jueves, 28 de mayo de 2015

mayo 28, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Reacción oportuna. Flordelisia, muchacha ingenua y cándida, casó por interés de su familia con don Valetu di Nario, rico carcamal. La noche de las bodas, ya en la cama, la candorosa joven le dijo a su senil marido: “Mi mamá me dijo que esta noche usted hará algo que quizá me asustará”. “Sí, linda” -respondió el añoso señor. Y acercándose a su joven desposada le hizo: “¡Bu!”. El galán le comentó a su dulcinea: “Vamos a pasar fantásticamente la noche del sábado. Tengo tres boletos para la final del futbol”. Preguntó con extrañeza la muchacha: “¿Para qué necesitamos tres boletos?”. Explicó el novio: “Uno para tu papá, otro para tu mamá, y el tercero para tu hermano”. Doña Frigidia le reclamó a su esposo don Frustracio: “¿Por qué nunca dices mi nombre cuando me haces el amor?”. Contestó él: “Porque temo despertarte”. Lo obligado es atacar a Peña Nieto. Quien no lo haga es un vendido, un incondicional. Las redes sociales, esas furiosas Furias, se ensañan con el Presidente y le aplican su profuso catálogo de insultos y denuestos. Aun en medios de seriedad reconocida se publican -y obtienen la buscada resonancia- comentarios que deberían ser impublicables por su sobra de injurias y su falta de raciocinio (y de gramática). Muchas veces los contenidos que circulan en la red no son la voz del pueblo: Son la insidiosa propaganda difundida por empleados a sueldo dedicados de tiempo completo a propalar falsedades y dicterios contra alguien al amparo del anonimato que ese medio otorga. Peña Nieto es el blanco principal de tales ataques y de quienes los corean. Ciertamente algunas de sus acciones y palabras son merecedoras de crítica severa. Las corruptelas -corrupción, si se habla con claridad mayor- derivadas del tráfico de influencias que se han visto en su administración justifican la irritación de la ciudadanía. Los dislates en que ha incurrido al hablar improvisadamente -como ése de los estados de León y Lagos de Moreno- son motivo de explicable burla. Aun así el ejercicio recto de la crítica impone el deber de señalar tanto lo positivo como lo negativo de las personas y las instituciones. Sé bien que decir algo bueno de Enrique Peña Nieto se aparta de la corrección política, y hace caer a quien lo dice en las rabiosas redes de la red. Sin embargo hoy aplaudo y reconozco la prontitud con que el Presidente reaccionó ante la tragedia de Ciudad Acuña, en mi natal Coahuila, y las oportunas medidas que dictó junto con el gobernador Moreira para auxiliar a las víctimas del tornado habido en esa población, tan querida por mí por el afecto que siempre me ha mostrado. En Acuña vive gente a la que quiero mucho: Connie González, bella señora dedicada a la cultura; el licenciado Cuauhtémoc Hernández, prestigiado jurista de extraordinaria calidad humana; los buenos amigos que me hicieron ser Mister Amigo. Quisiera saber de ellos, y que me digan en qué puedo ayudar. Mientras tanto envío un aplauso al presidente Peña y al gobernador Moreira, aplauso que tributo con las dos manos para mayor efecto. Ojalá su presencia en el sitio del desastre se traduzca en acciones igualmente prontas y eficaces en bien de los damnificados. Meñico Maldotado, infeliz joven con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna, tuvo sexo con una linda chica. Al terminar el trance le preguntó: “¿Te gustó?”. Respondió ella: “Qué”. El angustiado marido fue con un médico y le dijo que sufría de eyaculación prematura. Inquirió el facultativo: “¿En qué momento de la relación termina usted?”. Respondió el tipo: “Antes de que mi esposa entre en el cuarto”. Acabada la guerra el general Store se casó. Al día siguiente de la noche nupcial su asistente entró en el cuarto, como hacía siempre, descorrió las cortinas y le dijo a su superior: “Las 6:00 de la mañana, mi general”. Luego le dio una palmadita en una pompa a su flamante esposa y le indicó: ‘Y tú, muchacha, es hora ya de que regreses a tu casa’”. El señor llegó de un viaje, y su hijito le sugirió: “Dale las gracias al repartidor de pizzas”. El papá, extrañado, preguntó: “¿Por qué?”. Replicó el niño: “La otra noche mi mami empezó a gritar en la cama: ‘¡Me voy! ¡Me voy!’. Y si el repartidor no hubiera estado arriba de ella se habría ido”. FIN.