martes, 7 de abril de 2015

abril 07, 2015
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez


Fue un largo recorrido entre su casa, en la zona metropolitana de Morelia, y las instalaciones de la Policía Federal en la delegación Iztapalapa del Distrito Federal.

Esa madrugada, Servando Gómez Martínez, La Tuta, había sido arrestado y, en contra de todo pronóstico, el traslado de Michoacán a la ciudad de México fue por tierra, así que no hubo que despertar de emergencia a los operadores de la torre de control del aeropuerto de Morelia, que está cerrado a esas horas.

Fue poco antes de las cuatro de la mañana del 27 de febrero de este año. Desde noviembre de 2014, según fuentes de alto nivel, los órganos de inteligencia de la Policía Federal empezaron a sospechar que La Tuta ya no estaba en la sierra escondido en alguna cueva.

Los mismos informantes revelan que Servando Gómez les había tendido una trampa para que creyeran que se movía por los sitios que solían ser su zona de confort: Uruapan, Arteaga, Tumbiscatío. Dejaba huellas. Se activaban los teléfonos que sabía le tenían intervenidos. La maniobra distractora seguía un detallado patrón.

Todavía un mes antes de la detención en Morelia unos seiscientos elementos federales se trasladaron a Arteaga, pensando que ahí se resguardaba. Pero no era él quien visitaba esos lugares. No era él quien encendía los celulares para desorientar. Era uno de sus hombres de mayor confianza, su mensajero, apodado El Palillo, a quien había encomendado llevar al cabo una meticulosa operación para lanzar alertas falsas a sus persecutores.

La Tuta fue un genio”, me sintetizó una fuente de alto nivel involucrada en el operativo que condujo a la captura del capo más mediático de México. Pero se confió. O se confió su gente. Dejaron de ser meticulosos.

Ya no seguían al pie de la letra el plan.

De acuerdo con la información oficial a la que tuve acceso, el seguimiento de los órganos de inteligencia al mensajero Palillo les permitió ubicar ocho casas en Morelia en las que podría estar La Tuta, dos de ellas con mayor probabilidad. Armaron el operativo. Le dieron a la primera.

Para el líder del cártel de Los Caballeros Templarios, fueron largas horas de traslado entre el Michoacán que llegó a ser suyo y el Distrito Federal.

Fueron largas horas de espera hasta ser presentado un instante, cabizbajo y sometido, ante los medios de comunicación.

Durante esas horas, en las conversaciones informales con sus captores, todos miembros de élite de la Policía Federal, La Tuta les sorprendió con una confesión. Le preguntaron por qué su hambre de reflectores, por qué daba entrevistas y divulgaba videos, por qué salía en la tele y mandaba audiomensajes, por qué se dejaba retratar como político en campaña, por qué lo hacía cuando los grandes criminales buscan, al contrario, no ser conocidos ni reconocidos.

Cuentan que La Tuta respondió tajante y mexicanamente: “Por pendejo”.

SACIAMORBOS: Andaba dando entrevistas sintiéndose estratega electoral… hasta que cayó el capo que puede terminar de encerrar a su familia, la personal y la política.

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