perfeccionando nuestra aún incipiente democracia. Ahora sabemos que la vuelta al pasado es imposible. El maduro señor que se había casado con una chica bastante menor que él se desesperaba en la sala de espera del doctor, pues su joven esposa tardaba mucho en salir del consultorio. Dio unos tímidos golpecitos en la puerta. El joven médico asomó la cabeza. Le dijo el añoso marido: “Doctor, mi señora lleva bastante tiempo en su privado. ¿Ya sabe usted por qué no puede encargar familia?”. Respondió molesto el facultativo: “Y estas interrupciones no van a ayudar nada a que la encargue”. Babalucas fue de cacería con un amigo. Era su primera experiencia como cazador. Le recomendó su amigo: “Si cazas un venado inmediatamente recógelo, pues suele suceder que lo reclame otro cazador diciendo que él fue quien disparó”. A media mañana el compañero de Babalucas escuchó disparos. Acudió al sitio y vio a Babalucas apuntándole con su rifle a un hombre muy asustado, al tiempo que le decía con voz amenazante: “Ya no me discuta. Fui yo quien mató este venado. Ni crea que se lo voy a dar”. “Está bien, señor –aceptó mansamente el individuo–. Pero por lo menos déjeme quitarle las riendas y la silla”. La mamá de Rosilita estaba esperando bebé. Le preguntó a la niña: “¿Qué te gustaría recibir? ¿Un hermanito o una hermanita?”. “La verdad –respondió la pequeña–, me gustaría más recibir una bicicleta. Pero quizás el parto te resultaría difícil”… Eglogio, salaz labriego, y Bucolia, ingenua moza campesina, iban por el campo cuando vieron a un toro y a una vaca realizando el performance mediante el cual la naturaleza se encarga de perpetuar la vida. Eglogio pensó que aquella escena podía servir de prolegómeno a una grata intimidad con la muchacha, de modo que fingió un hondo suspiro y luego dijo: “¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!”. “Pues adelante –le dijo ella–. Pero ten mucho cuidado, no se te vaya a enojar el toro”. FIN.