lunes, 2 de marzo de 2015

marzo 02, 2015
MONTEVIDEO, Uruguay, 2 de marzo.- Las inmediaciones del Palacio Legislativo están repletas de gente. Casi no se puede caminar por Avenida Libertador. Conseguir un lugar en la vereda para saludar al primer presidente electo de la izquierda, Tabaré Vázquez, es una odisea. Miles de militantes estallan en algarabía y luchan codo a codo por verlo pasar.

Eso sucedió hace exactamente una década, el 1º de marzo de 2005. Ayer, el escenario y el protaginista eran los mismos pero muy distinto el entusiasmo que acompañó a la caravana presidencial desde el Palacio Legislativo hasta Plaza Independencia.

Tabaré Vázquez saluda con la banda presidencial. Mujica aplaude. (El Observador)

La chispa popular brilló hace cinco años, cuando asumió José Mujica, y estalló este viernes, cuando el presidente, en despedida, encendió el sueño del regreso ante un multitud que lo reverenció en Plaza Independencia. Pero ayer la fogata frenteamplista se mostró tenue. 


En la previa, mientras Vázquez juraba ante la Asamblea General, unos 50 militantes de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC) llevaron la voz cantante contra las vallas, afuera del Palacio Legislativo. “Maduro, amigo, el pueblo está contigo”, coreaban los jóvenes y flameaban sus banderas rojas, aunque el mandatario caribeño nunca llegó a Montevideo. Hasta ellos, para apretarles la mano y levantar el puño, se acercó el vicepresidente de Venezuela, Jorge Arreaza, secundado por un pelotón de escoltas.

En cuanto al resto, había mucha valla y poca gente en torno al Palacio Legislativo.

Luego de que el presidente juró, una tropilla de Blandengues abrió paso a la camioneta Fordson que llevó en su caja a Vázquez y al vicepresidente, Raúl Sendic, hasta Plaza Independencia. Veinte guardias de seguridad rodeaban el vehículo y un cordón de 300 militantes, con remeras blancas, formaron el cordón humano para evitar que los simpatizantes se acercaran demasiado al flamante mandatario. El director de la Guardia Republicana, Rovert Yroa, jefe del operativo de seguridad, caminó detrás de la Fordson en una señal clara de que las precauciones adoptadas se diferenciaron bastante de las elegidas por José Mujica durante su gestión.

A la cercanía con la gente del presidente saliente, se opone la distancia precavida del entrante. Al desparpajo para afrontar los protocolos de Mujica, la cautela y sobriedad de Vázquez, que saludó levantando una mano y soltando besos a los que se arrimaron para vitorearlo: “Y ya lo ve, y ya lo ve, el presidente es Tabaré”.

Todo el que se arrimó a avenida Libertador pudo saludar al presidente en primera o segunda fila. Incluso, los comunistas que estaban afuera del Palacio Legislativo subieron caminando el repecho de Libertador junto a la caravana. A diferencia de la mayorìa de las marchas presidenciales desde el retorno de la democracia, esta vez sobraba espacio en la vereda para seguir de cerca al mandatario.

Entre los militantes, había más banderas y carteles con la figura de Mujica que con la de Vázquez. “¡A seguir el camino del Pepe!”, escuchó el presidente, que divisó al gritón y desvió enseguida la miraba.

Vázquez devolvía los saludos más fraternos besándose los dedos índice y mayor. “¡Ay! ¡Qué divino que está!”, comentó una cuarentona al recibir la sonrisa de Sendic, que acaparaba los suspiros.

La sonrisa presidencial se borró cuando la camioneta Fordson cruzó una esquina donde decenas de familiares levantaban en silencio pancartas con los rostros de los desaparecidos por la dictadura. Entonces, Vázquez cambió el semblante, se llevó la mano derecha al pecho, la apoyó sobre su corazón y desfiló frente a los presentes y los ausentes.

La caravana cobró color y calor unas cuadras más adelante, al doblar por la avenida 18 de Julio. El tránsito se tornó más lento, la alegría más estridente y el canto más nítido. “¡O-le-lé! ¡O-la-lá! Si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?”.

El paso se enlenteció aún más al llegar la Fordson a la calle Convención. Las vallas cercaban Plaza Independencia, por lo que los militantes se esparcían por dos o tres cuadras de 18 de Julio. “¡Uruguay! ¡Uruguay!”, fue el canto que acompañó el tramo final de la caravana.

Así desembarcó Vázquez en el estrado, seguro y cuidando la distancia, si se lo compara con su antecesor. Después de devolverle la banda presidencial, Mujica, cual gran bestia pop, caminó hacia las vallas que lo separaban de la gente, estiró su brazo y apretó la mano de varios militantes, que devenidos en fanáticos coreaban su apodo. Al mismo tiempo, detrás suyo, sobre el escenario, Vázquez tomaba juramento protocolar a los ministros.

Con Los Olimareños
Hace cinco años, José Mujica cerró el acto de traspaso de mando cantando sobre el escenario “A Don José” junto a su esposa Lucía Topolansky y Los Olimareños. Este viernes se despidió en Plaza Independencia sin Calle 13 ni León Gieco, como habían planificado, porque prefirió evitar el homenaje. (Nicolás Delgado / El Observador / El País)