sábado, 21 de marzo de 2015

marzo 21, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


La guapa y voluptuosa secretaria no se presentó aquel día a trabajar. El jefe de personal la llamó por teléfono, y cuando ella contestó lo hizo respirando agitadamente. Le preguntó él: “¿Está usted enferma?”. “No -contestó la muchacha-. Pocas veces me he sentido tan bien”. Volvió a inquirir el jefe: “¿Entonces no está contenta con su actual posición?”. “Al contrario -respondió la chica sin dejar de respirar cada vez más agitadamente-. Estoy contentísima; por eso no fui a trabajar. Y ya no nos interrumpa, por favor”. El papá de Pepito le dijo: “Sacaste muy buenas calificaciones. Como premio mañana te llevaré al circo, luego al box, después a la lucha libre y por último al teatro”. “¿Para qué a tantos lugares, papi? -replicó el chiquillo-. Llévame al futbol. Ahí veremos todo lo demás”... El reverendo Amaz Ingrace, misionero de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus miembros el adulterio a condición de que sea sin escándalo), preocupado por la salvación de las almas de los pobrecitos paganos, llegó a la tribu de salvajes que habitaban en  lo más profundo de la selva africana, donde la mano del hombre jamás había puesto el pie. “¡Aleluya, hijos míos! -les anunció alzando los brazos, jubiloso-. ¡He venido a salvarlos!”. “Sí que nos salvas -le dijo el más feroz de los caníbales al tiempo que le echaba mano-. ¡Hace tres días que no comemos!”... Hay quienes consideran que ser optimista en estos tiempos un signo seguro de demencia. No hay ninguna base, dicen, para sustentar el más leve optimismo. El mismo Presidente Peña Nieto ha reconocido -lo hizo en un foro internacional- que hoy por hoy priva entre los mexicanos un ambiente de incredulidad y desconfianza. El pesimismo parece ser el sentimiento general. Y sin embargo quien esto escribe es optimista. Y ese optimismo no es ingenuo, cándido o irreal. Se finca en el hecho de que el autor viaja constantemente por toda la República (y también por los ejidos Santa Rita de Coordenadas, municipio de Galeana, Nuevo León, y Cuates de Australia, municipio de Cuatrociénegas, Coahuila). En todas partes encuentra el viajero mexicanos y mexicanas que viven una vida digna y trabajan en  bien de este país sin dejarse abatir por la inseguridad, la crisis económica y los problemas políticos y sociales de todo orden y desorden que afrontamos ahora, y que se manifiestan en muy diversas formas, pero que de ninguna manera significan acabamiento, ruina o destrucción. Si todos participamos en la vida cívica y política de nuestro país, si mantenemos una actitud de ciudadanos vigilantes, si confiamos en México y en nosotros mismos, iremos saliendo de estos problemas que de ninguna manera son el fin de la nación, sino un momento grave en la vida mexicana que bien podremos superar... Muy de madrugada salió el lechero de aquella casa. Por la ventana asomó la señora. Traía en las manos una prenda de ropa interior masculina. Le gritó al lechero: “¡Galantino! ¡Se le olvida el envase!”... Después de mucho tiempo de no intentarlo, un maduro señor realizó la proeza de expresar su amor en dos ocasiones a su esposa. Se despertó a las 10 de la mañana, y con alarma se dio cuenta de que se le había hecho tarde para el trabajo. Llegó corriendo a su oficina ya cerca de las 11. “Discúlpeme por llegar tarde, jefe” -le dijo a su patrón. Respondió muy enojado el hombre: “No me importa que hoy haya usted llegado tarde. Explíqueme más bien por qué no vino a trabajar ni el lunes ni el martes”... El empresario teatral casó con la joven actricita de aire inocente. Al día siguiente de la noche de bodas llamó a su socio, y éste le preguntó cómo le había ido. “Bueno -respondió con cierto dejo de tristeza el empresario-. Se suponía que era noche de estreno, pero lo único que estrené fue la bata que llevaba para la ocasión”. La chica soltera le anunció alegremente a su novio: “¡Estoy embarazada, Libidiano, y el doctor no me supo decir si el bebé va a ser niño o niña. A ti ¿qué te gustaría que fuera?”. Respondió, mohíno, el novio: “Me gustaría que fuera mentira”. FIN.