domingo, 15 de febrero de 2015

febrero 15, 2015
Gilberto Avilez Tax

La historia de un sueño. Fotografía del poeta chetumaleño Raciel Manríquez

Nota

Los siguientes versos forman parte de una serie de poemas que escribí antes de los 24 años porque estoy convencido que los versos con hígado sólo los salvajes muchachos pueden lograr, como ese Gilberto flaco y taciturno que hoy veo como un hermano menor sin ternura, cuando el mar de Chetumal -que no es mar pero me vale madres- estaba a la vuelta de la esquina de su cuarto de ex poeta enamorado de todas las utopías y caderas posibles, y creía en la autoridad de sus poetas y escribía opúsculos y panfletos contra las causas perdidas, y recorría a Chetumal en silencio enamorado y era lector edónico y no había recuerdos pinches y todo era una caminata nocturna y una espera arracimada. Aquel que se le declaró a las tardes, que combatió contra el olvido y se emborrachó hasta hartarse de mar, de historias de chicleros y de ríos hondos palustres y de códigos aburridos y de derecho romano distante. Como diría el bolero, ya no queda rastro de aquel maldito amor, sólo estos pecios de escritura.

I.- Leyendo a Brodski pienso en las musarañas

Hoy digo que la luna sabe a mares,
y a mí –en mi silencio antepenúltimo –,
me suceden todos los abismos
y las canas tristes de los estornudos gripales.
El amor es un catarro que se contagia con las esporas de la noche.
Hoy, a oscuras, con el gramófono
cálido de los misterios de tu cuerpo,
tiro mi barca en el río hondo y desabrido,
diciendo que la luna emputece las calles blanquecinas de octubre.
Me quito los zapatos para que los
dedos de mi alma crezcan broncos y bronceados,
escondo mis manos
en los muslos eternos que me convidas a diario.
¿Cómo es posible que exista una
virginidad como la tuya tan corrompida de amor?

II

No busco la soledad para que mitigue tu presencia
La busco de gratis
No busco los pasos terrestres de tus suelas
Ni tu execrable lejanía
Ni las sombras hortelanas
Con que te vistes en las tardes.
No busco ni tus calles
Ni la música de ayer
En que al crepúsculo callábamos
Este mar no cesa de morir
Hoy en que inquiero a las rocas
Hoy en que todas las albas no han vuelto

III.- Horas

Las horas
rompen el tiempo ovillan miradas
el fuego encarna en los ojos del pirómano
el alba se viste con el ropaje de la niebla
Camina bajo mis pies incrédulos
la negra cabellera de la noche moribunda
El ahora se estremece
alguien dispara una memoria

IV.- El no-canto

Estoy desbordando palabras
en la línea del silencio
del No-canto
del No-lenguaje
Tenemos nostalgia de lo eterno
Hemos levantado murallas de descreimiento
sombras y filosofías humanas
contra el eterno y la vacuidad de sus días
Ahora ni la luna ni su corro de gases
o el reflejo insistente del agua en las albas primeras
se dejan ver a nuestros ojos
casi ciegos del resplandor de tu presencia
He perdido en vanas faenas tu nombre.

V.- Mar de Chetumal

el mar lanza sus escuálidas sombras
sus batallas de ola amotinada
en el cabello diurno de la tarde
este mar, desolado de azul,
no refleja aquella tarde sin sombra
terca la memoria
sangra un recuerdo
desde el fondo de su lejanía
desde el parque junto al mar donde la tuve enamorada.

VI.- Amada

Mi amada es como un capullo de miseria
Como el misterio del aire
Tronando las altas esferas de la noche
Como la raíz del aire
Son los brazos de mi amada
Mi amada esparce su cabellera en el claro color de mi tristeza
Insondable, no escrita por ojos humanos
Suspendida de la sombra, ligera.