domingo, 10 de mayo de 2015

mayo 10, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre 


Homenaje a las madres. ¡Hoy por ser Día de las Madres se las cantamos aquí! Felicidades a todas las mamás de México, a las que van a serlo y a las incontables mujeres que sin ser madres dan amor igual que si lo fueran: Las que son como mamás para un padre o una madre; para un hermano, un sobrino, un pequeño animal; las maestras que son madres de los niños a quienes educan; las apostólicas mujeres que cuidan enfermos, débiles o ancianos como si fueran sus hijos. Mi columnejilla es hoy un homenaje a ellas. "¿De quién es este muchachito tan lindo?" -le preguntaba su mamá a Pepito con la mimosa voz que las mamás emplean para hablar con sus hijos pequeñitos. "¡Joder! -exclamó Pepito-. ¡No me vayas a salir ahora con que no sabes quién es mi papá!"... A través del cristal de la sala de lactantes la enfermera le mostraba la bebita recién nacida a su orgullosísimo papá, que la miraba feliz en compañía de un amigo. "¡Mira! -dijo emocionado el feliz padre-. ¡Qué carita tan preciosa! ¡Qué manitas tan graciosas! ¡Qué ojillos tan vivarachos! ¡Y mírale las pompitas, qué lindas !". "Sí, -confirmó el amigo-. Ahora dile a la enfermera que se acerque más, para ver a la bebita"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, les comentó a sus amigas: "No cabe duda de que los años te van haciendo más sabia y más madura. La edad te cambia tu perspectiva, tu modo de ver el mundo y la vida. Cuando yo era una adolescente no pensaba en otra cosa más que en muchachos, muchachos muchachos. Ahora, después de haber vivido más, no pienso en otra cosa más que en hombres, hombres, hombres". Terminó el ardoroso trance de pasional libídine y erotismo incandescente. Todavía en el campo de plumas donde la lid de amor tuvo palestra -vulgo cama- el enamorado galán manifestó su esperanza de volver a encontrarse con la chica. Le dijo: "Rosibel: me gustaría verte más". Respondió ella: "Pero, Vehementino, ¡si ya te enseñé todo!"... Un sujeto le dijo a otro: "Estoy teniendo problemas con mi vida amorosa. Mis ímpetus de ayer se han apagado; no soy el mismo de antes". "En cambio yo -afirmó ufano el otro-, cada día estoy mejor. Parezco un toro. Dos, y hasta tres veces cada día hago el amor". "¿Cómo consigues hacer eso?" -preguntó el otro con envidia. "Es muy fácil -contestó el amigo-. Diariamente me como cuatro rebanadas de pan de ajonjolí. Es lo que me da las energías". El tipo llegó a su casa por la noche y le dijo a su mujer: "Quiero que mañana compres bastante pan de ajonjolí". Respondió ella: "Tengo mucho en la despensa". El marido se asombró: "¿Hay pan de ajonjolí en la casa? ¿Por qué nunca me has dado?". "¡Ah, no! -exclama la señora-. ¡Es para el compadre!". Llegó al pueblo un agente de ventas, y vio en la calle a una guapa mujer ya algo entrada en años, pero cuyos otoñales encantos lo atrajeron. Averiguó que era soltera, y un día la siguió. La bella dama entró en la iglesia del lugar, se arrodilló ante el santo patrono del pueblo, San Amós, y le pidió en voz alta: "¡San Amós, San Amós! ¡Déjame oír tu voz!". A la salida del templo el forastero se presentó con la mujer: "Soy Libidiano Erroz" -le dijo. Al día siguiente la mujer le volvió a preguntar al santo: "¡ San Amós, San Amós! ¡Déjame oír tu voz!". El tipo, oculto tras de la imagen, le dijo con voz solemne: "Dale las éstas al señor Erroz". Dos o tres veces sucedió lo mismo, hasta que la mujer cumplió la instrucción del aparente santo. Tanto le gustó el evento que ya no dejó en paz al visitante. Continuamente lo asediaba con sus demandas amorosas, tanto que un día el tipo se escondió atrás de la imagen del santo, y le dijo a la mujer: " Te habla San Amós.Ya deja en paz al señor Erroz". Replicó ella: "¿No me dijiste, San Amós, que le diera las éstas al señor Erroz?". "Sí -respondió con voz feble el individuo-. Pero yo decía nomás una vez o dos". Y finalmente he aquí el majadero chiste del señor que en una reunión religiosa dijo a los devotos asistentes: "Hermanos: he logrado matar a la bestia de la soberbia. He logrado matar a la bestia de la avaricia. He logrado matar a la bestia de la lujuria.". La esposa del predicador le dijo por lo bajo: "No digas mentiras, Calvinio. Esa última bestia murió de muerte natural". FIN.