domingo, 31 de mayo de 2015

mayo 31, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Apuesta. Venablio y Hubertino, cazadores, llegaron a lo más profundo de la jungla, ahí donde la mano del hombre jamás había puesto el pie. Venablio iba nervioso: En la espesura abundaban los gorilas, y temía que uno de ellos lo violara. Hubertino lo tranquilizó: “Los gorilas no asaltan sexualmente a los humanos”. Replicó Venablio: “En los libros escritos por Jim Hunter y otros famosos cazadores he leído que algunos hombres han sido víctimas de la lascivia gorilesca cuando en el grupo de esos primates escaseaban las hembras. Más aún: La mayoría de quienes han sufrido esos ataques han quedado enmañados en tal forma que se han ido a vivir con su simiesco seductor”. “Leyendas todas ésas -rechazó Hubertino-. Te apuesto 20 dólares a que en el curso de nuestra cacería ninguno de los dos será objeto de la lubricidad de un cuadrumano”. Aceptada la apuesta por Venablio los dos cazadores se fueron cada uno por su lado, tras acordar que a la caída de la tarde se reunirían en el campamento. Venablio, cauteloso, pegaba la espalda a los troncos de los árboles para evitar una sorpresa ingrata. De pronto se espantó al ver frente a sí a un enorme gorila. Y más se asustó cuando el antropoide le preguntó: “¿Tú eres el amigo de Hubertino?”. “Sí” -respondió Venablio con temblorosa voz. Le dijo el gorila: “Te debe 20 dólares”... A la señorita Doremila, la maestra de piano del pueblo, soltera ya madura, todos la querían mucho, y en su aniversario le hacían pequeños regalos que generalmente consistían en muñequitos de porcelana que ella ponía en repisas en la sala de su casa. Cierto día las mamás de sus alumnos le dijeron que le habían encontrado un buen partido: Un caballero respetable, de buena posición económica y sin compromisos de familia. Inquirió Pasita: “¿Qué edad tiene el señor?”. Le respondieron: “75 años, y es viudo desde hace 15”. “No me interesa” -opuso ella de inmediato. “¿Por qué no, Pasita? -le preguntó alguien-. Ni siquiera lo conoce”. Explicó ella: “No quiero en mi casa una sola cosa más que tenga que desempolvar”... Doña Macalota conservaba una alcancía en forma de marranito. En ella iba echando las monedas que le sobraban después de hacer el gasto diario. Su consorte, don Chinguetas, le ofreció por broma que cada vez que hicieran el amor le pondría en el cochinito un billete de 100 pesos. “Pues sí que eres agarrado -le dijo con tono acre doña Macalota-. Los demás ponen 200, y algunos hasta 500”... En el curso del acto del amor don Frustracio le preguntó a su esposa, doña Frigidia: “¿Te lastimé?”. “No -respondió ella-. ¿Por qué me lo preguntas?”. Explicó don Frustracio: “Es que te moviste”... Una mujer llegó al Cielo y preguntó por su marido, el señor Smith. Le dijo San Pedro: “Tenemos aquí 5 millones de Smiths. ¿Cuál fue su primer nombre?”. “Se llamaba John -respondió ella-. John Smith”. Manifestó el apóstol: “Hay en el Cielo por lo menos medio millón de John Smiths. ¿Tenía tu marido alguna seña particular?”. “Sí -dijo la señora-. Una cicatriz en el labio, y antes de morir me dijo que se daría una vuelta en su tumba cada vez que hiciera yo el amor con otro hombre”. “¡Ah, sí!” -se le iluminó el rostro al portero celestial. Llamó a un ángel y le dijo: “Lleva a esta señora con el Trompo Smith”... Aquella chica usaba ligas negras en sus medias, en memoria de sus novios que habían pasado al más allá... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le preguntó a su esposa, cuyo cumpleaños se acercaba: “¿Te gustan las pieles?”. “¡Claro que me gustan!” -exclamó la señora, ilusionada. Capronio entonces, como regalo, la llevó al zoológico... Un tipo le dijo a su compadre: “Sé que cuando salgo de viaje duerme usted con mi esposa”. “Compadre -replicó el otro, solemne-, le juro que no pegamos los ojos en toda la noche”... En el automóvil, frente a su casa, la chica le dijo con enojo a su galán: “Eso de haberme obligado a hacerte tocamientos impúdicos es algo que va contra mi moral y mis principios. Voy a bajar del coche, y nunca jamás me volverás a ver”. “Está bien -se resignó el muchacho-. Pero antes de bajarte suéltame de ahí”... FIN.