lunes, 30 de marzo de 2015

marzo 30, 2015
ROMA, Italia, 30 de marzo.- Murió quemada viva en Kabul, capital de Afganistán. Hoy pasa de ser paria a heroína. Es mártir porque, acusada injustamente de haber quemado el Corán, fue atacada por un grupo de hombres frente a un santuario. Ahora resulta que la joven de veintisiete años era una erudita de la ley islámica que había denunciado a los charlatanes que vendían amuletos a los fieles más ignorantes. Y por eso la mataron.(Enlace al video)

Fue asesinada a plena luz del día, golpeada por una turba de hombres furiosos, el cuerpo aplastado por una piedra pesada. Se dijo que era débil mental que pasaba por casualidad ante un santuario, injustamente acusada de haber quemado el Corán, la víctima de un linchamiento brutal.


Por la muerte de Farkhunda, que tuvo lugar en Kabul el 19 de marzo, salieron a la calle más de tres mil personas. Muchas eran mujeres, con el rostro pintado de rojo para recordar su rostro, desfigurado por los golpes. Otras mujeres han portado su ataúd durante el funeral. Unos días más tarde, una nueva verdad emerge: la de una joven mujer culta, erudita de la ley islámica y por eso indignada por las prácticas supersticiosas que tuvieron lugar frente a un santuario histórico de su ciudad, ejecutada por echar a los mercaderes del templo.


The New York Times ha informado de la suma de las investigaciones iniciadas en Kabul después de la muerte de Farkhunda y la posterior indignación popular sobre la tragedia: la estudiosa, durante una cena familiar, había anunciado su decisión de denunciar públicamente la venta de amuletos y oraciones por los mulás como un acto de superstición y contrario al islam.
Su acto de devoción le costó caro a la mujer: un hombre comenzó a gritar que había quemado el Corán, una multitud enfurecida se reunió a su alrededor, la comenzaron a golpear y luego le prendieron fuego.

Ahora, muchos la consideran una heroína, una mártir del verdadero Islam. El hombre que la acusó falsamente de haber quemado el Corán está en la cárcel, lo mismo que otros veinte de los que participaron en el linchamiento.

El New York Times informa que incluso se atrevió a dar a los vendedores de amuletos 'una limosna de dos rupias' y había invitado a los fieles a ir a rezar en otra mezquita. Vindicada su memoria, resta el miedo de las mujeres de Kabul. Que saben lo fácil que es morir en la calle, simplemente por atreverse a hablar. Y haber denunciado un "negocio" nacido de la ignorancia, como sucede a menudo. (Lara Crinò / l'Espresso / The Telegraph)