sábado, 16 de mayo de 2015

mayo 16, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Despenalización. Un tipo fue con el doctor Ken Hosanna, sacó una hoja de papel y escribió en ella: "Soy sordo, doctor. Por favor deme algo para el resfriado que traigo". El médico escribió a su vez: "¿Desde cuándo es usted sordo, y cuál es la causa de su sordera?". Respondió el tipo, escribiendo también: "Soy sordo desde hace 10 años. Acostumbraba hacer el amor varias veces al día. Los médicos me dijeron que si seguía haciendo eso me quedaría sordo. Lo seguí haciendo y, en efecto, me quedé sin oír". Escribió el facultativo: "¿Y por qué si le hicieron esa advertencia no la obedeció?". Escribió el tipo, "Porque lo que cogía me gustaba más que lo que oía". Un pingüino le preguntó al policía de la esquina: "¿Ha visto a mi hermano?". Respondió el guardia: "No sé. ¿Cómo es?".Un individuo invitó a Dulciflor a salir con él. Respondió ella irritada: "¿Acaso piensa usted que voy a salir con un perfecto extraño?". Respondió el sujeto: "Despreocúpate, linda. Estoy muy lejos de ser perfecto". Apenas se apaga un fuego -y eso a medias- cuando se enciende otro. Después de Michoacán vino Jalisco. A Veracruz siguió Guerrero. Y sólo Dios sabe qué estado seguirá después. Perseguidos en un lugar, los delincuentes se van a otro. Tienen una capacidad de movilización que las llamadas fuerzas del orden no poseen. Son ubicuos. Cuando parece que se ha acabado ya con ellos renacen de sus cenizas, como el gato Félix, según dijo cierta vedette. La verdad es que mientras haya drogadictos habrá traficantes de drogas. Así como aquéllos rechazan toda incitación a dejar su letal vicio, quienes los surten de las maléficas sustancias -expresión de prensa antigua- seguirán resistiendo toda acción que tienda a estorbar su lucrativo tráfico. Muchas veces les he dicho a los gobernantes del mundo que sólo una acción concertada tendiente a despenalizar el consumo de drogas y regular su comercio podrá acabar con esa violencia irracional. Hasta ahora no me han hecho caso. En su salud lo hallarán. El cuento que ahora sigue es largo. Tan largo que hace sentir la tentación de abandonar su lectura. Quien tal haga se perderá un final inesperado que al mismo tiempo sorprende y regocija, tanto por lo absurdo como porque en él aparece un vocablo que se usa poco en la expresión escrita, y que por tanto suena a vulgarismo, pero que pertenece al lenguaje coloquial. Lean mis cuatro lectores ese chascarrillo, y confirmen una vez más los extremos que puede alcanzar el humor del pueblo. Llegó un individuo a una cantina; se sentó en un banquillo de la barra y le pidió al cantinero: "Deme una botella de tequila, por favor". Eran los tiempos en que las botellas de bebidas alcohólicas no tenían aún el tapón protector que ahora tienen. El tabernero le puso enfrente al recién llegado una botella de tequila; la abrió el tipo, se la llevó a los labios y -glu, glu, glu, glu, glu glu- la apuró toda. El de la cantina vio aquello, asombrado. Su asombro creció de punto cuando el hombre le pidió: "Ahora deme media botella de tequila". Se la sirvió el cantinero y otra vez el sujeto -glu, glu, glu- se la bebió. "Ahora -solicitó el individuo-, dame un cuarto de botella de tequila". El cantinero le entregó una botella con la porción pedida, y el individuo se la bebió otra vez de un trago: glu. "Ahora -demandó el extraño cliente- dame un octavo de botella de tequila". Se la sirvió el de la cantina, y el hombre apuró el líquido. "Ahora -rogó con tartajosa voz-, sírveme un dieciseisavo de botella de tequila". Cumplió el tabernero la petición y el hombre bebió aquello. "A-a-ahora -solicitó con voz ya francamente de ebrio- dame una copa de tequila". Escanció la copa el cantinero, y se la tomó el beodo. "A-a-ahora -pidió dificultosamente-, dame media copa de tequila". Se la sirvió el otro y la consumió el borracho. "A-a-a-ahora -balbuceó el temulento- quiero un cuarto de copa de tequila. El de la taberna se lo dio y lo bebió el sujeto. "A-a-a-a-ahora -pidió el hombre- sírveme un octavo de copa de tequila. Lo mismo. Cuando el briago se disponía a pedir un dieciseisavo de copa de tequila el cantinero ya no se pudo contener. Le dijo al individuo: "Perdone usted, amigo. Me parece muy raro su modo de beber". Farfulló el sujeto: "A mí también me parece muy raro. ¡Mientras menos tomo más pedo me pongo!". FIN.