sábado, 21 de febrero de 2015

febrero 21, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Dos amigos fueron a la playa. Uno de ellos se echó a nadar mientras el otro se tendió a tomar el sol. De pronto el que nadaba gritó muy alarmado: “¡Bandolo! ¡Se me paralizo el brazo derecho!”. Le gritó a su vez el amigo: “¡Nada con el izquierdo mientras voy a ayudarte!”. Y empezó a desvestirse apresuradamente para ir en ayuda de su amigo. “¡Bandolo! -clamó éste de nuevo-. ¡Se me paralizó el brazo izquierdo!”. “¡Mueve las piernas para mantenerte a flote! -le gritó el amigo-. ¡Estoy terminando ya de desvestirme!”. “¡Bandolo! -gimió lleno de angustia el primero-. ¡Se me paralizaron las piernas!”. “¡Terminé ya de desvestirme! -gritó el otro-. ¡Voy hacia ti!”. Y así diciendo se lanzó a las olas. Llegó hasta su amigo, que se hundía ya; se lo echó a la espalda y nadó con todas sus fuerzas hacia la orilla. Llegaron los dos, y ambos cayeron de espaldas en la arena, extenuados. “¡Estoy agotado! -exclamó el que había salvado a su amigo-. ¡Siento como si alguien hubiera abusado de mí!”. Replicó el otro: “De algún modo tenía que sostenerme”. (No le entendí). Se quejó el sheriff de la colonia nudista: “El trabajo es tranquilo, pero ponerme la estrella en el pecho es un tormento”. El perrito le propuso a la perrita: “Hagámoslo en la posición del misionero”. “¡Ah no! -se indignó ella-. ¡Perversiones no!”. Quienes piensan que los criminales son los más grandes extorsionadores que hay en el país se equivocan de medio a medio. Los que extorsionan más, y con mejores ganancias y mayor impunidad, son los llamados maestros de la CNTE, especialmente los que en Oaxaca integran la sección XXII. Con eficiencia de artífices del chantaje han aprovechado la debilidad y el aturrullamiento tanto del gobierno local como del federal, y han obtenido prebendas y ventajas de toda laya que los convierten en seres privilegiados frente a los verdaderos maestros del país. En aras de una tranquilidad efímera se sacrifica la legalidad y se crean territorios donde la autoridad no rige ya y donde campan por sus fueros los líderes de esa tropa levantisca, ociosa y prepotente, y además rica en dineros y recursos para llevar a cabo sus actos de presión. ¿Reforma educativa? Los sedicentes profesores se la pasan por no quiero decir dónde, y logran que sus corruptas prácticas sean oficializadas en convenios que su asustada contraparte firma con mano temblorosa. Esa viciosa situación, que tan grave daño causa a la niñez y juventud de Oaxaca, ha hartado ya a muchos ciudadanos, que con apoyo en la ley, la razón y la justicia demandan a las autoridades información completa sobre el alcance de los arreglos que han hecho bajo mesa con los extorsionadores. Es una pena -más: una vergüenza- que quienes se comprometieron a guardar y hacer guardar la ley sean los primeros en violarla. Y ya no le sigo, porque estoy muy encaboronado. Un señor y su esposa, habitantes de una ciudad en el norte de Estados Unidos, quisieron huir del crudo invierno de la región donde vivían. Cansados estaban ya de las nevadas y ventiscas, y decidieron ir a vacacionar en cierta isla caribeña. Sucedió que a última hora el señor se vio impedido de hacer el viaje por cierto asunto de negocios. Le dijo a su mujer: “Ve tú sola, y disfruta del sol de ese paradisíaco lugar”. Fue la señora, pues, al viaje, y empezó a gozar el grato clima que reinaba en la isla. Una noche conoció en el bar del hotel a un atractivo lugareño con el que entabló conversación. Una cosa condujo a otra, y a poco la señora estaba en su cuarto en compañía del tipo. La noche siguiente sucedió lo mismo, e igual la tercera. Cuando por cuarta vez se repitió aquello la mujer le dijo a su acompañante: “Tan intensas han sido las acciones de estas noches que se me ha olvidado preguntar cómo te llamas”. Respondió el sujeto: “Si te digo mi nombre te vas a reír”. “Prometo no reírme -contestó ella-. ¿Cuál es tu nombre?”. Respondió el tipo, apenado: “Me llamo Nieve”. Al oír eso la señora soltó una carcajada. “¿Lo ves? -se mortificó el sujeto-. Te dije que te ibas a reír”. Contestó la señora: “No me estoy riendo de tu nombre. Me río al pensar que mi marido no me va a creer cuando le diga que durante mi estancia en el Caribe tuve 14 centímetros de nieve cada día”... FIN.