jueves, 12 de febrero de 2015

febrero 12, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / 12-II-15

Un empresario me lo dice en voz baja. No quiere que lo escuchen en las mesas cercanas del restaurante donde estamos comiendo. “Nunca había visto esta manera de robar”, sentencia.

Es el primer año del sexenio. Y la administración está de moda mundial por las reformas, por el Pacto por México. Pero este adinerado empresario —obviamente respetaré el anonimato de la conversación— y otros también exitosos cuyas industrias se nutren de los negocios que hacen con los gobiernos tienen el mismo diagnóstico: están desatados.

Me hablan de contratos, de licitaciones, de mordidas, de cochupos. Dicen que lo que viven ahora, a todos los niveles, no lo habían vivido nunca. 


Los escucho asombrado. No me ofrecen más prueba que sus dichos, pero me siembran la duda porque me lo dicen varios, de distintos ámbitos, en diferentes momentos.


Un año después me lo siguen diciendo. Pero el contexto ya es otro. El régimen ya no está de moda, sino más bien asediado. Y el salpicadero embarra por todos lados.

La multiplicación de las casas es ya la marca del grupo en el poder. El Presidente, su hombre de todas las confianzas y la última: el anfitrión del Pacto por México y una red oaxaqueña de propiedades en Estados Unidos que alcanza en sus vínculos a las familias de dos contratistas muy cercanos a Los Pinos: los Hinojosa y los Alcántara.

Un ex jefe de Gobierno del DF investigado por entregar una obra multimillonaria en vísperas electorales, que termina costándole al público el triple de lo presupuestado… y no sirve.

Una red de peculado y lavado de dinero integrada por seis familiares de un ex gobernador guerrerense que se roba casi 300 millones de pesos del presupuesto de uno de los estados más pobres del país.

Funcionarios que fingen un sorteo de Melate para robarse 160 millones de pesos.

Un gobernador de Sonora que se agandalla el agua pública de un río y se construye ilegalmente una presa en su rancho.

Un ex secretario general del Congreso de Jalisco detenido por intentar cobrar ilegalmente 58 millones de pesos.

Son sólo los ejemplos más vistosos y recientes de lo que ya se va haciendo costumbre: escándalos de corrupción de todos los tamaños, de todos los partidos, a todos los niveles, todas las semanas. Si querían hacerse ricos no debieron meterse de políticos.

Sé que no es nuevo. ¿El gabinete de Juárez quedándose con la riqueza expropiada? ¿Los cañonazos de Obregón? ¿La “Colina del Perro” López Portillo? ¿Mr. Ten Percent Salinas? No es tan importante cuándo empezó todo. Ampararse en el pasado minimiza el problema actual de fondo: el hartazgo de la sociedad de hoy.

La corrupción generalizada está causando una crisis que se ahonda y las respuestas oficiales son, por decirlo suavemente, insuficientes. ¿Estarán conscientes de la magnitud del problema en el que están atrapados?

SACIAMORBOS. Ayer terminé el noticiero televisivo a mi cargo y me descubrí particularmente hastiado: en el mismo día, en un solo día, Murat, Aguirre, Melate y Jalisco.

historiasreportero@gmail.com