viernes, 20 de marzo de 2015

marzo 20, 2015
Dr. Gilberto Avilez Tax

Circula por internet una nota de fuente dudosa subido a distintos portales, que asegura que el 24 de agosto de 2015, al caer la tarde, comenzarán cuatro días de tinieblas: el sol no volverá por 96 horas, aunque las vaharadas solares seguirán llegando, lo que no desencadenará conmociones naturales como maremotos, muertes de flora y fauna, desequilibrios en el ciclo de la regeneración de la biósfera, ni se tratará de la última visión de Juan en la isla de Patmos vaticinando el Apocalipsis y el inminente fin del mundo.


A este fenómeno “natural”, los de la NASA, que ya previenen a los que visitan sus instalaciones sobre esas 96 horas sin luz, lo denominan “el eclipse galáctico” que ocurre cada 26,000 años debido a que el sistema solar pasa por una brecha oscura de nuestra galaxia. Campechanamente, los científicos intentan tranquilizar el pánico cerval que caracteriza a los humanos que no practican el método científico y se dejan llevar por absurdas e indigestas supercherías: ““Al pasar nuestro sistema solar frente a la brecha oscura de la galaxia, probablemente esta brecha absorbería todos los fotones y al estar el sol entre la tierra y esta brecha oscura, evidentemente la luz del sol no llegaría a la tierra”.

Sin embargo, después de saber la mala nueva sobre el supuesto “eclipse galáctico”, aunque uno se considere muy razonador y practicante a ultranza del método científico, en su fuero interno, uno no puede dejar que le vengan imágenes de una regeneración mesoamericana, de una vuelta de los tiempos antiguos del Mayab. Y digo, literal, ¡ya nos cargó la verga!

Nos cargó porque, a pesar del barniz urbano, moderno y “civilizado” que tenemos, detrás de esto todavía guardamos nuestro arco, flecha y pedernal. Somos demasiados idólatras todavía, y no dudo que saquemos los viejos tunkules ese día 24 de agosto para implorar, como guajolotes adoloridos, la vuelta de Kinich Ahau del Xibalbá, y no tengo la menor duda de que saquemos por igual los viejos pedernales llenos de herrumbre y comencemos por sacrificar doncellas de amplio “culonamen” para las deidades de la noche , durante las largas 96 horas de su reinado catastrófico. Vuelvo a repetir, ahora sí ya nos cargó la verga.

Esto, sobre todo para los idólatras de mi pueblo, será un motivo de alarma, seguro y harán unos cuantos sacrificios humanos sangrando pene u orejas en cualquier cenote podrido por las heces del sumidero, para que el dios sol vuelva a la vida al tercer día, como si de un perfecto Jesucristo se tratara. El idólatra mayor de mi pueblo, mi amigo el Arux Kat, se subirá en uno de los “mules” (cerros) de su gentilidad y comenzará a arengar vía internet -si es que existen todavía los dones de la “modernidad” occidental y no hemos vuelto a periodos neolíticos supuestamente dejados atrás-, por el regreso a los antiguos dioses, diciendo que el dios del madero ya no sirve, y, por lo tanto, es justo y necesario un corazoncito humeante y palpitante al aire, así como una bella “nalgaderamen” para saciar la sed de sus huichilobos.

La verdad, igual a mi me da un poco de alarma... ¿Y si la brecha oscura durase mil años?