jueves, 2 de abril de 2015

abril 02, 2015
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez

Ya ni siquiera es novedoso que el presidente venezolano ataque a Estados Unidos. Nicolás Maduro, como antes Hugo Chávez, ha centrado su discurso en denunciarse permanentemente atacado por “el imperialismo yanqui” como método para buscar el respaldo social que se desvanece entre sus ciudadanos a consecuencia de la falta de democracia y el populismo que no les deja dinero.

El espectáculo empobrece porque Maduro no tiene el dinero, el poder, la influencia, la cultura, ni siquiera la picardía de su inventor.

Lo novedoso es que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, entró en el golpeteo: señaló que Venezuela es una amenaza para la seguridad nacional de su país.

¿Qué explica que Washington esté cambiando su tradicional postura de dejar pasar toda bravuconada de la dupla Chávez-Maduro? 


La respuesta está llena de política e ironía: Obama ha clasificado a Venezuela como una amenaza porque en realidad ésta ha dejarlo de serlo.


El petróleo venezolano ya no le hace falta a Estados Unidos. Durante el conflicto Chávez-Bush, el venezolano se dio el lujo de amenazar al norteamericano con dejar de venderle petróleo. Entonces era un problema para la potencia mundial. Ahora, Estados Unidos se ha consolidado como el principal productor de crudo.

El dinero de Venezuela se esfumó. Al derrumbarse los precios del petróleo, su economía se contrae y escasea todo, pues en esa nación hasta los bienes de consumo se importan. Eso ha mermado dramáticamente la popularidad del régimen.

Sin excedente petrolero no hay subsidios energéticos para los países aliados. El grupo conocido como la Alianza Bolivariana (ALBA) luce herido de muerte. Los analistas regionales señalan que una de las principales motivaciones de Raúl Castro para normalizar relaciones con Washington estribó en la contracción del subsidio venezolano. Sin dinero, con Castro coqueteando con Estados Unidos, sin el pegamento del liderazgo carismático de Chávez, ALBA es un mero membrete cuyos integrantes están orillados a pelear por la supervivencia con las uñas propias.

Sin dinero, sin Chávez, sin aliados, Venezuela no es el adversario que era antes. Por eso Obama se está dando el lujo de arremeter contra Maduro, de contestarle a sus bravuconadas cotidianas. Está consciente que al atacarlo corre el riesgo de fortalecerlo si lo hace parecer víctima, pero el riesgo no es alto porque ese discurso es viejo.

SACIAMORBOS. Obama también parece estar apostando a su fortalecimiento, ya que al “pegarle” a Venezuela busca acercarse a uno de sus críticos más acérrimos: Marco Rubio. El senador republicano de Florida y uno de los contendientes presidenciales para 2016 encabeza un creciente bastión de venezolanos expatriados que residen en Florida, quienes exigen se fortalezcan las sanciones contra el gobierno de Maduro.

Maduro y su diplomacia también tienen otro juego en Washington: cabildear para evitar las sanciones a Venezuela, justo un lobby contrario al de Florida. Y hasta contrataron al despacho Hogan Lovells LLP para ello.

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