jueves, 5 de febrero de 2015

febrero 05, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / 5-II-15


El micrófono suele traicionar a los poderosos. Cuando terminó de hacer su anuncio hubo silencio. Entonces, el presidente Enrique Peña Nieto dijo una frase a su vocero, Eduardo Sánchez. El micrófono se había quedado encendido y sus palabras quedaron registradas: “Ya sé que no aplauden”.

Fue antier. Acababa de nombrar secretario de la Función Pública a un colaborador suyo desde la campaña. Le giró la instrucción de que investigara los conflictos de interés de sus casas y a los poquitos minutos soltó las conclusiones de la investigación apenas encomendada: no hay conflicto de interés.

¿Realmente esperaba un aplauso?

Si con tal anuncio en Los Pinos querían darle la vuelta a la página para dejar atrás el asunto del conflicto de interés con las residencias y relanzar políticamente al gobierno de Peña Nieto, la reacción de la opinión publicada y en las redes sociales ya debe haberles dejado claro que fue un fracaso.

Como mensaje político es fallido. El investigador designado y el Presidente que lo nombró dándose abrazos y palmaditas con enormes sonrisas constituían una imagen que por sí misma revertía la intención del acto. Como se dice coloquialmente, es un chiste que se cuenta solo. Malo. Tristón incluso. Aquello pareció un acto destinado a una clase política anacrónica, un intento de simulación.

Algunas de las medidas anunciadas pueden considerarse pasos positivos. Qué bien que los funcionarios tengan que hacer su declaración de intereses por primera vez en México y que se transparente la lista de proveedores y contratados del gobierno. Estaba pendiente desde que la Función Pública se llamaba Contraloría.

Pero al no haber una ley que regule el conflicto de interés, por ahora no hay sanción para quien haya incurrido en esa falta y, mientras no se apruebe, tampoco para quien incurra en adelante.

Se puede argumentar que ya se discute el Sistema Nacional Anticorrupción y que los legisladores deberán insertarle todo esto. Qué bueno que por fin el tema esté en la agenda, pero ojalá el Congreso lo haga extensivo a sus integrantes, a los del Poder Judicial y a los distintos niveles de gobierno.

Frente a una crisis de credibilidad que se ahonda, el paso de antier empantana aún más el panorama. Parece que The Economist tuvo toda la razón: el equipo gobernante demostró que “no entiende que no entiende”.

Buena parte de la sociedad mexicana está harta de que no la entiendan. Exige una modernidad democrática que parece rebasar por mucho a los políticos. Y difícilmente aceptará cualquier cosa menor a una rendición de cuentas efectiva, real, con consecuencias.

SACIAMORBOS. ¿Podrán intercambiarse exoneraciones? ¿Metro por casas? En tiempos electorales todo es misil y todo es ficha.

Si unos y otros creen que la política a la antigua les va a dar para unos meses de teatro, es mejor que no esperen aplausos al correr el telón.

carlosloret@yahoo.com.mx